Sochi 2014: La inacción olímpica ante la vulneración de derechos de las personas LGTB

Sochi 2014: La inacción olímpica ante la vulneración de derechos de las personas LGTB

La pasividad del COI y de los Estados bajo el argumento de no politizar el deporte, hará recaer sobre las y los deportistas la responsabilidad de protestar contra las políticas discriminatorias de Putin, bajo amenaza de arrestos y sanciones

12/12/2013

Carlos Pulleiro Méndez y Tamara Lucarini Cortés 

Homofobia y Olimpiadas

Manifestación en Berlín contra las políticas homófobas de Rusia./ Marco Fieber. Ostblog.org

En febrero de 2014, los Juegos Olímpicos volverán a Rusia tras más de treinta años. En aquella ocasión las lógicas de la Guerra Fría generaron un boicot promovido desde el gobierno de los Estados Unidos por la Guerra de Afganistán. Esta vez, las tensiones político-sociales que sacudirán Rusia durante los juegos de invierno en Sochi serán de carácter interno, y es que la “ley contra la propaganda de las relaciones sexuales no tradicionales” promulgada en junio supone un grave ataque a los derechos de las personas y asociaciones LGTB al que el olimpismo no está sabiendo responder adecuadamente.

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La denuncia (o la no denuncia) internacional desde el deporte hacia la legislación rusa, si bien ya ha sido apreciable este verano durante la celebración del mundial de atletismo en Moscú, va a llenar titulares según la cercanía a la celebración del macro evento deportivo en Sochi. En consecuencia, los Juegos Olímpicos y Paralímpicos serán una plataforma de atención internacional ¿Pero en favor de quién? Los posicionamientos de los distintos actores internacionales y olímpicos contribuirán a que se fortalezcan las argumentaciones del Estado ruso o bien a que se visibilice la grave lesión de derechos humanos que allí se está dando.

Los efectos de la ley, sus consecuencias en el deporte y las excusas desde Rusia

Esta ley, sonoramente denunciada desde las comunidades LGTB nacionales e internacionales, y también denunciada desde las organizaciones de defensa de los Derechos Humanos, prohíbe toda actividad que sea entendida como “propaganda homosexual” hacia menores. Así, la oficialidad rusa pretende evitar cualquier difusión de “la idea tergiversada de que las orientaciones sexuales tradicionales y las no tradicionales tienen igual valor social”[1]. Se prohíbe bajo fuertes sanciones (tanto a individuos como a organizaciones) cualquier tipo de manifestación pública de, o en favor de, los colectivos LGTB. Asimismo, la ley imposibilita la difusión de programas de educación en las aulas, ya sea sobre el acoso escolar o sobre salud sexual, condicionando a la estigmatización o a una total invisibilización, compañeras imprescindibles para que se dé un silencio cómplice ante los graves casos de violencia que se vienen dando a estos colectivos.

Las autoridades rusas, defensoras de la ley de propaganda de las “relaciones sexuales no tradicionales” (la cual se atreven a amparar en la defensa del menor) reiteran que no se trata de la prohibición de la homosexualidad en sus fronteras, sino un límite a lo que dicen ser agresivas campañas promovidas desde colectivos homosexuales con las que intentan captar y pervertir a las blandas cabezas infantiles. No ocurre nada con la homosexualidad, explican en cada intervención ante las interpelaciones de la prensa internacional, si esta se mantiene dentro de los muros del hogar. Desde la promulgación de la ley hasta hoy, las autoridades rusas han enviado multitud de mensajes contradictorios sobre su aplicación durante la celebración de los eventos deportivos internacionales en Rusia. En esta línea, el encargado del Mundial de Fútbol de 2018, Alexey Sorokin, expuso en una entrevista que la vida privada ha de mantenerse en la privacidad y continuó argumentando que los eventos deportivos no son el terreno para difundir distintas opiniones, “ni para nazis ni para otros estilos de vida”[2]. De esta manera, adelanta que los y las deportistas que acudan a Rusia tienen garantías de que no les afectara la normativa, siempre y cuando se mantengan opacos en la supuesta neutralidad del deporte.

