Conversas al islam: agencia, piedad y feminismo

Conversas al islam: agencia, piedad y feminismo

La investigación de Itzea Goikolea Amiano rompe con los estereotipos islamófobos y sexistas para subrayar la capacidad de acción y decisión de las mujeres que abrazan la religión musulmana

30/07/2013

Itzea Goikolea Amiano

Isa Diagonal islamofobia

Viñeta de Isa para el periódico Diagonal

Este artículo es un resumen del trabajo de investigación Feminismo y piedad: un análisis de género en torno a las conversas al islam, que realicé como tesina del Máster de estudios feministas y de género en la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea en 2012. La tesina se centró en varias mujeres conversas al islam, que fueron entrevistadas y con algunas de las cuales la autora compartió enriquecedores momentos. El trabajo fue galardonado con el Premio María Goyri a la inclusión de la perspectiva de género en los trabajos de fin de máster de la UPV/EHU.

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Islam hegemónico patriarcal VS. Feminismo islámico

Cada sexo tiene una fitra (esencia) y una identidad propia, por lo tanto las funciones sociales de mujeres y hombres son ‘diferentes’, y ‘compatibles’. La maternidad como paradigma de lo femenino. La tradición profética y exegética esencializada, el templo de los privilegios masculinos en el acceso al poder. Estas y otras claves que tan familiares nos resultan se desprenden de documentos orales y escritos jurídicos, históricos y doctrinales de lo que denominé ‘el discurso islámico hegemónico patriarcal’.

Que el islam patriarcal sea el mayoritario y el hegemónico, no obstante, no significa que las musulmanas no se enfrenten a ello, ni que asuman sumisamente los mandatos patriarcales que se les pretenden imponer en nombre de la religión. Algunas de las conversas entrevistadas, de hecho, son feministas. Tal y como han hecho los feminismos con otros muchos ámbitos a lo largo de la historia, las feministas islámicas deconstruyen, reinterpretan y viven el islam desde un posicionamiento radical de crítica al discurso hegemónico y patriarcal islámico y de defensa de una igualdad de mujeres y hombres, de todas las personas y colectivos. Nasreen Amina, conversa chilena y activista, comienza un recomendable relato suyo, Feminista por voluntad de Dios,  diciendo: “Soy musulmana porque soy feminista”.

El feminismo islámico tuvo un gran peso en la tesina. Y es que, para mí, poder analizar las propuestas y el trabajo de las compañeras feministas era una manera de deslegitimar ‘desde dentro’, por así decirlo, ese discurso islámico hegemónico y patriarcal, así como las premisas que, aunque de forma ‘velada’, guían los argumentos islamófobos, los de género en particular.

El posicionamiento epistemológico y político del trabajo, marcado también por mis propias experiencias vitales, se basaba en el rechazo a todas las formas de islamofobia y, sobre todo, la ‘islamofobia de género’; y en el rechazo al patriarcado, fuera cual fuera la máscara tras la que se escondiera. Estos dos sistemas de opresión, qué duda cabe, afectan de manera significativa a las mujeres que han abrazado el islam. También condicionan la manera en la que ellas dialogan con los mismos. La tesina, como este artículo, trata algunas de estas formas de dialogar, denunciar, y vivir. Y del posible empoderamiento (o no) que reside en cada una de ellas.

Islamofobia de género y conversión

La islamofobia de género es un término que hace referencia a las actitudes xenófobas e islamófobas que también se mezclan con discursos sexistas y misóginos y que oprimen, discriminan y se ceban doblemente con las musulmanas que con los musulmanes. Un claro ejemplo es la idea, muy extendida en nuestra sociedad, de que la única razón de estas mujeres para convertirse al islam es el hecho de tener pareja (siempre asumiendo una heterosexualidad) musulmana. ‘Normalmente’ no se entiende que busquen y encuentren otras razones; y el problema es que con estas actitudes se perfila una actitud totalmente paternalista y patriarcal, que deja a estas mujeres sin agencia, sin capacidad de decisión y acción.

