#PikaraPorDentro: “El color que lo pongan las lectoras”

#PikaraPorDentro: “El color que lo pongan las lectoras”

Quienes están suscritas al canal de Telegram de Pikara sabrán de qué va esto: me marco un Bertín Osborne en plan 'Mi casa es la tuya' para charlar con las coordinadoras de la revista y conocerlas un poco mejor. ¿Podríais adivinar quién es quién? Aquí la primera.

Texto: Andrea Liba

 

Quedé para charlar con una de las coordinadoras de Pikara Magazine, desayuno mediante, en mi casa. Era 1 de noviembre, festivo, los comercios suelen estar cerrados y, en efecto, lo estaban. Como no había previsto ese hecho, me vi a las 8 de la mañana recorriendo el barrio de San Frantzisko de Bilbao, con el pijama debajo del abrigo, buscando una frutería abierta antes de que mi invitada se diera cuenta de lo peor: en mi frigorífico no había nada para desayunar. A las 9:15 lo conseguí: la mesa estaba lista.

Es de esas personas a las que, cuando sonríen, no les importa enseñar los dientes. No se tapa la boca con la mano, ni agacha la cabeza como disculpándose por ser feliz un instante. No. Cuando sonríe llena el espacio que habita y un poco también el pecho de quien tiene delante. Y no puedes evitar imitarla. La primera en la frente: nada más abrir la puerta, una sonrisa. Hacía frío y llevaba las manos escondidas en los bolsillos, pero ni la claustrofobia que provoca subir cuatro pisos en un ascensor de un metro cuadrado consiguió que no arrugara las mejillas para saludar.

Caqui, melocotón, plátano, uva morada, kiwi, naranja… cogí toda la fruta que pude, para no fallar, aunque sabía que sin nada de eso el desayuno sería igualmente un éxito porque el ingrediente más importante estaba bien previsto y a buen recaudo en mi despensa: sirope de agave. Para ella indispensable. “¿Se podría conocer a una persona preguntándole cómo le gustan los crêpes?”, me pregunté. No sabría yo sacar conclusiones interesantes, pero esta Pikara los come enrollados y con las manos. Así, a saco. De la misma manera que empezó a hablar, no sé muy bien ni cómo: “Se está comercializando todo, todos los valores. Lo vemos en programas como Operación Triunfo”. Explicaba que, a priori, todo el flujo de reivindicaciones a las que se le han dado cabida en cadenas de televisión poco sospechosas de ser feministas o de estar comprometidas con causa alguna, como TVE, parece positivo y digno de alabanza. Sin embargo, cabe pensar también que es muy posible que el feminismo sea para estos medios solo “un nicho de mercado más”.

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Y ahí venía la pregunta del millón, la que desde hace tiempo ya no se formula porque una respuesta negativa sería un suicidio: “¿Eres feminista?”, dije sin poder evitar la risa. No respondió ni sí ni no, pero con su primera casi-carcajada me quedó claro que con Inés Arrimadas, desde luego, no suele desayunar. “Empecé a descubrir el feminismo antes de entrar en Pikara. Luego, con ellas, fui aprendiendo más”, me contaba, pero desde el principio fue capaz de ver grandes diferencias entre el feminismo “de aquí” y el de América Latina. “El feminismo blanco me parece muy académico, demasiado institucional, y, desde mi punto de vista, se olvida de lo más importante: el ecologismo”. Hay que cuidar la naturaleza: “¡Es donde vivimos!”.

Si piensa en el feminismo en América Latina, no puede concebirlo separado de toda lucha que tiene que ver con la protección del medio ambiente y con la agricultura. Nunca han ido separadas. “Mi madre me contaba que, antes de que la palabra feminismo se tomara en consideración en Latinoamérica, las mujeres ya se organizaban para luchar por muchas cosas, como, por ejemplo, el acceso de los y las campesinas a la tierra”. Y se pregunta: “¿Dónde están las feministas cuando se trata de defender la Amazonia frente a Bolsonaro? Tenemos que estar también ahí”.

