¿Egoísta, yo?

¿Egoísta, yo?

Mónica Quesada Juan atiende a la inquietud de una lectora, esta vez acerca del egoísmo: ¿Qué es? ¿De qué formas se manifiesta? ¿Es malo ser egoísta? ¿Y qué hay sobre el altruismo?

Sonia R. Arjonilla

Ilustración: Sonia R. Arjonilla

“¡Hola, Mónica! A lo largo de mi vida he ido entendiendo que los sentimientos amorosos, sobre todo en el marco de las relaciones de pareja, son complejos, variados, que no siempre responden al mismo proceso y que hacen que los motivos por los que continuar un relación sean distintos. También he aprendido que hay que aceptar una parte de necesidad personal, ¿un cierto impulso egoísta, tal vez?, pero la verdad es que yo esto no lo termino de asumir… No soporto sentir que ‘utilizo’ a alguien para algo. No me gusta pensar que las relaciones se basan, en parte, en eso. Siempre he huido de esas personas que, en la amistad como en el amor, pretenden llenar un vacío vital exprimiendo a la otra persona y ese tipo de cosas. ¿Tú qué crees?” Celia.

¡Hola, Celia! Tengo una mala y una buena noticia. La mala: todo el mundo es egoísta. La buena: este egoísmo puede ser sano si lo vivimos conscientemente. Me explico: tómate un instante para pensar en gente conocida que te parece egoísta: ese amigo que tan sólo piensa en sí, aun a costa de los demás; o aquella amiga que sólo te llamaba cuando se encontraba mal; o esa pareja que tuviste que sólo iba a su rollo sin contar contigo. Estos ejemplos serían la representación del egoísmo insano o inmaduro o, como tú dices, el de las personas que exprimen al resto.

En cambio, ni se nos pasará por la cabeza aquella amiga que estaba siempre disponible, ni aquel amigo que dejaba todo lo que estaba haciendo para ayudarte, ni la pareja que se amoldaba a todo lo que te apetecía. Estas personas que parecen lo opuesto a egoístas, son igual de egoístas que las anteriores, sólo que maquilladas de sacrificio.

La subjetividad es la base de la que partimos y, por tanto, todo lo que hacemos arranca de una interpretación y de una valoración propia

Todos los ejemplos anteriores no son más que un egoísmo mal entendido. El primero, el egoísmo insano o inmaduro, busca la satisfacción instantánea sin pensar en qué vendrá después. El segundo, el egoísmo disfrazado de sacrificio que, tras los esfuerzos, persigue sentirse querido, necesario y/o evitar el conflicto o la culpa, pero obtiene igualmente algo a cambio.

Todo el mundo es egoísta. Es imposible no serlo, básicamente porque también lo es que vivas sin estar en ti. Es decir, toda tu vida la vives a través de ti y, por tanto, la medida de las cosas eres tú. Todas las cosas son vividas, interpretadas y valoradas por ti. Parece una evidencia pero, desgraciadamente, se nos olvida a menudo. La subjetividad es la base de la que partimos y, por tanto, todo lo que hagas arranca de una interpretación y de una valoración tuya. Sin ti no habría tal interpretación y, por tanto, todo lo haces porque algo obtienes a cambio. Y si no, ¿en función de quién eliges pareja?, ¿o por qué llamas a esta amiga en vez de a aquella? Seguramente, las respuestas tendrán algún componente positivo para ti y no por ello utilizas a esas personas para exprimirlas.

Llegadas a este punto, tal vez te preguntes: ¿y qué pasa con el altruismo? El altruismo es también egoísmo. Una de las creencias limitantes y engañosas de nuestra cultura es que hay que dar sin esperar nada a cambio…, pero siempre se espera una satisfacción. Imaginemos que prestas tus servicios en una ONG de manera voluntaria, ¿por qué lo haces? Supongamos que para ayudar. Esa ayuda, ¿qué supone para ti? Te reconforta saberte útil o sabes que de no hacerlo podrías sentirte culpable o, simplemente, te hace sentir bien. Estos motivos son egoístas, pero no por ello negativos. Lo haces porque obtienes algo a cambio, basándote en la premisa del sano egoísmo: yo gano, tú ganas.

La expresión hawaiana ‘Majal/majal’ (te agradezco que me hayas ayudado/te agradezco que me hayas dejado ayudarte) reconoce que el proporcionar ayuda también es satisfactorio

En Hawai tienen la expresión ‘majal’, que es el equivalente a nuestro ‘gracias’, pero también a nuestro ‘de nada’. Así, cuando una persona ayuda a otra, la fórmula utilizada es ‘majal/majal’ (te agradezco que me hayas ayudado/te agradezco que me hayas dejado ayudarte), reconociendo que el proporcionar ayuda también es satisfactorio.