Cierto es que si bien las parejas musulmanas de nacimiento son una vía a través de la cual muchas de las mujeres que entrevisté han accedido al islam, ello no hace de ellas unas ‘conversas por amor’ a secas; aunque el amor ha podido jugar un papel importante en la decisión de entrar en el islam de algunas, es un aspecto que está en conjunción con otros elementos. Otras de las razones que contribuyeron, según las trayectorias y necesidades vitales de cada una de las entrevistadas, a que entraran en el islam son el calor de la comunidad islámica, la Umma, así como las prescripciones de la prohibición del alcohol y las drogas; y también la sed, intuición o curiosidad espiritual. En este sentido, recomiendo una entrada del blog de Natalia Andújar, feminista islámica que se encontraba entre las entrevistadas en esta investigación, “Debemos huir de cualquier visión esencialista del feminismo y el islam”, escrita por Beatriz Tostado, en la cual se explica grosso modo la entrada de Andújar en el islam (https://ndeyeandujar.wordpress.com/2013/04/01/debemos-huir-de-cualquier-vision-esencialista-del-feminismo-y-el-islam/).

En algunos casos, otro factor importante que estimuló la conversión fue el control de los nuevos modelos de género. El islam ofrece a las que entienden los sexos de una manera esencialista y atribuyen a la masculinidad un carácter innato de pulsión sexual unas normas de género estrictas que les llevan a controlar la sexualidad de los hombres. Adscribiéndose a este marco, pueden frenar los impulsos que en experiencias y relaciones anteriores, marcadas por la infidelidad, les han acarreado sufrimiento.

De todas maneras, lo que quedó claro a lo largo de la investigación es que es la suma, el conjunto de los varios elementos arriba citados, u otros, la que constituye el foco de atracción que el islam representa para cada una de ellas. Es decir, son varias las causas de conversión, y no una. Además, los vacíos que el islam llena en cada una de ellas están relacionados con la propia biografía, así como con lo que cada una de ellas proyecta sobre la religión, como no podía ser de otra manera, tanto en términos generales como en los específicos de género.

Piedad, agencia y feminismo

Si bien entrevisté e incluí textos de varias feministas islámicas, no todas mis interlocutoras eran feministas. Por ello, en lo que pretendo hacer hincapié en lo que queda de artículo es en el otro discurso que predominaba entre las nuevas musulmanas, y que denominé ‘pío’. De base patriarcal, en los relatos de algunas conversas aparecía la esencialización de los sexos y el discurso de la complementariedad de los mismos, claramente jerarquizada. En este caso, el planteamiento que me hice fue si se podían reconocer algunas formas de negociación del patriarcado en su modo de ejercer agencia. Es decir, si se gestaban espacios de empoderamiento en el seno de la capacidad de decisión y acción de estas mujeres pías.

Inspirándome en el trabajo de Saba Mahmood Politics of Piety: The Islamic Revival and the Feminist Subject aprehendí el sesgo etnocéntrico y normativamente secular que la propia definición (¡no ya de feminismo! sino) de agencia o la capacidad de decidir y actuar ha adquirido en el feminismo occidental laico. Desde ese punto de partida, el trabajo de Mahmood me llevó a, primero, intentar entender la lógica del discurso de estas mujeres pías, para después desligar esa forma de entender y vivir la vida de lo secular y del progresismo izquierdista que predomina en el feminismo ‘de aquí’, y en mí misma. Así, busqué acercarme a su modo de entender, vivir, soñar, experimentar y proyectar la vida, y poder reconocer en ello un modo concreto de ejercer agencia. Dicho reconocimiento incluía valorar el lugar donde reside su empoderamiento para, por último, valorarlo en términos feministas.

Las distintas formas de ejercer esa capacidad de decisión y acción, la feminista y la pía, dieron el título a la tesina. La piedad, que tradicionalmente ha sido considerada desde el feminismo secular como la antítesis de cualquier forma de empoderamiento femenino es, para algunas de las conversas que entrevisté, un objetivo fundamental que guía sus vidas. Lograr, in-corporar, actuar, entender y manifestar la piedad, con el objetivo de obtener la gracia y las bendiciones divinas las conduce a llevar a cabo una serie de transformaciones de su ‘yo’, que se sitúan tanto en lo externo (gestos, vestimenta, lenguaje) como en lo interno (emociones, intelecto). Así, la armonización de las diferentes partes que conforman el ‘yo’ da lugar a la piedad, que se aplica en todos y cada uno de los aspectos y ámbitos de la vida.

