El semiarmario de Elena Anaya

El semiarmario de Elena Anaya

"La supuesta defensa de la privacidad no es tal, sino más bien mantenimiento de un secreto que impide que se legitimen socialmente comportamientos o identidades que deben ser equivalentes a la heterosexualidad. Salir del armario no apela a la tolerancia, sino a la libertad y la igualdad, y es un derecho social", responde Beatriz Gimeno a quienes defienden a Elena Anaya por dedicar el Goya a su "amor", sin marca de género.

22/02/2012

Ha levantado mucha polémica el hecho de que Elena Anaya dedicara su Goya recién conseguido a “su amor”, así sin sexo. Y si ha levantado polémica es porque a estas alturas todo el mundo parece saber que el amor de Anaya es una mujer y puesto que esto es ya público, parecería que visibilizarlo como tal hubiera significado un apoyo importante en la lucha contra la homolesbotransfobia y más aún en este momento, cuando los avances legales de los últimos años están en peligro por culpa de la política del PP. Ante la avalancha de críticas a Anaya, inmediatamente salieron otras personas afirmando lo que se dice siempre en estos casos: que no se puede exigir a nadie que salga del armario, que eso es una cuestión privada, que ella decidirá cuándo y dónde hacerlo público y si quiere hacerlo.

La supuesta defensa de la privacidad no es tal, sino más bien mantenimiento de un secreto que impide que se legitimen socialmente comportamientos o identidades que deben ser equivalentes a la heterosexualidad. Salir del armario no apela a la tolerancia, sino a la libertad y la igualdad, y es un derecho social

Estoy en desacuerdo con estas últimas críticas que mezclan unas cosas con otras. Creo que hay que desbrozar la cuestión. En primer lugar está claro que ella tiene derecho a hacer lo que quiera y que ese derecho nadie se lo va a arrebatar, pero una cosa es que haga lo que quiera y otra distinta el derecho que nos asiste a lxs activistas lgtb a criticar el uso que ella haga de su derecho. Todos los derechos están sujetos a crítica.

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En segundo lugar, en lo que se refiere al ejercicio de derechos que tienen consecuencias públicas pero que están anclados en la vida privada (derechos sexuales y reproductivos fundamentalmente, por no sólo) el feminismo ya demostró hace mucho tiempo que lo privado es político, es decir, que es necesario un abordaje político de esas cuestiones para conseguir la justicia. Porque las feministas negamos de principio uno de los axiomas más repetidos del patriarcado capitalista: que las desigualdades sociales del ámbito privado son irrelevantes para las cuestiones relativas a la igualdad. Nosotras, por el contrario, hemos desenmascarado el carácter ideológico de los supuestos liberales sobre lo privado y lo público. En este caso la supuesta defensa de la privacidad no es tal, sino más bien mantenimiento del secreto. Un secreto que impide que se legitimen socialmente comportamientos o identidades que aunque ya son legales deben ser, además, equivalentes social y culturalmente, a la heterosexualidad. El secreto es un constructo liberal conservador que apela a la tolerancia. Por el contrario, salir del armario apela a la libertad y la igualdad y es un derecho social.

El “armario” es una institución social cuyo objetivo es garantizar que la homosexualidad no salga del ámbito de lo privado y, así, no se pueda exigir igualdad en el ámbito público. Pretende evitar, mediante la violencia real o simbólica, que nos visibilicemos. Lo contrario a estar en el armario es ser visible. La visibilidad no es únicamente el deseo de ser vista o reconocida, sino que visibilidad significa existencia. Lo que no es visible no existe y lo que no existe queda fuera del ámbito de la ciudadanía reconocida. La discriminación que gays y lesbianas hemos sufrido y en parte sufrimos, tiene su origen precisamente en la exclusión de la existencia pública, en la invisibilización, en la negación de nuestro lugar bajo el sol. El rechazo de esta existencia significa el rechazo de la existencia legítima y pública de los sujetos homosexuales, lo que nos convierte fácilmente en objeto de cualquier injusticia y, en muchas partes del mundo, en víctimas de agresiones o asesinatos.Estar fuera del ámbito de la ciudadanía significa estar fuera del ámbito de la política, del lugar donde se dirimen los derechos y la justicia social, donde se otorgan ciertos derechos de ciudadanía.

