María Victoria Moreno: caminos de tinta y tiza

María Victoria Moreno: caminos de tinta y tiza

La Real Academia Gallega dedica el 56º Día de las Letras a la maestra y escritora María Victoria Moreno, que se convierte así en la cuarta mujer en recibir esta distinción. Le precedieron Rosalía De Castro (1963); Francisca Herrera Garrido (1987) y María Mariño (2007). En 2015, la plataforma feminista A Sega había celebrado ya su figura en su segundo día alternativo de las Gallegas en las Letras.

Texto: Carlos Bouza
17/05/2018

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María Victoria Moreno en un retrato de Chairego apc para Wikimedia Commons

María Victoria Moreno en un retrato de Chairego apc para Wikimedia Commons

Nos libros prevalece o gozo que supón a aprendizaxe. Fronte as prohibicións, a censura e o medoMaría Victoria Moreno

Seguro que recuerdas tu particular novela iniciática, que es como decir la del primer deslumbramiento o la que desbrozó el camino a todos tus libros futuros. Bien: la mía fue ‘Anagnórise’ (Galaxia), de María Victoria Moreno, publicada originalmente en 1988 y reverdecida de forma periódica gracias a sus más de veinte reimpresiones.

Por aquel entonces enfilaba mi adolescencia y era, como muchos otros, un joven en busca de su propia singularidad. Y tal vez porque María Victoria era ya una mujer largamente singular, en permanente rebeldía y cuestionamiento de su entorno, sentí la obra como un vínculo íntimo. Después descubrí sin desencanto que éste involucraba en realidad a un vasto círculo de “amigos invisibles”, como los llamaría Borges: miles de lectoras y lectores, nacidos a caballo entre las décadas de los setenta y ochenta, para quienes el libro había supuesto una revelación similar.

Era fácil reconocerse en el personaje de Nicolau Arís, el autoestopista que emprende un viaje lleno de incógnitas desde la ficticia localidad de Vilanova Da Abra hasta Madrid. Como nosotros, Nicolau era un adolescente hecho de cosas revueltas y zonas oscuras, buscando un lugar en el que posar el corazón que llevaba en la mano. Qué necesitados estábamos además de alguien como Xulia Andrade, la misteriosa mujer que le acoge en su coche y que durante el trayecto le concede algo que va tomando forma de luz, brújula o espejo. Nicolau éramos todos y Xulia, por supuesto, era María Victoria: inteligente, intuitiva, de convicciones firmes.

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Hay autoras que te sacuden con fuerza y otras que te infunden calor a fuego lento, y María Victoria Moreno pertenecía a la segunda categoría. Quizá por eso ‘Anagnórise’ se ajusta a la perfección al formato canónico de novela de carretera, donde los descubrimientos y las revelaciones se toman su tiempo. Su propia vida fue también la historia de un viaje desde su condición de cacereña por azar a gallega por elección, aunque a menudo fuese un viaje de ida y vuelta entre dos mesas: la mesa de su cocina, donde escribía, y su mesa de profesora de instituto, la más querida para ella. Porque, en sus propias palabras, era en las aulas donde su corazón florecía realmente.

Hacia Galicia

Hija de maestra malagueña y militar toledano, nacida en Valencia de Alcántara (Cáceres) porque así lo impuso uno de los destinos laborales de su padre, por María Victoria Moreno no circulaba ni una sola gota de sangre gallega. Fue por lo tanto una gallega que se construyó como tal por amor a la tierra y a la cultura, y porque aquí desplegó todo su mundo a partir de 1963: la familia elegida, el alumnado, los perros y una extensa biblioteca de casi cinco mil tomos.

Dos décadas antes, cuando era una niña, el mundo podía estar en Cáceres, Badajoz o Segovia, dependiendo de lo que demandasen las obligaciones de sus padres. Y aunque el país acusaba entonces los rigores de la posguerra, los primeros años de su infancia transcurrieron entre algodones: liberada de todas las carestías que azotaban a una parte importante de la población, disfrutó de espacio suficiente para cultivar la fantasía y estimular la creatividad. Resulta significativo que sus hermanos la recuerden además como una niña observadora y reflexiva: rasgos de carácter que acaso despertaron su temprana intuición de que el mundo era un lugar mal hecho, anunciando de paso a la mujer inconformista del futuro.

