Manías
Llamadme maniática, pero si hay una causa que me parece prioritaria es que se me considere miembro del género humano. Con la reforma de la ley del aborto, las mujeres dejamos de ser personas para pasar a ser cálices sagrados o, mejor dicho, recipientes de semen. Y no veo que los movimientos sociales se estén ocupando, salvo el feminismo.
Anaïs S.C.
Llamadme maniática (no seríais lxs primerxs), pero no me motiva especialmente comprometerme del todo con ninguna causa o ideología que no me considere persona. Hay millones de cosas por las que luchar: la defensa de un sistema económico no homicida para el que lo más importante sean las personas y el medio ambiente en el que se desenvuelven, garantizando un justo reparto de los recursos, por ejemplo. El respeto profundo e incondicional a todas las lenguas que se hablan, por muy minoritarias que sean. Esas serían causas con las que me comprometería sin pensármelo, hasta la médula. El problema es que, actualmente, me parece de más prioridad que se me considere miembro del género humano y no del mundo de las ideas… Me explicaré.
En estos momentos se está preparando una reforma de la actual ley del aborto, de la cual ha trascendido bien poco: para empezar, no sabemos ni quién la asesora (aunque podamos tener algunos indicios, por el olor a azufre e incienso y tal). Pero lo básico básico de la nueva norma sí que lo sabemos: que las mujeres dejamos de ser personas, es decir seres individuales con una experiencia propia única, para pasar a ser cálices sagrados o, mejor dicho, recipientes de semen. Eso es público; quiero decir, que todo el mundo lo sabe y todo el mundo escuchó a Gallardón decir eso de que está protegiendo lo más sagrado de ser mujer… Esperad, tengo las palabras exactas: la reforma del aborto protegerá “el derecho por excelencia de la mujer: la maternidad”. Eso es que las mujeres volvemos al mundo ideal del cansino de Platón: pasamos a ser un mero concepto, una idea, la de MUJER (así, en singular y en mayúsculas), que obviamente se define por la maternidad. Lo repito pero con otras palabras: un único proceso fisiológico determinando la totalidad de nuestra existencia. Eso es precisamente lo que hay detrás de esta reforma.
Y a pesar de ser público, a pesar de las barbaridades, los ataques, el odio que se transmite hacia las mujeres con estos discursos y estas políticas (la desaparición de la ley de la dependencia es otro ejemplo)… no veo que se le esté haciendo mucho caso desde los movimientos sociales. O, como mínimo, no el caso que se merece. Me gustaría creer que es porque la gente no se cree del todo lo que está pasando o no es consciente de todo lo que hay detrás de esta retórica pro-vida. Pero a lo largo de mi vida me he tragado tanto el trillado discurso de “primero haremos una revolución, y luego ya pedís vosotras lo que queráis”, que me parece que lo vuelvo a adivinar detrás de todas esas pancartas y debates súper alternativos. Llamadme maniática, pero yo no me siento cómoda luchando por ninguna causa en la que mi condición de persona, de individuo, quede en stand by hasta que se consiga todo lo demás.
Por eso, hasta el momento, ninguna lucha me ha convencido tan al 100% como la feminista. Y creo que el objetivo principal de ésta debe ser la confrontación radical al esencialismo. El movimiento feminista es, por si mismo, anti-esencialista: la diversidad de posturas, de opiniones enfrentadas, de debates a niveles increíbles… hace del feminismo el movimiento político más rico, en mi humilde e inexperta opinión. Y, a pesar de que yo pueda inclinarme hacia unas u otras posturas, nunca me siento fuera de lugar. Porque la contribución que yo pueda aportar, hecha desde mi propia experiencia individual, cuenta para construir la identidad colectiva, para visibilizar nuestra historia. Por eso, y por ahora, la auténtica lucha -en la que se incluyen todas las demás- es para mí la lucha feminista. Llamadme ingenua, si queréis. O maniática.