El armario liberal permite a quien está dentro que haga lo que quiera con su vida mientras que castiga al que saca la cabeza fuera. Por ahí viene la parte perversa del asunto: el estigma no agrede a todas las personas por igual, sino que es ligero para los más poderosos y brutal para las que no tienen poder ni recursos

Pero el armario tiene también una función simbólica fundamental. Pretende evitar también que las sexualidades o identidades no normativas se visibilicen en tanto que dicha visibilidad es desestabilizadora de la heteronormatividad. El armario liberal permite a quien está dentro que haga lo que quiera con su vida mientras que castiga al que saca la cabeza fuera. El armario permite a muchas mujeres ocultar precisamente esa marca de discriminación, el estigma, que si no se hace público, no opera. Por ahí viene la parte perversa del asunto: el estigma no agrede a todas las personas por igual, sino que es ligero para los más poderosos y brutal para las que no tienen poder ni recursos. Ciertas lesbianas/gays del tercio rico del mundo disfrutan de una grado de autonomía tal que pueden permitirse vivir cómodamente como lesbianas/gays semi armarizadxs, como es el caso de Elena Anaya, que puede permitirse estar dentro y fuera. Fuera en la playa y dentro del armario en una ceremonia formal retransmitida a todo el mundo.

Elena Anaya seguramente a estas alturas no perdería nada si se supiera que es lesbiana, en cambio esa misma lesbofobia excluye, margina y asesina en muchos lugares del mundo. En estos momentos, en este país, ocultarse en el armario siendo una actriz de fama cuando no hay motivos reales para permanecer dentro, es una decisión que cualquiera está en su derecho de tomar, pero no se puede defender desde una postura de solidaridad activa con otras personas muy desfavorecidas. Porque en muchos lugares del mundo (también aquí) la homolesbofobia mata y excluye y la única manera de combatir eso es la visibilidad, no tenemos otra arma. El objetivo del activismo LGTB es destruir el armario como mecanismo social represivo e injusto.

No es necesario decir que, por supuesto, no se trata de revelar lo que uno o una hace o deja de hacer en la cama. Tampoco se trata de desvelar públicamente nada en contra de la opinión de la afectada. Se trata de que lxs activistas no podemos ser neutrales ante el silencio y tenemos derecho a exigir a quién pueda permitírselo que se visibilice por todos aquellos que no pueden. Con “obligación” queremos decir obligación moral. Si Elena Anaya hubiese dedicado su premio a su mujer no hubiese pasado nada. ¿Hubiera sufrido alguna pérdida? Pues seguramente alguna sí, porque si por declararse lesbiana no se pagara un precio, el armario y la desigualdad no existirían. El precio sería, quizá, cierta respetabilidad social en algunos ambientes, en algunos medios de comunicación; pero es un precio que, por solidaridad con quien paga un precio mucho mayor, bien puede pagarse.

Lxs activistas LGTB no podemos estar de acuerdo en que la orientación sexual o identidad de género sea considerada un asunto privado porque eso sería como renunciar a la esencia misma de nuestro compromiso activista. Las prácticas sexuales son privadas pero no lo es ni puede serlo el comportamiento social en relación a la orientación sexual mientras no haya igualdad y, cuando la haya, entonces la cuestión dejará de tener importancia. La privacidad apela a la tolerancia liberal, mientras que el salir del armario apela a la autoafirmación y la igualad.

Basta de acuerdos sobre el secreto. Basta de asumir acríticamente el mecanismo del armario.

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