“En la pasión solamente puede sobrevivir uno”

“En la pasión solamente puede sobrevivir uno”

Higinia Garay se define como una luchadora. Su principal adversario: ella misma. La convivencia entre lo femenino y lo masculino, la lucha entre la pasión y la razón, entre la ingenuidad y la cruda realidad. Esa batalla interior, librada por el amor, guía una personalísima obra.

[nggallery id=2] Higinia Garay se define como una luchadora. Su principal adversario: ella misma. La convivencia entre lo femenino y lo masculino, la lucha entre la pasión y la razón, entre la ingenuidad y la cruda realidad. Esa batalla interior, librada por el amor, guía una personalísima obra. Quedamos en la librería-galería Garabat de Bilbao, donde pasa cada tarde tras el mostrador, muy cerca de la calle Bailén, que luce su mural “¿Quién teme al lobo feroz?”. Obra a obra, como si de sus ropajes se tratase, Garay desnuda su alma para Pikara.

A lo largo de tu obra se repiten figuras animales como los lobos o los zorros. ¿Cuándo aparecen por primera vez?

Empecé dibujando muchas chicas y pocos chicos. Para mí dibujar es como una descarga de sentimientos y de todo. Creo que por eso las protagonistas son siempre mujeres y se parecen a mí: muchas veces las chicas son yo. Tienen un rollo salvaje, dulce pero macarra. Hace dos o tres años, no sé por qué, empezaron a salir animales en mis dibujos. Ahora salen tanto que a veces sólo dibujo animales. Osos, zorros, cocodrilos. A menudo, los animales que dibujo representan a los chicos. De hecho, he soñado muchas veces con osos como visión masculina.

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Hollywood interpretó al hombre lobo como alguien que es sensible a pesar de su ruda apariencia.

Los concibo como una fuerza muy bruta que te come. Una fuerza salvaje, muy sexual, que no controlas: te gusta pero la temes. Comencé a dibujar animales porque me parecía un paralelismo de la vida moderna y la vida salvaje. Cuando fuí a una selva me di cuenta de lo vulnerables que somos. En cualquier momento puede venir un tigre y comerte. O un elefante y aplastarte. Ahí me di cuenta que la vida moderna es como una jungla. En realidad no controlas nada. Expreso esa sensación de vulnerabilidad con dibujos que tienen algo de infantil pero a la vez de salvaje, que es como veo la vida.

Dijo Germaine de Staël: “La libertad es incompatible con el amor. Un amante es siempre un esclavo”

La frase tiene mucho que ver con los dibujos que tengo ahora y con las relaciones que he tenido últimamente. Las dos últimas han sido muy esclavas de la pasión. Yo creo que sí se puede ser libre en el amor. Amar también es dar libertad. Desde luego tengo esa esperanza. Me siento con la capacidad de querer al otro con lo bueno y con lo malo. Eso es amar a alguien y darle libertad. Lo que pasa es que también hay que renunciar, en lo práctico, a ciertas autonomía. Mis últimos dibujos reflejan relaciones muy egoístas, desequilibradas y de pérdida total de libertad.

En una serie de dibujos vemos a Caperucita y al Lobo como compañeros. Sin embargo ella lleva pistola. ¿Pueden convivir?

Los de Caperucita hablan más del deseo que del amor. Se desean, pero son incompatibles porque antes o después uno se tiene que comer a otro. Solamente uno puede sobrevivir, y al mismo tiempo se anhelan. En la pasión sólo puede sobrevivir uno. Creo que el amor no funciona así.

¿Qué papel tiene la mujer en tus dibujos? Se encuentra en un estado de inocencia pero la verdad es que está rodeada de lobos.

Tengo 33 años y todavía sigo leyendo libros de adolescentes. Me siguen gustando y sigo conectando con ellos. Hay una inocencia que no quiero perder. Un ex amante me dijo que le gustaba de mí que nunca dejaba de jugar con la vida. Esto se atribuye a la niñez, pero yo creo que no es así. Es algo a lo que me aferro y por eso creo que aparece la inocencia. No te haces mayor y sabes todo. Los adultos están igual de perdidos que los niños, sólo que lo disimulan. Las chicas de los dibujos son una especie de heroínas. Tienen que luchar y batallar y defenderse en la vida. Y a la vez tienen deseos, porque son mujeres. Yo me siento así: soy una luchadora pero al mismo tiempo no quiero renunciar a la ingenuidad.