Se acordó de Amaia Pérez Orozco mientras rebañaba el yogur con avena y hablábamos del ‘buen vivir’: “Lo que plantea Amaia Orozco en Subversión feminista de la economía me parece genial, porque introduce cosas de América Latina, pone la tierra y la vida en el centro”. Opina que, en vez de ver a las empresas solo como enemigas, se podría cambiar la forma de funcionar de estas, “romper el sistema desde dentro”. Según esta Pikara, las empresas pueden tener un organigrama diferente al que se acostumbra. Para ella, “la estabilidad emocional es muy importante” y hay que dar cabida también a esos procesos personales: “Cuesta mucho, pero creo que los cuidados se pueden preservar [dentro de una empresa]”.

Estructura. La palabra ‘estructura’ sonaba continuamente a lo largo de la conversación. Y sorprende, porque nadie diría que se trata de una persona cuadriculada en ningún caso. Aunque no tiene por qué tener nada que ver, claro. Desde que aterrizó en la redacción de Pikara cuando Pikara ni siquiera tenía redacción, lo ha tenido claro: es vital construir una estructura para que cualquier proyecto funcione y se mantenga en el tiempo. Y, para ella, estructura poco tiene que ver con jerarquía, aunque entiende que la gente pueda relacionar ambas cosas con bastante facilidad y mostrarse, claro, reacia.

Se refiere a la necesidad de definir el proyecto y establecer tareas para poder trabajar con solvencia: “No nos habíamos sentado a definir Pikara hasta septiembre de este año”. Esa estructura puede ser horizontal, pero es necesaria. Por eso para ella Pikara Magazine suponía un reto, pues Pikara era una “idea estupenda sin estructurar”. Y, sin embargo, más allá de ese pequeño caos que en realidad -lo sé porque lo cuenta riendo- le divierte, Pikara es justamente “lo que [ella] quería de una empresa: un input y un output de valores”. Le encanta Pikara porque siente que no tiene nada que ver con una empresa de comunicación al uso, sino que es un espacio que absorbe y exporta valores al mismo tiempo, y eso la hace útil.

No sabía ya cuántas piezas de fruta se habría comido, pero el desayuno es, sin duda, la comida más importante del día para ella. ¡Y la disfruta que da gusto! Le pregunté qué hay en su vida más allá de la revista, y traté de chincharla un poquito haciéndole ver que, le preguntara lo que le preguntara, siempre acaba hablando de ello. ¿Imaginas tu vida sin Pikara? Creo que durante unos segundos intentó decir que sí, pero el ‘no’ se hizo sonido y entonces lo tuvo claro: “Ahora mismo no”.

“¿Cómo imaginas Pikara?”, le pregunté pensando en un plano periodístico o qué sé yo. Y lo primero que respondió fue: “Me imagino una redacción blanca entera, con mucha luz natural, en la que funcionemos por islas. Una isla grande, blanca también. Todo blanco, el color que lo pongan las personas y las lectoras”. En ese momento me di cuenta de que, en la mesa que compartíamos, el color no lo ponía la fruta variada, sino ella.

No hablamos demasiado de su vida privada, es más bien tirando a reservada. Pero al final conseguí sacarle, eso sí, algunas risas y algunas miradas de asentimiento. No suele escuchar música pero, cuando lo hace, suele ser en inglés; ella no es creyente, aunque es una persona muy espiritual; fue vegana durante mucho tiempo; no es escrupulosa; le pone nerviosa que no la miren cuando le hablan; y su canción de cabecera es Nothing else matter, de Metallica. Aunque es más de vino que de cerveza, fueron unos cuantos litros de esta última los que hicieron que empezara una rave en el Oktoberfest encima de una mesa que acabó rompiéndose con toda la gente encima.

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