Ahora bien, aunque todo el mundo sea egoísta, no todo el mundo practica el egoísmo de una manera saludable y sana. Existen tres tipos:

  • Egoísmo insano o inmaduro. Su premisa básica es ‘yo gano y es probable que tú pierdas’. Es la búsqueda de la recompensa inmediata sin contemplar las consecuencias, en donde existe poco autocontrol o capacidad de frustración. (Ver los comentarios del artículo de Calientapollas). En una relación sexual, este tipo de egoísmo es aquel en el que la persona utiliza a otra como un objeto y tan sólo para satisfacer sus deseos. Es la satisfacción inmediata centrada en el recibir, se pierde la satisfacción de dar.
  • Egoísmo del sacrificio. Parte del ‘tú ganas y yo ya veré’. Consiste en estar disponible para el resto, a pesar de ti; en no poner ningún límite porque eso sería ser ‘egoísta’; en aceptar cualquier petición en detrimento de ti, sin caer en la cuenta de que es porque algo estás obteniendo a cambio. Normalmente, las personas que practican el sacrificio pueden disfrutarlo hasta que se dan cuenta de que su vida depende de las necesidades de los y de las demás. Este tipo de egoísmo tiene más carga en la educación de las mujeres, en las que el mensaje recibido es que, si se piensa en una misma, se es una egoísta…y esto no es nada deseable socialmente, y más en la mujer. Por tanto, el foco se centra en complacer, perdiendo de vista así el propio placer.

Para practicar el egoísmo sano o maduro es imprescindible aprender a quererse bien y a responsabilizarse de los propios actos

  • Egoísmo sano o maduro. Su principio es ‘yo gano y tú ganas’. Para practicarlo es imprescindible aprender a quererse bien, a responsabilizarse de los propios actos y a cultivar lo que se quiere recoger. En las relaciones de pareja, este egoísmo lo practicaría aquella persona que cuida la relación porque sabe que eso le beneficiará. No lo hace por la otra persona (aunque por extensión también), sino porque sabe que eso le va bien y le beneficia, puesto que contribuye a crear las circunstancias en las que se siente bien.

 

Imagínate que te gustaría tener una relación con alguien en la que compartas estabilidad e intimidad. Si jugamos con estas tres opciones, sería de la siguiente manera:

 

  • Egoísmo insano o inmaduro. Esa estabilidad e intimidad la quieres ya y te empeñas en conseguirla lo antes posible, que para algo has iniciado la relación. Es el egoísmo del aquí y el ahora, en la que no se suele disfrutar del camino, sino que sólo se disfruta tras la obtención de los objetivos marcados por ti, sin percatarse que una relación es de dos y se construye en conjunto. Si das con una persona egoísta sacrificada, puede ser que funcione… pero la expresión ‘relación sana’ quedará fuera de juego.
  • Egoísmo del sacrificio. Aunque tú tengas tus objetivos, es probable que se desdibujen ante los objetivos de la otra persona, centrándote en que la otra persona se sienta bien aún si esta no quiere lo mismo que tú. Y años después te preguntarás: ¿Qué es lo que quería? o “He sacrificado todos estos años para nada”.
  • Egoísmo sano o maduro. Cultivarás lo que quieres recoger y harás aquello que creas conveniente, respetando el ritmo de la otra persona y teniéndote en cuenta a ti, al mismo tiempo. Si tú estás bien, todo irá mejor y no olvidarás que la otra persona no es responsable de tu felicidad, sino que contribuye a ella.

 

Así llegamos a la conclusión de que alguien que practica el sano egoísmo no intentará llenar sus vacíos con otras personas, sino que se responsabilizará de lo suyo y creará las condiciones para solucionar sus cuestiones propias y sus conflictos sin responsabilizar al resto. Ya lo decía Fritz Perls:

Yo soy yo
Tú eres tú.
Yo no estoy en este mundo para cumplir tus expectativas
Tú no estás en este mundo para cumplir las mías.

Tú eres tú
Yo soy yo.
Si en algún momento o en algún punto nos encontramos
será maravilloso
si no, no puede remediarse.

Falto de amor a mí mismo
cuando en el intento de complacerte me traiciono.
Falto de amor a ti
cuando intento que seas como yo quiero
en vez de aceptarte como realmente eres.
Tú eres tú y yo soy yo.

 

 

Download PDF

Artículos relacionados

Últimas publicaciones

Download PDF

Título

Ir a Arriba