Cosa de hombres (y de mujeres)

Cosa de hombres (y de mujeres)

Bycho Costa

En los primeros días de este año se conoció el dato de la cantidad de mujeres asesinadas en Argentina durante 2011: 282. Y la cifra parte sólo de los casos aparecidos en los medios, los cuales fueron reseñados por el Observatorio que lleva adelante la ong La Casa […]

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11/04/2012

Bycho Costa

En los primeros días de este año se conoció el dato de la cantidad de mujeres asesinadas en Argentina durante 2011: 282. Y la cifra parte sólo de los casos aparecidos en los medios, los cuales fueron reseñados por el Observatorio que lleva adelante la ong La Casa del Encuentro. Fueron 22 más que el año anterior, y por debajo de esta estadística están otros cientos que no fueron mediatizados, que todavía no pudieron llegar a ser visibles.

Creo, y eso motivó este texto, que el año que pasó fue el año del femicidio. Claro que no en un concepto con ánimo festivo, a lo que me refiero es que en tanto existen, el año pasado fue cuando el término comenzó a ser conocido, a circular por los medios de comunicación, y no sólo ser de conocimiento de aquellos que luchan por su erradicación.

“El término Femicidio es político, es la denuncia a la naturalización de la sociedad hacia la violencia sexista. El Femicidio es una de las formas más extremas de violencia hacia las mujeres, es el asesinato cometido por un hombre hacia una mujer a quien considera de su propiedad. El concepto Femicidio fue desarrollado por la escritora estadounidense Carol Orlock en 1974 y utilizado públicamente en 1976 por la feminista Diana Russell, ante el Tribunal Internacional de Los Crímenes contra las Mujeres, en Bruselas”, explican desde La Casa.

Hacer entender que no existen cosas tales como los “crímenes pasionales” es tarea complicada, pero por suerte en algunos medios empieza a entenderse. El femicidio es la expresión más brutal de la violencia de género, pero no es la única, y en la organización de la sociedad se dan todo el tiempo. Me parece que esa es la parte más difícil de comprender. Muchas veces escucho “¿por qué cuando le pegan a un tipo no es violencia de género?”. No lo es porque la sociedad no es igualitaria, porque la violencia contra las mujeres en todas sus formas tiene que ver con una estructura social que deja el poder en las manos de los hombres. Porque si una mujer le pega al esposo es un hecho aislado, particular o en todo caso para encuadrar en otro ámbito. Cuando un tipo le pega a la esposa lo que hace es concretar en forma explícita una violencia que es sicológica, que es social.

¿Por qué la mujer tiene que soportar que por la calle le digan cosas? Porque los hombres creen, y muchas mujeres también, que es un halago, que si es con respeto y no una guarrada está bien. ¿Y quién nos dio ese derecho? ¿Cómo saber si incomodamos o no a esa persona? Está lleno de lugares comunes que reflejan claramente esta desigualdad, desde la supuesta superioridad masculina para el manejo de autos hasta las diferencias salariales para mismos puestos. Desde chicos somos programados para funcionar bajo este formato: las nenas a limpiar, cocinar y criar; y los varones a jugar a la pelota, a trabajar y disfrutar de su tiempo libre como quieran. Y todo esto plasmado en el querido consumo de artículos que perpetúan el esquema.

El verano es especial para observar eso que sinceramente como término odio, pero que es una realidad: la cosificación. Comienzan las publicidades y vemos desfilar sendos cuerpos femeninos ligeros de ropas; y no pienso pecar de hipócrita y negar el disfrute visual de esas figuras, pero puede decirse que es innecesario. Nadie tiene que recordarnos cómo es una figura femenina –la vemos todos los días al salir a la calle-, y mucho menos cuando se trata de un estereotipo, un canon de belleza que deja por fuera a muchas mujeres que después de ver la tele no se sentirán muy cómodas de ir a la playa. Siendo tomador de cerveza de varios años puedo testimoniar que ninguna marca me dio las satisfacciones que muestran en sus publicidades, y en cambio sí me dejaron un abdomen prominente el cual seguramente me excluiría de cualquier casting de publicidad de sus marcas.

Hace un tiempo atrás me tomaba la libertad –porque para eso está-, de escribir en clave de humor ácido sobre la “moda” de prender fuego a las mujeres. Un poco ofensivo para alguien, seguramente, ese es el riesgo; pero con la intención de hacer pensar, como intento hoy, aunque sin la pericia necesaria. Desde ese momento a hoy pasó más de un año, y en ese entonces todavía no estaba tan claro esto sobre lo que hoy escribo. Los asesinos son las parejas, lo ex maridos, novios, etc. En el medio están los hijos, también víctimas, a veces fatales. Creo que algo pasó, un click, que algo está en marcha, y hoy este texto sale “serio”. Porque en el Congreso espera un proyecto que incorpore la figura del femicidio al Código Penal, porque las pendejas de 11 años siguen esperando por poder abortar, porque siguen pensando que las minas trabajan de putas porque les da guita. Porque los crímenes no tienen que ver con la pasión, y todavía falta mucho por entender.

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