 

¿Hay alguna mujer recurrente en tu imaginario?

Mi abuela, como mujer luchadora y pa`lante. Pero los ídolos se me caen.

“Eres libre”, se lee en uno de tus dibujos ¿Intentas concienciar a las mujeres sobre su situación de desigualdad y la necesidad de luchar?

No es mi intención, y en el fondo sí es mi intención. No creo que vivamos en igualdad. Nosotras hemos evolucionado mucho más en la madurez o en la inteligencia emocional. Nos ha tocado vivir en una época en la que hay que pelear, aunque sólo sea en luchas diarias, porque no somos capaces de asumir el rol que tenían nuestras madres y sin embargo la sociedad tampoco ha absorbido esos cambios. Me encantaría que mis dibujos se miraran desde esa lectura feminista, pero no me gusta ponerme detrás de ninguna etiqueta. Yo creo que el feminismo debería estar en la vida de todas, y no que alguien haga de esa lucha su modo de vida.

¿Es ese hombre lobo, rudo pero sensible, el que necesitamos en el siglo XXI?

El hombre lobo es mi ideal. Sería como mi otro yo. Masculino, pero no renuncia a la sensibilidad. Luchador. Es lo mismo que la mujer que dibujo, pero en hombre.

¿Las pistolas van cargadas?

Las pistolas llevan balas de plata y ácido lisérgico pero nunca se disparan. Siempre apunto, pero al final, hasta pido perdón.

¿Qué influencia tienen otras disciplinas artísticas en tu obra?

La música es fundamental porque siempre dibujo con música. Cada dibujo es una canción. Algunos son bromas que me hago a mí misma y que nadie entiende. Lo que escribo son frases de canciones. La última vez escribí una frase mía y después encontré una canción igual. Todas las disciplinas artísticas me interesan. Me gusta la moda y utilizar otros medios, pero son colaboraciones que se plantean como retos aislados.

En el mural de la calle Bailén, el propio lobo dice: “¿Quién teme al lobo feroz?” ¿Qué contestas?

Ese dibujo tiene mucha mala saña. Bailén es una zona conflictiva donde la gente se droga, y yo quería hacer algo que tuviera que ver con el barrio. Hay yonquis de toda la vida y también yonkis modernos. Quería proponer una vía de escape. Un paisaje súper bonito para un lugar tan deprimente. También tiene que ver con la visión de alguien drogado que, bajo el efecto de un colocón, de repente cree que todo es maravilloso. El lobo hace alusión a la canción de los tres cerditos. “¿Quien teme al lobo feroz?, no soy yo, no soy yo”. Pero al final viene el lobo y te come. Siempre piensas que a ti no te va a pasar, pero el lobo siempre esta acechando arriba.

¿Cuáles son las obras que destacarías?

Con La Caperucita introduje muchos elementos y al final tiene más significado del que yo pensaba. Tiger Lily y la mía con las flores. Pero el del zorro es mi super hit. Es muy sencillo, no tiene nada. Cuanto más simples más me gustan, aunque me cuesta mucho dibujar en sencillo. Es la cara del lobo relamiéndose y diciendo “I want your soul”. Te quiero a ti y quiero tu alma. Para mí eso es el amor. Resume lo que me está rondando la cabeza últimamente.

Autobiografía
He dibujado toda mi vida. Desde pequeña aprendí a dibujar mi nombre. Cada letra era un muñequito. En el instituto dudaba entre estudiar Bellas Artes o Arquitectura. Mi padre me apuntó a un test psicológico y me dijeron que obviamente Bellas Artes, porque me iba a frustrar muchísimo en Arquitectura. La verdad es que me vino muy bien. Hice el Erasmus en Inglaterra y cogí otra beca para ir a la Universidad de Valencia, donde acabé la carrera. Estuve pensando quedarme allí o venirme a Bilbao. Mi tío es diseñador y trabaja en Madrid. Me dijo si quería ir allí y aprender el oficio. Y eso hice. Me sumergí en el mundo del diseño. Y de hecho retomé la ilustración, porque durante mis años de carrera lo que menos hice fue dibujar. Hice de todo: un trabajo más experimental utilizando el espacio, el video. De todo, por probar. Estaba cansada de Madrid y me iba a ir a Berlín, pero por un cúmulo de casualidades, cinco años después volví a Bilbao.


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