Cuentos malvados

Cuentos malvados

Por Maine

Celos

La pequeña hada sujetó con firmeza el pelo del niño y tiró de él hacia atrás para facilitarle el trabajo al hombre del garfio. Si había algo que odiara más que permanecer años secuestrada por esa zafia panda de niños perdidos era que la recién llegada se hubiera fijado […]

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18/11/2010

Por Maine

Celos

La pequeña hada sujetó con firmeza el pelo del niño y tiró de él hacia atrás para facilitarle el trabajo al hombre del garfio. Si había algo que odiara más que permanecer años secuestrada por esa zafia panda de niños perdidos era que la recién llegada se hubiera fijado antes en el cabecilla. Sin él, Wendy ya no podría marcharse nunca.

Plato frío

En cuanto notó la presencia de los hombres sólo tuvo que desplegar las alas magníficas para llamar su atención. Alzó el cuello, agitó las plumas para inicar el vuelo ante el asombro dócil y estúpido de los furtivos y en silencio, sonriendo, les guió hasta el nido de los patos que se habían burlado de él desde que era un pequeño cisne.

Recursos

El viejo músico llegó a Hamelín llevando consigo solamente una desgastada flauta, pero enseguida comprobó que era más que suficiente para atraer a las niñas hasta los callejones más oscuros.

Otros planes

Bella reconoce su ventaja, aumenta su escote y emprende viajes en trenes de risa y noche. Bestia teje esperanzas en silencio y se retuerce, se desespera, como un viejo guante de seda que deshilachan dedos de mujer.

Dientes largos

Decidió que el rojo era el color perfecto: con él no pasaría desapercibida. Entró en El Bosque y disfrutó en silencio cada una de las miradas hambrientas de los lobos.

El último Pigmalión

Sacaron al anciano de la casa dando alaridos. Su soledad arrastrada desde hacía tantos años le había llevado a desenterrar a su único hijo y a conservarlo junto a él en su taller durante días, como si fuera un muñeco de madera que le contaba una y otra vez la mentira de estar vivo.

El buen hijo

Corrió delante de su madre, sabiendo que aquél era el coto de los cazadores, hasta que escuchó el disparo. Sólo cuando se internó en el bosque lo suficiente, se detuvo y sonrió. Por fin, desaparecida la regente, sólo él gobernaría sobre todas las criaturas del bosque.

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