¡En mis tetas mando yo!

¡En mis tetas mando yo!

Mi Carmen Manuela, que ahora tiene 24 meses, sigue mamando y es una decisión conjunta que hemos tomado ella y yo libremente. Esto es un problema para la institución médica. Pero no es un problema para mí, ni para mi enfermedad ni, por supuesto, para mi hija.

16/02/2018

Esta noche mando yo
mañana mande quien quiera.
Esta noche voy a poner
por las esquinas banderas
Canta por bulerías Inés Bacán (Inés Peña Peña), cantaora gitana lebrijana

Autora del vídeo: Emilia Peña, gitana, fotógrafa, Graduada en Magisterio entre otras muchas cosas y creadora del blg insumisas gitanas https://insumisasgitanas.blogspot.com.es/

Autora del vídeo: Emilia Peña, gitana, fotógrafa, Graduada en Magisterio entre otras muchas cosas y creadora del blog insumisas gitanas 

En su defensa salen científicos, médicos de renombre, libros e, incluso, carteles en ambulatorios y hospitales te lo recomiendan cuando vas a parir y te convencen cuando tu decisión no es dar teta sino dar biberón.

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Ni te preparan para ello, ni te informan; te convencen y te hablan de los millones de beneficios…, pero a los seis meses se acabó. Si das teta más allá de los seis meses eres rara, hippie, anormal, sectaria, estás privando a tu hija de otros alimentos… Te lo dicen en la calle, en el banco, en el parque, en el supermercado, en el pediatra… Sé que, quizás, para muchas de vosotras estoy siendo exagerada pero, desde mi experiencia y la de muchas otras mujeres, esto es una realidad. Igual me estoy quedando corta en retratar la presión social a la que nos someten cuando nuestra opción y decisión es dar teta hasta el infinito y mas allá.

Tengo una hipótesis explicativa sobre las causas de esta presión social y es que a los cuatro meses tu baja laboral se acaba. Y es que el capitalismo y el patriarcado se casaron hace más de 21 siglos, como dice mi querida Pamela Palenciano. Tus hijas deben ser independientes (en esto el adultocentrismo también tiene mucho que ver), empezar la payificación y el adoctrinamiento y tú debes volver rapidísimo a producir para el sistema.

Mi carta de protesta al hospital fue un acto desesperado. Estaba, sigo estando -¡cuándo se acabará esta condena!- enferma. Por desgracia me veo obligada a ir frecuentemente al hospital. Es desesperante estar en la sala de espera y ver cómo en cuanto entra una familia gitana empiezan los comentarios racistas: “200 han venido solo por la abuela”. Por descontado, el machismo lo inunda todo: “¡Señora, tranquilícese! ¡Está usted histérica!” .

Fue un acto desesperado, digo, para llamar la atención, para no ir con el hacha… Perdón ¡que soy gitana!…, con la navaja a cuestas.

Es desesperante que achaquen a tu nivel de dolor alto la previsión de la llegada de tu regla, dando por sentado que debe de doler, haciendo caso omiso a los nuevos estudios sobre endometriosis, etc…

Me cuesta ir a urgencias. Lo aplazo constantemente porque sé que cuando voy tengo que pelearme y discutir. Por el antigitanismo y por el machismo que destilan y con el que me agreden. El tono paternalista que utilizan constantemente me pone más enferma si cabe y temo que me quieran ingresar porque entonces me supone doble pelea decir que estoy amamantando a mi hija de dos años: las caras de desaprobación e incluso la negativa a mi decisión me duelen como aguijones envenenados. Acabo por mentirles y tener yo misma cuidado con los medicamentos que me administran (comprobar en e-lactancia el riesgo para mi bebé de la medicación es ya una rutina).

Mi Carmen Manuela, que ahora tiene 24 meses, sigue mamando y es una decisión conjunta que hemos tomado ella y yo libremente. Esto es un problema para la institución médica. Pero no es un problema para mí, ni para mi enfermedad ni, por supuesto, para mi hija. Pero a ellos les trae de cabeza.

Al revés también debe ser un problema. Recientemente la asociación El Parto es Nuestro ha lanzado una campaña sobre la hospitalización conjunta de madre e hijas #MiMamáCura y cuentan expertas madres y médicas los beneficios de la lactancia y/o el vínculo cercano entre mamás y bebitas. Y es que si ingresan a tu bebé a ti no te ingresan y el protocolo excluye a las madres estar con sus niñas día y noche.

Mi urólogo (que no es mío, sino que soy yo su paciente) lleva diciéndome desde que enfermé, cuando mi hija tenía 10 meses, que deje la lactancia. Intento decirle que la cantera en que se han convertido mis riñones tiene poco que ver con la fábrica de leche de mis tetas. Aun no teniendo formación académica médica puedo apostarme uno de mis riñones sanos a que eso es así y que no tiene relación alguna ni el hecho de dejar de lactar va a significar mejora alguna en mi nivel de malestar o de bienestar.

