“Las prácticas de la memoria nos configuran el día a día”

“Las prácticas de la memoria nos configuran el día a día”

Luz Maceira, investigadora feminista mexicana, se puso en contacto con la comisión contra la violencia sexista de la Asamblea de Mujeres de Bizkaia (AMB-BEA) interesada por su campaña para que una plaza de Bilbao se llame Plaza del 25 de Noviembre. Crear en el espacio público un lugar para la memoria de las mujeres es uno de los procesos que investiga.

26/01/2011

Beatriz Azpiri

Luz Maceira

Luz Maceira, investigadora feminista  mexicana, se puso en contacto con la comisión contra la violencia sexista de la Asamblea de Mujeres de Bizkaia (AMB-BEA) interesada por su campaña para que una plaza de Bilbao se llame Plaza del 25 de Noviembre. Crear en el espacio público un lugar para la memoria de las mujeres es uno de los procesos que investiga. Luz Maceira proviene del mundo de la Educación, pero su investigación sobre educación, museos y género le llevo a interesarse por la memoria y el espacio público, tema que investiga en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) junto con la profesora de Antropología Teresa del Valle, recientemente nombrada Premio Emakunde para la Igualdad. También está a punto de publicar un libro con Lucía Rayas sobre memoria social y género en el México contemporáneo.

¿Qué te interesó de la campaña de la Asamblea de Mujeres?

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Investigando sobre memoria, género y espacio público, he percibido que hay un sesgo muy fuerte hacia los estudios de memoria y mujer relacionándolos a la identidad y el espacio privado, y apenas hay nada ligado al espacio público. La profesora de la UPV e integrante de la Asamblea Miren Llona me habló esta iniciativa y me pareció maravillosa. Es una manera de hacer visible una reivindicación y una denuncia en el espacio público y a través del propio espacio público.

¿Cómo pasaste de investigar sobre museos a interesarte por la memoria?

Yo soy de Guadalajara (México), donde cursé estudios sobre Educación. Acabé  viviendo en el DF, vinculada a temas de género y feminismo. Mi tesis doctoral  incluyó el análisis de dos museos nacionales: uno  histórico y el otro antropológico. Trataba de identificar qué discurso tiene la institución, dado que su patrimonio configura una memoria determinada. Por otra parte, observé qué hacía la gente en la sala del museo, cómo se relacionaba con lo exhibido, y vi cómo en esas interacciones se iba construyendo o reconstruyendo un proceso en torno a lo que se ofrecía como memoria. Los museos comunican una memoria, cuyos contenidos varían respecto a los hombres y a las mujeres, a sus relaciones, al poder, a sus espacios… Fui centrándome en ese enfoque y empecé a pensar la memoria social como práctica cotidiana.

En España, el concepto de “memoria histórica” está muy vinculado a la guerra civil. En algunos países del cono sur de América Latina hay una cantidad enorme de trabajos sobre memoria vinculados a las dictaduras. Se trata de pasados dolorosos sobre los que hay que trabajar.

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Esa es una diferencia respecto a los asesinatos de mujeres. En el caso de las dictaduras, hay que recuperar la memoria para que la historia no la cuenten sólo los vencedores. En cambio, la violencia contra las mujeres es un conflicto actual…

En curso. Sí. La memoria es un proceso social que tiene que ver con lo que ha pasado en la historia y con lo que pasa en este momento: qué cosas queremos recordar como sociedad y por qué, y cómo queremos recordarlas.

Y el espacio público es crucial para entender esto.

Sí. Los espacios públicos tienen una narrativa que no es neutra desde el punto de vista del  género.

¿Cómo se reflejaba el impacto de género en los museos que estudiaste?

Lo que yo puede constatar al documentar cédulas y fichas del museo es que hay un discurso de género que reproduce el discurso dominante. Las mujeres son invisibles y  las relaciones se naturalizan de una manera impresionante. También observé que las marcas de género hacen que el recorrido histórico del museo sea totalmente generizado. El museo no muestra explícitamente desde las disciplinas que corresponden que la organización de género no ha sido siempre la misma. Esto hace creer que las cosas siempre han sido así, y hace que la gente aplique su visión contemporánea al pasado, al presente, y al futuro, porque el museo no está dando las herramientas para interpretrarlo de otra manera. En esas interacciones pude ver cómo se va construyendo la memoria o no. Y me quedé fascinada con cómo esas prácticas de la memoria nos estan configurando el día a día.

O sea, que la memoria social que se transmite a través de agentes como los museos, se convierte en un referente simbólico en el presente.

Y creo que en el feminismo hemos trabajado poco el tema de lo simbólico. Es necesario reconocer los recursos simbólicos como medio y objetivo de la lucha, y ver  qué nos imaginamos que queremos. A mí me pareció que reconocer los procesos de memoria social puede ser un manera de entrar a los recursos y a los contenidos simbólicos.

¿Cuál es la narrativa oficial en México ante el feminicidio de Ciudad Juárez?

Es difícil generalizar, pero pienso que los asesinatos de mujeres se han extendido tanto en otros estados que se está perdiendo la conciencia social. Ahora Juárez ocupa la sexto posición en feminicidios, por detrás de estados como Nayarit o Guerrero. Pero el narcotráfico acapara toda la atención.

La Corte Interamericana dictó una sentencia sobre las asesinadas de Ciudad Juárez.

Sobre el caso de tres mujeres cuyos cuerpos se encontraron el un campo algodonero. Hay muchas asociaciones que están luchando por exigir justicia en torno a estas mujeres asesinadas. Y las madres de tres de las chicas asesinadas presentaron un caso que llegó hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que dictó sentencia en diciembre de 2009. El caso se llama Campo Algodonero,  y sólo tiene que ver con esos tres asesinatos, pero sentó jurisprudencia, porque una de las juezas tuvo la voluntad de reorganizar los procedimientos jurídicos para que pudieran  considerar el factor del género para juzgar el caso, más allá de las pruebas estrictas. La Corte Interamericana dictó una serie de medidas que tienen que ver con la reparación del daño, y entre ellas llama a construir un monumento o un memorial junto con  las familias de las víctimas, que rinda homenaje a estas mujeres. Esto supone el reconocimiento por parte del Estado de que esa situación existe, de que la violencia contra las mujeres es real.
Esta reparación, además de necesaria para las familias, transmite un mensaje contra la impunidad.

Sí, pero hasta ahora no se ha hecho absolutamente nada.

Las instituciones tienen que mostrar su voluntad de que se cumpla con la ley.
Claro, pero el tema es dificil, porque hasta las instituciones más locales están involucradas de alguna forma en la violencia contra las mujeres. La sentencia fue todo un hito porque se condena al Estado mexicano por violar derechos humanos y señala su responsabilidad internacional.


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