No dejéis con vida a la hechicera
La mujer sabia y autónoma pone en riesgo los pilares androcéntricos de dominación, pero deslegitimando su cuerpo y su saber empírico, se la invisibiliza. La reacción represiva puesta en marcha por un muy bien engrasado mecanismo de imaginería patriarcal, canaliza los miedos androcéntricos
Laura Gijón
En tiempos remotos, previos a la aparición de las grandes religiones monoteístas de la Historia, también llamadas “de Libro”, (cristianismo, judaísmo e islamismo), las deidaes femeninas dadoras de vida gobernaban la Tierra.
El misterio de la fecundidad otorgaba a la mujer el dominio de lo sagrado como canalizadora del poder de la Naturaleza. Cuando esas religiones monoteístas se extienden relegando a las Diosa Madre en favor de un Dios Padre varón y omnipotente, sacerdotisas y sanadoras, parteras y curanderas, fueron tachadas de hechiceras.
Ahí es cuando se lía parda: la patrística se saca de la manga de la sotana aquello de “cuando la mujer piensa sólo tendrá diabólicos pensamientos” [1], conscientes ellos de que si la guerra contra las mujeres se libraba esencialmente en el plano simbólico, conseguirían filtrar unas pautas sutiles de dominación que, poco a poco, normalizadas y asimiladas, se convertirían en el mecanismo de control más sutil y eficaz. Desde que Eva comió la fruta prohibida ofrecida por la serpiente, la Iglesia no ha dejado de considerar a mujer y bicho como la quintaesencia del mal (en la Biblia, o eres santa, o puta) y de hecho, el flocklorismo relacionado con este reptil y la abundante literatura misógina medieval, lo confirman.
Ese best seller medieval que fue el Malleus Maleficarum, no sólo recrudece esa misoginia del discurso patrístico sino que concentra la esencia de la demonización femenina gestada a lo largo de los siglos XIII, XIV y XV.[2] Y es que, a la hora de buscar un método eficaz para eliminar la influencia de las mujeres en lo público, pensaron… “¿Y si, además de de perseguir los saberes femeninos, deformamos la identidad sexual y social de las mujeres, estigmatizando y deslegitimando sus cuerpos?”…. Y oye, acertaron. Porque el sistema heteropatriarcal categoriza como amenaza/transgresión todo aquello que implica una alteración del orden establecido y es capaz de desestabilizar todo el statu quo.
Convirtieron en monstruos femeninos a curanderas, sanadoras y parteras, como primero habían demonizado a tantas otras: Lilith, Eva, Pandora, Helena,Medusa, Judith, Salomé, Jezabel, Dalila, Morgana, Melusina… Simbolizan el precio de la transgresión de las mujeres ante los dictados del patriarcado. Para Betea, sería imposible concebir la historia de las mujeres sin una historia de las representaciones de sus mitos y la decodificación de sus imágenes, pues son aspectos que expresan la construcción y evolución del imaginario social femenino y toda la estructura social que lo acepta, conforma y reproduce.
Los mitos idealizan muchos rasgos de las sociedades patriarcales para legitimar una cultura falocéntrica que cosifica a la mujer como cuerpo sexuado. La mujer sabia y autónoma pone en riesgo los pilares androcéntricos de dominación, pero deslegitimando su cuerpo y su saber empírico, se la invisibiliza. La reacción represiva puesta en marcha por un muy bien engrasado mecanismo de imaginería patriarcal, canaliza los miedos androcéntricos a la castración (mito de la “vagina dentata”) y a la alteridad del “otro femenino”, en un rechazo social a las mujeres “transgresoras”, los “monstruos lascivos, movidos por instintos básicos animales” que encarnan los deseos reprimidos de los hombres, que las temen. La quema en la hoguera, en palabras de Betea, “constituye la máxima expresión de control patriarcal sobre el cuerpo femenino (…) para destruir física y simbólicamente el cuerpo y saberes de las mujeres”
Claro, esto, en el Medievo, que nos queda muy lejos… ¿¿¿¿Lejos?????… En fin. A ver : “Expresión de control patriarcal” “Demostración de poder masculino sobre el cuerpo de la mujer” ¿Por qué se me viene el derecho a abortar libremente a la cabeza? Tenemos a un montón de señores con sotana frotándose sus anillados dedos mientras Gallardón les hace el rendez -vous con una ley que vuelve a darles el poder de decisión sobre nuestros cuerpos al clero y al Estado. Pero al otro lado, tenemos a millones de mujeres gritando por nuestros derechos en las calles (“esas feministas, malvadas y abortistas”, ya sabéis), tenemos mujeres dando la cara en muchos frentes y también mujeres que subvierten y resignifican parámetros androcéntricos sobre el cuerpo con consignas de lucha sobre su pecho desnudo, que no es un tabú. Porque hay diferentes opciones de lucha para diferentes contextos y cada una elegimos la nuestra.
Es hora de ver, en palabras de María Barranco, “ los nudos en la red y no los huecos”. Ya vale de tanta historia de boicot interno, de maratones para ver quién es la más feminista. Porque para excluir ya están los perros del patriarcado y éstos nos tienen miedo. Entonces, ¿seguimos siendo las brujas?
Sacudid vuestra roja cabellera, Hijas de Lilith, el mundo es de las osadas.