La razón de ser del binomio del título, pues, reside en que si bien la capacidad de acción feminista es, por definición, antipatriarcal, la pía no lo es, porque no deconstruye sino que refuerza el patriarcado del islam hegemónico. Por ejemplo, según el discurso pío, la modestia o el pudor es un valor importante que la persona pía debería en-carnar, sobre todo las mujeres. Así, la vestimenta recatada sigue la lógica del control de las pasiones y los impulsos que se basa en la comprensión de los sexos de manera esencializada, según la cual las mujeres y sus cuerpos despiertan los instintos masculinos. Así que estas mujeres reproducen y, haciéndolo, refuerzan dicho discurso patriarcal. El recato a la hora de vestirse podría ser una de las manifestaciones de la adopción de dicho valor, aunque también tiene su correspondiente interior, intelectual y emocional (el control en la manera de expresarse, por ejemplo).

Ahora bien, ¿ello significa que estas mujeres no tienen espacios de empoderamiento?, ¿quiere esto decir que no existe negociación alguna, aunque sea diferente la que marcan los feminismos? No fue tal mi lectura. Aunque estas mujeres no sean feministas, porque no tienen una agenda feminista (que simplificando podría resumir en el objetivo implícito o explícito de subvertir las jerarquías del sistema sexo-género), sí que utilizan algunos argumentos feministas cuando comentan, a la luz de la islamofobia que perciben en su entorno y que asume el carácter patriarcal del islam, que las no musulmanas de ‘aquí’ también viven en el seno de un sistema patriarcal que, entre otros, las cosifica.

Más destacable que esto, no obstante, resulta la negociación que hacen de algunos privilegios masculinos que derivan del patriarcado, que además sólo se pueden producir en el marco de su discurso pío. Por seguir con el recato en la vestimenta, en varias ocasiones estas conversas denunciaron la doble moral de algunos hombres musulmanes que, según ellas, toman lo que les interesa del discurso religioso y dejan lo que no les conviene, como cuando pretenden o desean que ellas adopten un modo de vestir que sea recatado, mientras que ellos no lo hacen. Y es que, si bien el discurso pío significa de manera distinta el recato femenino y el masculino, ello no implica que los hombres no deban seguir la modestia que también a ellos les corresponde.

Es en la lógica de ese discurso pío (cuyo análisis me llevó a reconocer muchos elementos y aspectos que aquí me resulta imposible explicar) donde se perfila esta capacidad de negociación de los privilegios masculinos, como resulta obvio en el ejemplo citado, aunque no es el único. Así pues, volviendo a la lógica que guía ambos discursos, la reivindicación de la igualdad de hombres y mujeres en piedad no se refiere tanto a la injusticia intrínseca de las desigualdades de género (agencia feminista) como a la coherencia que tiene que haber entre lo interno y lo externo de cada persona, hombre o mujer, con respecto a Dios, a su mensaje y a lo que se entiendan como sus prescripciones (agencia pía).

Sin embargo, aunque la lógica sea diferente, creo que es relevante, tanto para los análisis desde la perspectiva de género como para la acción política feminista, ver y reconocer estos u otros modos diversos de actuar que incluyen, aunque no se limitan a, la denuncia de la ostentación de unos privilegios masculinos y el establecimiento de unas pautas que se ajustan a las necesidades de ellas. Aunque, o quizás precisamente, esta forma de actuar resida en una concepción de la piedad en términos holísticos y religiosos, y no en un discurso feminista secular.

La parte prescriptiva y política del feminismo es la que nos lleva a imaginar, querer y reivindicar un mundo más justo, y la parte analítica del feminismo, teoría crítica por definición, la que nos lleva a rechazar unas fotografías analíticas simplistas que contribuyen a la opresión de ciertas personas y colectivos. Por eso, creo, es importante profundizar en las estrategias que usamos para ver y comprender la vida y, sobre todo, aquello que es ajeno a ‘nuestro’ modo de entenderla. De esta manera, podremos situarnos en un lugar más realista, respetuoso y crítico con quien no comparte unos postulados feministas, también podremos profundizar en el autocuestionamiento que debe preceder a la crítica hacia fuera, y no caeremos en binomios y categorizaciones falaces que reduzcan esa mirada crítica que caracteriza al feminismo.

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