A mi reloj le faltan horas

A mi reloj le faltan horas

Rebeca Vieira Martín

Y es que el estilo de vida actual ya no cabe en 24 horas. Para comenzar, la perspectiva de vivir hasta los 80 años ha cambiado las reglas del juego. Debemos alimentarnos de forma sana y variada. Lo que requiere mantener la tradición de nuestras abuelas, que se dedicaban a ello y […]

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11/12/2012

Rebeca Vieira Martín

Y es que el estilo de vida actual ya no cabe en 24 horas. Para comenzar, la perspectiva de vivir hasta los 80 años ha cambiado las reglas del juego. Debemos alimentarnos de forma sana y variada. Lo que requiere mantener la tradición de nuestras abuelas, que se dedicaban a ello y a falta de otro oficio, llevar una casa y preparar el menú de toda la semana era su único deber. Esa ocupación, lejos de ser un mero pasatiempo, les tomaba más horas que una jornada laboral regular; además de ser un trabajo sin fines de semana, pues la familia come todos los días, incluidos los festivos.

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Mi generación pretende lograr lo mismo que nuestras heroicas abuelas, manteniendo el hogar en un estado habitable y no abusar de la traicionera comida rápida; y todo ello compaginado con un trabajo que se lleva mínimo 40 horas semanales, sin incluir lo que nos toma ir y volver de éste.

Pero la cosa no se queda aquí, llega la recesión del 2008 y la inestabilidad laboral nos arrastra al punto de renovarnos o morir. Desesperados por sobrevivir, buscamos superar a nuestros competidores en estudios e idiomas. Nos convertimos en amas de casa, trabajadoras y estudiantes, todo ello al mismo tiempo.

No obstante, comprimir tres vidas en una sola, no es el único reto al que mi generación se enfrenta. También, las reglas sociales han cambiado, y mientras que a nuestros abuelos los mantuvo unidos la tradición, la religión y ese tácito intercambio de servicios llamado matrimonio; mi generación va a tener que espabilar para mantener a su pareja por méritos propios. Y para ello el gimnasio, el esfuerzo, y unas pocas actividades compartidas van a tener que incorporarse en ese ya desbordado horario.

¿Cómo organizarse con este panorama? Hay quién me asegura que debo priorizar y renunciar a algunos de mis objetivos. El problema surge cuando nuestra ambición no nos permite decidir que faceta sacrificar y al final, el estrés y una mala gestión del tiempo acaban por mermar nuestra capacidad de afrontar el día.

En mi opinión, y aun continúo en pleno aprendizaje sobre esta materia, no hay que renunciar a nada, sino que mantener una actitud realista en cuanto a las actividades que nos proponemos a hacer y el tiempo con el que contamos para desempeñarlas. No debemos caer en el error de fijarnos demasiados objetivos en un día. Porque al final de éste, cuando no hayamos logrado la consecución de todos ellos, nos iremos a la cama con el sabor amargo del fracaso. Y no hay nada más contraproducente que un cerebro estresado y un alma golpeada por la censura interior.
Si en cambio, nos proponemos unas metas alcanzables, aunque menos ambiciosas, lograremos cumplir esos objetivos de manera más eficiente y disfrutando, a la vez, de lo que hacemos. Sin olvidar nunca, parar por un instante a felicitarnos por todo el camino andado.

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