Cuando el soma es sema, algo no funciona

Cuando el soma es sema, algo no funciona

Nos dicen que nuestro cuerpo, por razones que igualmente no forman parte de nuestra elección, es un estorbo. Eso cala, también en las empoderadas y modernas

21/02/2013

Silvia Bellón Sánchez

Nuestra relación con el cuerpo es, desde hace muchos años, un tema complicado. Ya Platón, hace más de 2.000 años a través de su dualismo antropológico, presentaba al cuerpo como un obstáculo para retornar al mundo inteligible, el mundo de las ideas. El soma (cuerpo) se convertía así, en el sema (tumba) de las aspiraciones más elevadas, las del alma. En nuestra cosmovisión este dualismo sigue presente y no exento de tensiones. A partir del juego de palabras de Platón, me gustaría abordar, desde mi propia experiencia y mi entorno más próximo, la cuestión de cuánto el soma se convierte en sema en el caso de las mujeres.

El cuerpo femenino es un estorbo. No sirve para nada más que para ser minusvalorada, agredida y esclavizada. La naturaleza te ha dotado de un cuerpo débil que no te permite ser competitiva. Tener la regla hace que no puedas sentirte fuerte y rebosante de energía todos los días, quedarte embarazada trunca tu carrera profesional, las formas de tu cuerpo te convierten en un objeto sexual.

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Éstas son algunas ideas que, me parece, van cristalizándose en un discurso que me apena tanto, como logra calar en los interiores de muchas mujeres, empoderadas, modernas y jóvenes, que queremos algo más que la vida que han llevado muchas de nuestras predecesoras, y llevan muchas de nuestras coetáneas. Queremos cambiar el rumbo de la sociedad, desarrollarnos profesionalmente, ser respetadas y tomadas en cuenta por nuestros conciudadanos, y por nuestros círculos afectivos, ser madres o no, y por supuesto ser amadas tal y como somos.

Hay muchos días que eso me parece posible. Pero otros como hoy, no tanto.

La cuestión es que me pregunto si podemos lograr una vida plena mientras sigamos persiguiendo, como decía Galeano, ser como ellos. Al hablar de ellos, no me refiero al conjunto de lo que llamamos el género masculino. Me refiero a ellos, los que se identifican con el hombre prototípico, el patriarca, el que dicta las reglas del juego y oprime y menosprecia a todos los seres vivos que no son como él.

¿Cuántas veces nos hemos declarado antipatriarcales, feministas, y acto seguido hemos pensado: ¡qué fácil sería la vida si no tuviésemos la regla, ni que pensar en embarazos, si tuviésemos más fuerza, y no tuviésemos los pechos tan grandes o tan pequeños!? Me hace reflexionar.

¿No sería más razonable decir: ¡qué fácil sería la vida si los sistemas sanitarios se ocuparan de investigar y aliviar lo que en mi cuerpo provoca dolor, si tuviese siempre garantizada la posibilidad de decidir qué hago con el potencial reproductivo que hay en mí, si la gestación y la crianza fuesen procesos valorados y compartidos en que nadie se sintiese explotado, si mi menor masa muscular no fuera una razón para tener miedo, y si en definitiva mi cuerpo, con todas sus luces y sus sombras, fuese respetado como cualquier ser humano merece!?

Otro par de ejemplos, quizás ayuden a comprender mejor a dónde quiero llegar.

Pertenecer al fototipo VI es un estorbo. No sirve nada más que para ser minusvaloradx, agredidx y esclavizadx. El color negro en la piel es una mala jugada del destino. Tener la piel negra hace que te tengan miedo, coarta tu carrera profesional, y te empuja a ser pobre. Eso calaba en las conciencias, y a veces cala.

Sentir atracción por personas de tu mismo sexo es un estorbo. No sirve nada más que para ser minusvaloradx, agredidx y esclavizadx. La homosexualidad es un defecto de la naturaleza que hay que corregir. Ser homosexual te hace ser un pervertido, te impide tener familia, y te convierte en alguien que da mal ejemplo. Eso calaba en las conciencias, y a veces cala.

Nuestro cuerpo, por razones que igualmente no forman parte de nuestra elección, es un estorbo. Eso cala.

Así funciona el patriarcado, así funciona el racismo, y así funciona el heterosexismo. Son patrones únicos y excluyentes en el que nos empeñamos en caber, hasta el punto que terminamos odiando a nuestros propios cuerpos y deseos.

Y yo digo que nuestro cuerpo no puede ser un enemigo. Que no es posible empoderarnos desde cuerpos rechazados, desprestigiados, objetualizados y temerosos.

Por ello, entre otras cosas, acepto menstruar, acepto la posibilidad de quedarme embarazada, y acepto no avergonzarme de tener pecho y curvas. Desde ahí, exijo no ser menospreciada, agredida o esclavizada por ello. Desde ahí, me comprometo a no asumir que las normas, lo que es bueno, lo que es relevante y lo que es objetivo, está establecido y no se puede cambiar.

Cuando el soma se convierte en sema, algo no funciona y debemos actuar.

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