No es una anécdota

No es una anécdota

Marta Torrecilla

Ramón Peco | Couple

Llegué al aeropuerto de Las Palmas de Gran Canaria, la ciudad dónde vivo, después de un viaje a Madrid por la boda de un familiar. Mi madre, mi hermana y yo regresamos a la ciudad que nos acoge desde hace más […]

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27/07/2018

Marta Torrecilla

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Llegué al aeropuerto de Las Palmas de Gran Canaria, la ciudad dónde vivo, después de un viaje a Madrid por la boda de un familiar. Mi madre, mi hermana y yo regresamos a la ciudad que nos acoge desde hace más de 15 años. Después de algunos retrasos en los vuelos, son ya las 00.h40 de la noche y nos disponemos a irnos hacia casa. Mi hermana conduce el coche, donde metemos las maletas que transporto en el típico carrito de aeropuerto. Hay viento, estamos cansadas, así que le digo a mi hermana que no me apetece devolverlo hasta su lugar, “¿hacemos el incívico un poco?”, mi hermana afirma con la cabeza, por un día no pasa nada. Ella conduce y mi madre va en el asiento delantero. Cuando me voy a meter al coche en el asiento de atrás veo cómo el carrito se mueve debido al viento, así que salgo tras de él y le digo desde fuera a mi hermana que voy a llevar el carrito. Cierro la puerta, el coche se pone en marcha y veo cómo se van sin mí. Voy corriendo, dejo el carrito, imagino que mi hermana tal vez se ha parado más adelante y me espera, pero no la veo. Es casi la 1 de la mañana, estoy sin móvil, sin bolso, sin chaqueta. No sé cuándo mi hermana y mi madre se darán cuenta de que no estoy dentro del coche.

A las afueras del aeropuerto, está desierto. Un grupo de unos 4-5 chicos cargan y descargan en un camión. Me acerco a ellos y tal vez, un poco atolondrada explico mi situación a uno de ellos:

-Perdona, mi hermana no se ha dado cuenta y se ha ido sin mí, y estoy sin móvil. ¿Me dejas hacer una llamada?

Me mira, un poco desconfiado: “¿Una llamada?”

-Sí, por favor, es que blablabla… (continúo explicando lo que me acaba de pasar).

El tipo saca su móvil me lo presta y me dice: “¿Tu hermana está buena?”.

Cojo el móvil ya que estoy preocupada y pendiente de solucionar mi situación. Le digo “Gracias, pero ese comentario sobra”. Seguramente puse mala cara debido a su pregunta. Marco el teléfono de mi madre, mientras me dice “Es el humor canario, ¿sabes?”. Le contesto “Llevo aquí 15 años y el humor canario no necesita de esos comentarios”. Llamo y me he equivocado (no recuerdo bien su teléfono, ya que estoy acostumbrada a marcarlo directamente de la agenda). El tipo me dice “cómo te pones, encima que te dejo el teléfono”. Cuelgo, digo que me he equivocado y que si puedo hacer otra llamada. Él me quita el móvil y me dice que no, que si no me gusta su comentario que no me lo presta.

-Oye, te acabo de explicar mi situación, estoy aquí tirada, y que me prestes tu teléfono no significa que tenga que soportar tu comentario machista.

-¿Te parece un comentario machista? Pues pídele a una mujer que te deje su móvil. (Esta respuesta en particular, me parece bastante significativa. ¿Este tipo está asumiendo que todos los hombres son machistas? Que ese comentario, está tan normalizado, que las únicas que se “escandalizan” ¿somos las mujeres?).

Asombrada de su reacción, los otros chicos no dicen nada. Miro a uno de ellos, le pregunto si me deja su teléfono. Me mira, callado, en silencio, parece que no quiere que el otro, el macho alfa, se dé cuenta de que tal vez él me presta el teléfono. En voz baja, me dice “espera”. Busca su móvil del bolsillo y me lo va a dar.

En ese momento, veo el coche de mi hermana aparecer a lo lejos, se habían dado cuenta y habían dado la vuelta para buscarme.

Ya no hace falta su ayuda, me voy corriendo y le grito “Eres un gilipollas” al capullo del principio. Su respuesta es insultarme también, me dice algo así como “Tu sí que eres gilipollas, guapa”. Una vez más, haciendo referencia a mi físico, ya que estoy a su disposición, para opinar todo el rato si ha de ayudarme o no, por si hay posibilidad de que yo le agradezca el favor con mi carne o la de mi hermana, ¿no?

Entro al coche, estoy muy nerviosa por la situación vivida, empiezo a llorar describiéndoles lo que me ha pasado. Ellas están asombradas, no entienden nada. Mi madre, imagino que con la intención de quitarle importancia al asunto dice “Es una anécdota”. No, no es una anécdota. Desgraciadamente, situaciones así, hemos de vivir las mujeres casi a diario. Sigue sin penalizarse como es debido una violación múltiple. Y luego se nos tacha de exageradas y de no saber recibir bien un “piropo” o un chiste. El lenguaje, la manera de expresarnos, nuestro humor, habla de nuestra cultura. Y esto es una prueba más, de que vivimos en una sociedad machista, que intentamos cambiar y mejorar, a pesar de que hay mucho, muchísimo camino por recorrer aún.

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