“Situación: en un bar, el de siempre, el de todos”
'Participa' es la sección de libre creación de Pikara Magazine. Envíanos tus textos, fotos, ilustraciones... a participa@pikaragamazine.com
Una de la noche
Me encuentro con ella, era mi amiga, o lo fue durante un tiempo aunque ya no lo fuera. Nos saludamos con una sonrisa, sincera.
Empieza a decirme que ella me tiene mucho cariño, que aunque las circunstancias hayan cambiado y ya no pueda compartir momentos conmigo ella me aprecia mucho –más o menos era esto.
Y mientras lo escucho se me revuelven las tripas, y no puedo evitar responder: “las circunstancias no han cambiado tanto como para que no podamos tomarnos un café juntas, o unas cañas o lo que sea, lo que ha cambiado son las personas”.
Porque resulta que sí, yo lo dejé con mi novio, que era y es su mejor amigo, y ella de él, y al tiempo, no mucho, poco quizá, bueno, más de un mes, bueno, qué más da, después de haberlo dejado, me enrollé, lié, acosté con otro, y al poco tiempo con otro, porque quise, porque me apeteció -no fue con ningún colega de él, pero sí conocido, de los mismos bares, los mismos lugares-. Y a partir de ahí, recalco, a partir de ahí, la que decía que por encima de que fuera pareja de su colega ella era mi amiga igual, rechazó cada propuesta de quedar para vernos, hasta que me cansé y le dije -ya dolida- que cuando quisiera quedar me lo dijera. Nunca pasó. Seguí tratándola bien, como es lógico, no quise forzar nada, la respeté, aunque me doliera el tema, y eso que yo ya me imaginaba los motivos, y además era un caso muy predecible, pero aún así me empeñé en decepcionarme.
Bueno, pues cuando me dice lo de que las circunstancias han cambiado yo la respondo lo que ya sabéis.
A partir de ahí empieza a decirme que ella ha sido falsa en algunos momentos, por el cariño que me tenía, a pesar de que yo me había portado muy mal. Vamos, que casi le tenía que dar las gracias por seguir hablándome, ¡manda ovarios!
Yo lo que había hecho fue querer a su mejor amigo, y después dejarle de querer, o no de la misma manera, no como para continuar la relación. A mí lo que me pasó fue que sentía la necesidad, la sentía de verdad, de estar sola, en el sentido de no tener pareja. Y al darme cuenta de esto y de lo otro, lo dejé. Y a partir de ahí, lo que ya sabéis.
¿Cómo sigue? A ver, creo que empieza a recriminarme cosas, de muy malas maneras, como que yo ya me había follado a cinco tíos desde que lo había dejado, y me quedo flipando, por un momento dudo y empiezo a contar, tan jodido como cómico. Tal, pascual, dos: “Oye, que han sido dos”, y me da la risa, pero no sé si se me ve.
Me da la risa por lo ridícula que me parece su forma de pensar, por lo retrógrado. Lo que tendría que haber contestado es que no me he follado -esas eran sus palabras- a cinco, que me he follado a quince, pero no, lo que me salió sin pensar fue ponerme a contar, como si cambiara algo que fueran dos o cinco, como si tuviera que dar explicaciones.
Y reacciono, le digo que no me interesan ese tipo de recriminaciones, que no he hecho nada malo, y que en todo caso no se lo he hecho a ella, que si tiene algo que decirme respecto a cómo me he portado con ella soy todo oídos.
Y sigue. Me dice que yo he hecho cosas muy malas. Cosas. Y le repito que no me interesa su opinión sobre mi vida sexual.
En esto, más o menos, viene otra amiga a despedirse y se corta la comunicación, se va.
Salgo a fumar, entro de nuevo y me voy a la barra. Allí está con su amigo, mi ex. Con él todo bien, en este punto de la historia nada que decir.
Yo ya me imagino que le está contando la movida (normal, yo también lo hubiera hecho) y estoy nerviosa y hecha mierda por la discusión, o mejor dicho por su agresión, porque no sólo duelen los golpes.
Intento disimular, y a ratos me da la risa, ésta sí que se ve, pensando en quienes serán los otros tres, y me doy cuenta de que me está mirando de reojo y me está viendo reír sola, pero no lo hago a mala idea, es sin querer, es que me hace gracia de nuevo, ¿de dónde sacarán lo de los cinco? ¿qué clase de historias se montarán en su cabeza? y también me resulta divertido tener curiosidad, ¿quiénes serán? Por un momento me dan ganas de preguntarle, pero pienso que no está el horno para bollos, me vuelvo a reír sola.