Ante todo Rusia mantiene la posición de que no admitirá intrusiones internacionales a la hora de aplicar sus propias leyes, pero el interrogante de la comunidad internacional sobre qué ocurrirá con sus atletas y con el público asistente provoca a su vez que el discurso de las autoridades se mueva intentando aplacar estas dudas. Así, el 28 de octubre el presidente Putin declaró públicamente en el marco de la reunión con el nuevo presidente del COI Thomas Bach que los deportistas serán bienvenidos independientemente de su raza u orientación sexual. Lo cual no aclara las preocupantes advertencias del ministro de deportes ruso, quien dijo que “nadie está prohibiendo a un deportista con una orientación sexual no tradicional de ir a Sochi. Pero si sale a la calle y empieza a hacer propaganda, entonces por supuesto que se le llevará ante las autoridades. Como deportista, se debe respetar la legislación de un país”[3].

¿Y el COI? Antecedentes y expectativas

Ya durante el mundial de atletismo que se celebró este verano en Moscú se avivó la polémica[4] y se interrogo al Comité Olímpico Internacional (COI) sobre su posicionamiento ante esta ley. La Carta Olímpica expone en su articulado que cualquier forma de discriminación contra un país o una persona basada en consideraciones de raza, religión, política, sexo o de otro tipo es incompatible con la pertenencia al Movimiento Olímpico, por lo que el COI debería cuestionarse sobre si los Juegos Olímpicos de invierno deberían mantenerse en Rusia. Su respuesta en cambio ha ensombrecido la defensa de estos valores, al no exigir vehementemente a las autoridades rusas garantías para la seguridad, la libertad de expresión y asociación de las delegaciones deportivas y del público asistente. El COI ya ha dicho que no va a mover los Juegos Olímpicos de Rusia y parece que tampoco va a promover ninguna sanción contra el Comité Olímpico Nacional (CON) ruso que incluso ha calificado las reacciones como de histeria gay[5].

La vulneración de lo recogido en la Carta Olímpica durante los juegos de Sochi no va a suponer una situación novedosa. Tuvieron que pasar dieciséis años hasta que Sudáfrica, que mantenía el régimen de segregación racial desde 1948 fuera expulsada de los Juegos, y veintidós hasta que finalmente se le expulsó del Movimiento Olímpico. La actuación olímpica ante el racismo no fue tomada de raíz hasta que los Estados africanos, que fueron entrando en el olimpismo fruto de la descolonización, no actuaron con firmeza amenazando con boicots y realizando desplantes a los delegados deportivos sudafricanos pues estos se negaban a desmarcarse de las actitudes del régimen del apartheid.

La inmovilidad y el conservadurismo del COI a la hora de reaccionar por iniciativa propia ante los cambios político-sociales y añadiendo que el deporte (visto como pilar de la dominación androcéntrica) es un terreno particularmente hostil a la presencia de gays y lesbianas, cabe cuestionarse quién va a recoger el testigo que la máxima autoridad olímpica se está negando a tomar. Si se persigue acabar con todo tipo de discriminación en el deporte, erradicar el discurso heterosexista que ha dominado tradicionalmente este ámbito debería ser uno de los objetivos principales a desarrollar por las autoridades deportivas. Además, la alta difusión de los JJOO a través de los medios y su alta consideración para la comunidad internacional supone una gran oportunidad para que se disminuyan tanto las visiones estereotipadas y heterosexistas sobre la homosexualidad, como las visiones también estereotipadas de la masculinidad y la feminidad.

Los Estados

Fuera de Rusia numerosos actores de la sociedad civil han propuesto el boicot como reacción necesaria e incluso se han formado plataformas para exigirlo[6], pero esta medida no ha terminado de calar como una posible respuesta. La réplica a las peticiones de boicot es similar por parte de todos los Estados que priman la participación. Por ejemplo, Barack Obama respondió a las peticiones de varios congresistas que la mejor manera de actuar frente a “las actitudes” de Rusia es que “algunos atletas gais y lesbianas puedan traer a casa un oro, una plata o un bronce” y añadió que “si Rusia no tiene atletas gais y lesbianas, posiblemente eso vaya a hacer su equipo más endeble”[7]. El Reino Unido, a través del twitter de David Cameron, hizo firme su asistencia exponiendo que la mejor manera de actuar sería la participación en lugar del boicot. La respuesta alemana al boicot también pasa por estos argumentos, a los cuales el ministro de interior añade que “un boicot implicaría politizar el deporte y ahora mismo no entra en nuestro planes hacerlo”[8].