Si quisiera destetar, que ahora sí es el caso, no hay apoyo. Hay miles de grupos de lactancia en redes sociales o asociaciones pero no hay apoyo al destete. Destetar es los más duro y difícil a lo que próximamente voy a enfrentarme. “No ofrecer, no negar” es la fórmula mágica a la que no estoy dispuesta a sucumbir: entre los consejos que me da mi suegra está el untarme los pezones ¡con un corcho quemado! -truco que ha funcionado durante milenios- para provocarle a mi Carmen Manuela el rechazo a mis tetas.

Pero… a ver: es por tu bien, para que descanses, para que no te suponga un SACRIFICIO (palabras médicas), para que te cures, para que no te moleste… Porque las niñas molestan, dan guerra, no paran, hablan, ríen, dicen verdades… Y son un sacrificio (modo ironía). Y también es por su bien, por el bien de las niñas, porque ya se sabe que las niñas delante de sus madres “se portan peor”. Lo que no te dicen es que realmente las niñas cuando están sin sus madres se van a dejar hacer lo que sea porque no tienen a esa persona que les da seguridad y así se encuentran indefensas, acorraladas por el miedo, se rinden al pinchazo o a lo que sea que tengan que hacerles.

Busco apoyo y sororidad feminista y también desde las posiciones del feminismo blanco y payo se nos ataca.

Recientemente en otra revista feminista he tenido que leer “la incomprensible duda” de por qué necesitan los bebes de dos años la teta y que esto supone una esclavitud para el cuerpo de la mujer, enseñando, cómo no, a que el cuerpo de las mujeres es suyo y no se respeta. En mi caso, estoy contenta, porque como mi hija es una hija pues todo se queda entre nosotras…

Se invisibiliza a las gitanas. Esta minoría étnica española que hasta hace 30 años no llegaba ni al biberón ni al potito de farmacia y no por falta de decisión, sino por economía. Salen “asesoras de lactancia“ en internet cobrando X para ayudarte. Cuando lo más lógico sería que una doula, asesora de porteo o de lactancia, fuera una gitana, negra, afrodescendiente, latina o asiática. A cambio, se llevan los pies descalzos, el mei-tai o ver a una mujer negra por la calle con su bebé a la espalda con un cachito sabana de algodón y decir “ellas sí que saben” con ese tono de aprobación blanco (como el mansplaining o la machoexplicación pero en femeninoracista). Me consta, lo he escuchado y visto. Pero no abundan estas mujeres “racializadas” en estos mundos de nivel de blanquitud socioeconómico medio-alto.

Salen en defensa del biberón y de la libertad de la madre para trabajar payas blancas feministas con un nivel socioeconómico medio-alto. Salen en defensa de la teta y de la crianza natural payas blancas feministas con un nivel socioeconómico medio-alto. Mujeres que pagan 100 euros por una mochila ergobaby o una toodler de segunda mano. Mujeres que se compran cuatro biberones anticólicos con una cánula que cambia de color según la temperatura de la leche. Salen los Estivil, Carlos González y Armando Batisda como gurús de su carrera, con poderes reikianos, comprensivos por su capacidad de empatía con las mujeres. Por cierto, que con Armando mantuve una conversación sobre su preocupación con las mujeres gitanas, porque ninguna daba la teta y daban potitos. Y él estaba realmente preocupado, se ve que entre sus artículos de Bebes y más, su trabajo de enfermero y su empleamiento en community manager hace estudios censales y de hábitos entre la ciudadanía gitana y también de eso chanela.

Así que como mujer y gitana ni estoy entre las defensoras del biberón ni entre las defensoras de la “crianza con apego”. Ni yo ni ninguna mujer gitana puede estarlo. Os montáis los negocios de “maternidades subversivas” sin contar con la sabiduría de las que hemos y estamos criando a cuatro o cinco hijos en tándem, conciliando con el trabajo fuera de casa desde el principio de nuestra existencia, luchando contra el patriarcado payo y el machismo interiorizado.

Y claro que no funciona. No funciona ni feminísticamente ni económicamente ni socialmente. La maternidad y el Sistema Capitalista, Patriarcal y Racista no funciona. Es imposible criar a las hijas como pretenden que lo hagamos las familias. Imposible conciliar e imposible decidir. La familia no funciona así.

En la más estricta sororidad pido que empecemos a atacar con nuestros artículos a aquellos que sostienen el sistema que como ya sabéis primas, amigas, compañeras, son en exclusiva hombrespayosblancoscisheteroscatolicoateos. Y que llenemos las esquinas de banderas gritando por bulerías gitanas.

 


Para leer más:

Mucho más que un apellido: la analgesia en el parto y Virginia Apgar

Relato de un parto, gitanofobia de género y violencia obstétrica

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