La vida privilegiada de los Moreno se fractura definitivamente en 1949, cuando el padre muere a causa de la tuberculosis y la familia se enfrenta por primera vez a la inestabilidad económica. La situación repercute directamente en la formación académica de los hermanos, y en especial de la prometedora hija menor, que con apenas diez años se queda a las puertas del bachillerato elemental. Tendrá que esperar hasta 1951, cuando una beca le permita al fin viajar a Cataluña para reanudar sus estudios y encontrar esa clase de vocación que llega de pronto, como una especie de sed.

Barcelona representó para ella el descubrimiento de la mitología y de ‘El Quijote’. La primera ocupará muchos años después el centro de ‘Anagnórise’, con su título de reminiscencias aristotélicas y su persistente diálogo con el mito platónico del Andrógino. Por su parte, el personaje de Cervantes supondrá a la vez un reflejo y un impulso: como Alonso Quijano, la idealista María Victoria también quiso ser Don Quijote y lo consiguió algunas veces, sobre todo en lo que tuvo que ver con su defensa a brazo partido del idioma gallego en tiempos de la dictadura.

En general, lo que le apasionaba era el propio hecho literario: el oficio de contar historias, la vibración de la palabra escrita, la respiración del poema. Y queriendo hallar la sustancia de las palabras, con esa alma suya de detective del lenguaje, en 1958 se traslada a Madrid para estudiar Filología Románica. Después, el camino de la enseñanza la llevó por fin a Pontevedra, donde fue para siempre la maestra María Victoria, eternamente envuelta en una corriente que mezclaba tabaco negro, latín y literatura.

Una escuela en alta mar

La pregunta sobre su decisión de adoptar el gallego como lengua única llegó a volverse irritante, y Moreno devolvía siempre la misma respuesta: por amor. Y puesto que su amor a Galicia fue generoso, se tomó su tiempo para domar y pulir el idioma. No fue hasta 1973 cuando publicó su primer libro en nuestra lengua, ‘Mar Adiante’ (Edicións Do Castro), considerada como una de las obras fundacionales de la novela infantil en gallego.

El relato llegó a ella como un regalo del sueño, y fue escrito siguiendo su habitual no-método: “Como un impulso, sin planificación”. El punto de partida era la imagen de un colegio construido sobre un barco, donde los niños aprendían cosas que los libros de texto no registran. Esa primera idea se desarrolló hasta convertirse en un alegato en contra de la escuela como institución atrofiada y conservadora, en la que el alumnado quedaba reducido a un mero papel de receptor mecánico. Pero Moreno no solo volcó en la novela su preocupación en torno a la necesidad de una renovación pedagógica: con ella animó también a los lectores jóvenes a cuestionar el lado sombrío del mundo que les esperaba: los prejuicios, las desigualdades sociales, el abuso de la autoridad o el poder corruptor del dinero.

En modo Quijote

La escritura de ficción y la enseñanza fueron solo dos de los muchos caminos paralelos que emprendió esta mujer difícil de resumir. Desde los primeros años setenta, su vida se caracterizó por una multiplicación constante que nos obliga a coger aire: fue además traductora, librera, redactora de manuales escolares, recopiladora de textos ajenos, editora o conferenciante. Y casi todas esas actividades, como apuntamos, fueron abordadas en modo Quijote, por una pura coyuntura histórica.

 Placa en lembranza da María Victoria Moreno na Avd. de Vigo de Pontevedra, na que ela viviu

Placa en recuerdo de María Victoria Moreno en la Avenida Vigo de Pontevedra, donde vivía./ Ogalego.gal

Su trabajo en la desaparecida Librería Xuntanza de Pontevedra, a partir de 1973, fue uno de esos casos. Durante los últimos estertores del franquismo, el local se convirtió en uno de los principales centros de intercambio de libros clandestinos en la ciudad. Como sus ocho compañeros y compañeras, Moreno se movía entre la trastienda, donde las obras prohibidas circulaban como secretos, y el espacio general reservado a la clientela común. Muchas cárceles y escuelas fueron llenadas de libros procedentes de ese segundo espacio, gracias a su empeño por acercar la literatura a quienes más lo necesitaban.

