El cuento de la mala feminista

El cuento de la mala feminista

Sandra Contreras

Tarara Burke

Internet fabrica estrellas a las que eleva de un soplo y, con la misma facilidad, las devuelve a la tierra sin ningún tipo de paracaídas que amortigüen la caída. Lo hemos visto en infinidad de ocasiones, aunque he de decir que esta vez me […]

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26/01/2018

Sandra Contreras

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Tarara Burke

Internet fabrica estrellas a las que eleva de un soplo y, con la misma facilidad, las devuelve a la tierra sin ningún tipo de paracaídas que amortigüen la caída. Lo hemos visto en infinidad de ocasiones, aunque he de decir que esta vez me sorprende que la elegida para ser expuesta en la pista del Coliseo cibernético sea Margaret Atwood. De ser una mujer poco o nada conocida, HBO la ha coronado como una feminista avanzada por su maravillosa obra El cuento de la criada, convirtiéndose en un libro de obligada lectura.

Sin embargo, el 13 de enero publicaba una réplica que le ha valido las mil y una críticas de los internautas, especialmente las de género femenino. Atwood se pregunta si es una mala feminista por plantear dos cosas que, a mi juicio, deberían ser pensadas desde la objetividad y el debate sano; en primer lugar nos habla sobre el vertedero sin filtro de opiniones que es Internet, y en cómo éste se ha convertido en santo y juez en lo que ha temas de actualidad se refiere. Atwood defiende la necesidad de sacar conclusiones y juicios justos, y no volver a la ‘caza de brujas’ (como ella llega a citar) indiscriminada de los acusados, pese a lo repulsivo que sean sus acusaciones (algo que puede llegar a ser complicado de controlar); creo que las críticas y acusaciones deben llegar con mesura y acorde a las investigaciones para que nadie pueda acusar a las mujeres de ser un grupo de paranoicas ansiosas de venganza contra los hombres, como algunos sectores de la sociedad se empeñan en hacer creer. En España, la falta de esa pausa no nos debería ser desconocida. Hay que opinar y promover la opinión pública, pero siempre con conocimiento de causa.

El segundo punto que señala, y al cual me adscribo totalmente, es la duda sobre el movimiento #MeToo. Atwood expresa mis propias dudas sobre la supervivencia y auténtica utilidad de acciones como estas, llevadas a cabo de manera compulsiva (y con razón, ya que dudo que alguna mujer pueda decir que nunca ha sido víctimas de ningún abuso). El movimiento #MeToo nació a finales del año pasado de la mano de la actriz Alyssa Milano, como vía para visibilizar el problema de los abusos sobre las mujeres, problema que no es nuevo, pues ha convivido con la humanidad tanto en el A.C. como en el D.C. Sí que veo algo positivo en esta acción: visibilizar este problema a escala global, interclasista e interracial, un problema que afecta a las mujeres por el hecho de ser mujeres.

Sin embargo, ya había un movimiento Me Too antes que la actriz iniciara esto en Twitter: Tarana Burke inició allá por el 2006 la campaña Me Too para escuchar y apoyar a las mujeres (especialmente de minorías) víctimas de algún tipo de abuso. De no ser por el hashtag, el trabajo de Burke seguiría siendo aplaudido en las sombras. Actualmente el #MeToo está en stand by.

No obstante, #MeToo ha dado pie a otro movimiento más ambicioso como es Time’s Up, preanunciado en los Globos de Oro a través de los vestidos negros de miles de dólares que llevaban prácticamente todas las mujeres que asistieron a la gala, así como las chapas clavadas en las solapas de buena parte de los hombres. Sin embargo, soy bastante escéptica con estos movimientos tan expuestos porque me recuerda al Kony 2012, cuyo fracaso fue diluido para que no provocara muchas críticas. Time’s Up se presenta como una acción loable, que espero no se apague abruptamente.

En resumen, creo que Atwood apela a la unidad de las mujeres en la lucha por la igualdad, asumiendo que en este camino habrá opiniones compartidas o discutidas, pero que en ningún caso se debe hacer de una opinión generalizada un mantra absoluto, pues esto puede llevar a la falta de pluralidad, y ya tenemos bastantes ejemplos sobre las consecuencias de lo que trae la falta de opiniones discordantes. No hay que caer en la tentación de la verborrea falta de fundamento para que nadie pueda decir que el feminismo se ha embarcado en una deriva radical e incoherente y bla bla. En un momento en que la lucha feminista disfruta de un mayor empoderamiento, nos corresponde estar a la altura y no caer en el ofensismo, en creer que todo pensamiento contrario al nuestro es una ofensa y debe ser juzgado, pues en la sociedad en la que vivimos existen individuos afines o contrarios a nuestras ideas, de los que podemos aprender y con los que podemos debatir, sin que esto conlleve a la pérdida de la convivencia civilizada. Esto también atañe a la lucha feminista, como creo que Atwood pretende señalar.

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