Total, que a ratos estoy seria también, estoy sola, justo ese día estoy sola, en la barra, al lado de él, y ella se pone a su lado, me da la espalda, en plan muralla, y hasta llega a echar el codo hacia atrás, me parece tan infantil que me vuelvo a reír, sólo le faltó mearle encima. Pero ahí que me quedé. Él y yo nos miramos, yo se que él sabe, y él me mira y me tranquiliza. En un descuido viene hacia mí para que hablemos, y se lo agradezco, me dice: “¿Qué pasa?” Y le cuento todo, y me sincero, me desahogo, por fin consigo llorar en esta semana de mierda.
Y me dice que él nunca se ha metido en nuestras cosas, pero que es su amigo. Y yo empiezo a dudar de lo que me quiere decir, no entiendo porqué lo recalca, nadie ha cuestionado su amistad, yo no le he nombrado en toda la discusión/agresión.
Le confirmo que yo sé muy bien que nunca se ha metido, que ha escuchado a cada una en cada momento, que no tengo duda. Pero insiste, y me parece raro. Le recuerdo que yo nunca he dicho o hecho lo más mínimo en contra de su amistad, me lo reconoce, ¿y por qué insiste entonces? Nunca tuve el más mínimo problema con su amistad, no estábamos discutiendo por su amistad, era por la nuestra, la de ella y mía, no estábamos discutiendo a causa de él, en todo caso a causa de una amistad mal entendida, sectaria y acrítica, pero la cuestión que estaba encima de la mesa no era esa, era algo entre nosotras, bueno, entre ella y lo que yo hago con mi vagina.
Viene ella, me pide perdón, no sé muy bien por qué, no se si ella sabe porqué, insiste en que él es su amigo, y le repito, ya se lo dije antes, en el primer round, que eso es una lealtad mal entendida. Ella continúa -en su estilo elegido para esta noche tan especial, el escarnio público- con que yo no he sido sincera con él.
Pero sí lo fui, hablé con él, le expliqué lo que me pasaba, y terminamos la relación. Y él, en un giro -para mí inesperado- empieza a tomar partido, justo de lo que presumía hace un momento, y me dice, entre otras cosas, que en realidad nunca fuimos amigas -y así desacredita mis sentimientos respecto al comportamiento de ella-, y otra frase de su estilo: “Bueno, digamos que no has sido todo lo cruel que deberías haber sido”, ¿qué quería? ¿sangre?.
Ahora entiendo, ahora después de trabajar lo que pasó, en el momento no me di cuenta, que él no se acercó a mí a escucharme, se acercó para apoyar a su amiga en su agresión, aunque no fuera su intención, aunque no lo pensara explícitamente, es lo que hizo.
Total, que ya no tengo en contra una, ahora son dos, y ahí le digo que no, que nunca se había metido pero que ahora lo estaba haciendo, y cabal, como suele ser él, se va. Le digo a S, otra vez, que no tengo nada más que hablar, le recuerdo que ya le he dicho varias veces que no me interesa su opinión, y me acerco a la barra, ella me habla aunque yo esté de espaldas, me dice, altito y con bastante desprecio, que muy bien, que me follé a todos los tíos que quiera, y le digo que sí, que es lo suyo, follarme a los que yo quiera, me pregunta que si me parece bien, y le digo que sí, que hacer lo que yo quiera me parece bien.
Sigue, ahora no me acuerdo de más cosas: “ya es la quinta vez que te digo que no me interesa tu opinión”. La verdad es que yo tampoco me quedé corta, en el primer round, justo antes de salir a fumar, le dije: “Pero qué cortita eres”, con el gesto y todo. Bueno, lo acabo de releer, y ahora creo que me quedé corta, corta, corta.
Sigue, con lo de follar y tal, de verdad que tengo el recuerdo un poco borroso, sólo estoy poniendo las cosas de las que estoy segura. Y le digo que no me interesa lo que tenga que decir, me contesta que lo que no me interesa es la verdad, le digo que lo que no me interesa es la mierda, dice algo así que como la que yo tengo, no estoy segura, y le digo que no, que la mierda que no me interesa es la que sale de su cabeza, claro, en este punto imaginaos, ella con los ojos como platos, y yo ya harta de su acoso.
Me voy, a otra parte de la barra, se lleva un premio de consolación, ha conseguido echarme. Nadie la para, nadie le dice nada, nada está pasando aparentemente.
Antes de irme, frente a su insistencia en seguir recriminándome lo que hago con mi coño, le digo que cuando quiera escuchar su opinión ya me pondré telecirco en algún programa de cotorreo, que no necesito escucharla a ella. Flipa. No recuerdo cuando fue la última vez que le hablé a alguien así, pero mira, otra agresión que no se ha quedado sin respuesta.
Y ya en trinchera, se lo cuento a un colega, vuelvo a llorar, bajito, me termino la cerveza, me largo a casa, y empiezo a escribir esto para poner un poco de orden en lo que me acaba de pasar, y en lo que me hace sentir.