La noción de trastienda fue muy importante en su vida, como en la de muchos gallegos, hasta bien entrada la década. Si como librera tuvo que desarrollar artimañas para eludir el radar del régimen, también como maestra de gallego conoció el riesgo asociado al furtivismo. Fue, como tantas, profesora de un idioma prohibido, en horario nocturno y a puerta cerrada, y tampoco ella se libró de las represalias. A consecuencia de ello perdió temporalmente su pasaporte en 1974, pero a cambio conservó todo lo que se atesora de la piel hacia adentro.

Lo demás es lo demás

Primero estaba la docencia, y todo lo demás era todo lo demás, incluyendo la profesión de escritora. Dicho de otro modo: prefería la aventura conjunta que se emprende en las aulas antes que el viaje solitario que exige la fabulación. Sin embargo, ambos espacios se funden continuamente en su obra, donde la experiencia en centros educativos aporta siempre material a la fantasía. Las mencionadas ‘Mar adiante’ y ‘Anagnórise’ son los ejemplos más famosos de esa alimentación mutua, aunque ella siempre citaba su primera novela juvenil de corte realista y libertario, ‘Leonardo e os fontaneiros’ (Galaxia, 1986) como una favorita personal.

El alumnado terminaba así formando parte, de un modo u otro, de sus libros. Pero al mismo tiempo animaba a leer y a escribir, interviniendo lo imprescindible en lo que consideraba un camino estrictamente personal. Apenas se permitía dos breves dictámenes: el primero aseguraba que no hay nada más indigesto que los libros concebidos como “pastillas de moralina”; el segundo, que hay que evitar a toda costa la mala literatura.

Bajo ese criterio, dio amplia cobertura a las voces jóvenes de nuestro panorama literario. La antología bilingüe ‘Os novísimos da poesía galega’ (Akal, 1973) fue su primer esfuerzo en ese sentido, redoblado a partir de 1988 con su trabajo como editora en la colección infantil Árbore, perteneciente al sello Galaxia. En buena medida, el Día Das Letras Galegas reconoce también a la mujer intuitiva que detectaba chispazos de talento, posibilitando su desarrollo e integración en mercados tan poco gratos como el de la ficción infantil y juvenil.

La pupa cabrona

Su producción, desperdigada en proyectos en solitario y obras colectivas, mantuvo un flujo constante incluso durante su larga lucha contra el cáncer de mama. De hecho, fue la aparición de lo que llamaba su pupa cabrona, en 1997, la que activó una escritura a contrarreloj que no siempre volaba a la altura deseada. Escribió mucho sobre su dolencia, desechó una y otra vez lo que consideraba dictado por la rabia, y en 2004 publicó ‘Diario da luz e da sombra’ (Xerais): un registro sereno de sus últimos años de vida, cosido a base de humor y gratitud.

Un año después recibió en el hospital uno de los primeros ejemplares de su último libro de cuentos en verso, ‘Eu conto…ti cantas’ (Xerais, 2005), en el que recuperaba tres breves piezas pobladas de animales y niños. Su reino literario seguía en pie, y también la alegría y los nervios que acompañaban a cada lanzamiento. Reunió fuerzas para asistir a la presentación de la obra, mientras en el IES Gonzalo Torrente Ballester de Pontevedra seguían esperando ya no a la escritora, sino a la maestra heterodoxa que con su jubilación había dejado un aire frío en los pasillos.

María Victoria Moreno murió finalmente en noviembre de ese mismo 2005. Apenas cuatro meses más tarde, en el puente de la avenida de Vigo, a unos pocos pasos de su casa, se descubrió la primera placa en su honor. Se trata de una placa sencilla, grabada únicamente con su nombre, una fecha y una frase extraída de ‘Anagnórise’: “Las personas estamos hechas para sacar adelante los proyectos más hermosos”.

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