Así, los CONs acudirán a los Juegos Olímpicos de Sochi, eso sí, algunos de ellos están proponiendo introducir sutilmente algunos guiños en la vestimenta. Es el caso de la delegación alemana, que incluirá los colores del arcoíris en sus equipajes, y en Canadá se está presionando desde la asociación @RainbowSochi a los sponsors para introducir cambios en este sentido[9].

Los y las deportistas

La pasividad de los Estados/CONs y del COI deja a los y a las deportistas, principales protagonistas de los Juegos Olímpicos, en una situación incómoda al recaer sobre estos y estas el peso reivindicativo en caso de manifestaciones a favor de los derechos de las personas LGTB. Su vulnerabilidad en la protesta se puede atestiguar con la ya comentada inacción del COI, que al dar el visto bueno a la celebración de los juegos de invierno en Rusia está ayudando a invisibilizar la grave lesión a los derechos humanos que allí se está dando. Además, las autoridades olímpicas, amparándose en la propia Carta Olímpica, han prohibido a los y a las deportistas cualquier manifestación durante los juegos, ya que aclaran que no desean que estos sean utilizados como escenario para manifestaciones políticas. En consecuencia aquellos y aquellas deportistas que decidan durante la competición solidarizarse con las personas LGTB se podrían ver expuestas a sanciones. Cualquier deportista que haga algún gesto público de apoyo a la causa LGTB durante los juegos (se ha instado a que lleven un pin color arcoíris durante la inauguración y clausura de los juegos, aunque no es descartable otro tipo de iniciativas) se exponen o bien a una sanción deportiva por parte del COI[10] o bien a una sanción económica y/o penal por parte de Rusia[11].

¿Boicot o participación reivindicativa?

Desde Rusia algunos grupos de defensa de los derechos LGTB como el comité organizador de la Marcha del orgullo gay de Moscú y los fundadores de la prohibida “Pride House” de Sochi [12] contemplan la participación como la medida más adecuada, ya que un boicot puede ayudar a silenciar aún más las discriminaciones y la participación en cambio, podría ser una buena plataforma para la atención internacional[13]. En esta línea los Estados aseguran que la participación y la victoria es la vía adecuada para la protesta, pero su posicionamiento no responde al mutismo forzado al que se ven sometidos sus deportistas, que al manifestarse, podrían verse con duras sanciones que dañarían tanto su carrera como su seguridad. Aunque Obama argumente que la mejor manera es que “algunos atletas gais y lesbianas puedan traer a casa un oro, una plata o un bronce” no atiende a los medios precisos que ayuden a acabar con la gran hostilidad que reina en el mundo del deporte hacia las personas LGTB, ni por su puesto les apoya en su visibilización como deportistas LGTB. De poco sirve para la reivindicación que una atleta gane uno de los mayores prestigios deportivos si está no puede manifestarse como lesbiana en el propio evento.

El deporte olímpico, por mucho que insistan, no es algo insustancial y vacío de contenido; por lo tanto, para la observación de éste se ha de tener en cuenta que sin unas intenciones acordes y un fomento preciso también puede ser canalizado para la expresión de valores opuestos a los que defiende. En consecuencia, el debate acerca del boicot en Sochi, no sería como lo postulan el COI y Rusia (una politización del deporte o una histeria gay), sino una visualización de la vulneración de los propios valores olímpicos. Y puesto que el COI se ha posicionado con su no condena del lado del gobierno ruso, la participación reivindicativa parece ser el método más efectivo para minar la apropiación que se va a hacer de los Juegos Olímpicos desde Rusia. Habrá que esperar hasta el 7 de febrero, día de la inauguración, para comprobarlo.



[4] El beso entre dos atletas rusas en el podio del que luego se retractaron, las declaraciones defendiendo a su gobierno de Elena Isinbáyeva, la dedicatoria en la victoria de un atleta norteamericano a sus amigos homosexuales o las uñas pintadas del color arcoíris de dos atletas suecas

[6]El boicot ha sido propuesto desde personalidades del mundo del deporte como la snowboarder Hannah Teter; del arte como Stephen Fry en una carta abierta a David Cameron, hasta agentes políticos como miembros del congreso de EEUU o la ministra de justicia alemana

[12] Coalición de entidades y personas LGTB con el deporte en común, durante las competiciones deportivas la “Pride House” es un punto de encuentro que recibe tanto a deportistas como a espectadores, en estas “casas” también que se procura un fin didáctico sobre el deporte alejado de las visiones tradicionales

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