La violación no terminará contigo

La violación no terminará contigo

Medios que te acusan si sigues con tu rutina diaria tras ser violada, jueces que te preguntan "si cerraste bien las piernas" mientras pasaba, que qué ropa llevabas puesta. Afortunadamente, la indignación tomó la calle.

24/11/2017

*AVISO. Este texto contiene material sensible por hacer alusión a violencias sexuales. Te recordamos que tenemos un Foro en Pikara que puede ser un punto de encuentro para apoyarnos entre nosotras, darnos herramientas, etc. Un abrazo en estos días tan duros que nos están removiendo tantas cosas. #YoSíTeCreo.

Rosario Aznar

Miriam Sánchez M.
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“El sexo supone el consentimiento de dos
Si una persona está tumbada sin hacer nada
porque no está de humor
o simplemente no quiere
y aun así la otra está teniendo sexo
con su cuerpo, no es amor
es violación”

Así dice uno de los poemas de la escritora y artista Rupi Kaur. Esta vez fueron cinco. Virginie Despentes decía en su famoso libro Teoría King Kong respecto a su propia violación: “Imagino que, después, ninguno de esos tres tipos se identifica como violador. Puesto que lo que han hecho es otra cosa. Tres con un fusil contra dos chicas a las que han pegado hasta hacerles sangrar: no es una violación. La prueba: si verdaderamente hubiéramos querido que no nos violaran, habríamos preferido morir, o habríamos conseguido matarlos. Desde el punto de vista de los agresores, se las arreglan para creer que si ellas sobreviven es que la cosa no les disgustaba tanto”.

Contrataron a un detective para que la investigara. Como bien dice Manuel Jabois en El País, “que unos detectives sigan a una chica que ha denunciado una violación demuestra que la chica, además de haber sido violada, tiene que aparentarlo. […] No basta con el dolor privado, hay que hacerlo público: exteriorizarlo. Es necesario estar muy triste para que su rutina no se utilice como prueba de la defensa”. Efectivamente algunos medios de comunicación no tardaron en promover la idea de que la chica necesariamente mentía ya que estaba reanudando su vida. Les importó poco que, incluso, exista un vídeo de la violación o conversaciones de Whatsapp donde los violadores reconocen los hechos y además, en otras conversaciones, digan que quieren violar a alguien usando burundanga o cloroformo.

Continúa Despentes: “Una mujer que respeta su dignidad hubiera preferido que la mataran. Mi supervivencia, en sí misma, es una prueba que habla contra mí. El hecho de tener más miedo a la posibilidad de que te maten que a quedar traumatizada por los golpes de pelvis de tres cabrones […] Porque es necesario quedar traumatizada después de una violación, hay una serie de marcas visibles que deben ser respetadas: tener miedo a los hombres, a la noche, a la autonomía, que no te gusten ni el sexo ni las bromas”.
La culpabilizaron. Si no eligió resistirse aun pudiendo ser asesinada, es que le estaba gustando, porque, probablemente, ella lo iba buscando. Debió haber renunciado a su vida para que la opinión popular la creyera. Terrible. Pensamientos normalizados, arraigamos en la población de una forma atroz; una pieza clave en la cultura de la violación bajo la que nos hemos educado. Otra de las piezas de esta estructura sociocultural, la forma en la que los agresores la deshumanizaron por completo. “A ella le gusto más que a mi”, declara uno de los cinco violadores. Si solo la consideraron una cosa, no sería necesario ni que consintiera.

No tardan en repetirnos que ante cualquier agresión sexual debemos denunciar, pero lo único que obtenemos de ello es que nos estigmaticen como víctimas o bien, que ni siquiera nos crean. Espantoso si tenemos en cuenta que, según las estadísticas, solo se denuncia una de cada seis violaciones. Incluso aunque como a esta chica, unos testigos la encontraran desnuda. Desorientada. Llorando. Y sus agresores le hubieran quitado su teléfono móvil, se asegura que debió exagerar.

Culpabilizar a la víctima, cosificarla, arrebatarle su derecho a consentir la relación. Piezas a su vez, propias del patriarcado. Ese término del que tantos reniegan pero que, en sí mismo, legitima toda forma de violencia contra las mujeres.
Medios que te acusan si sigues con tu rutina diaria tras ser violada, jueces que te preguntan “si cerraste bien las piernas” mientras pasaba, que qué ropa llevabas puesta. Afortunadamente, la indignación tomó la calle. Un gran número de personas se manifestó en distintas ciudades al grito de “Nosotras somos manada, vosotros sois violadores”. Personas que la creen. A las que les duele profundamente que este sistema permita que esto siga ocurriendo cada día. En España, según el Ministerio del Interior, una vez cada ocho horas.

Somos muchas. Con tantas historias, diversas, complejas; pero, muchas de ellas, con una cosa en común: no podíamos hacer otra cosa que no fuera someternos. Aguantar. La autodefensa no era una opción porque siempre nos han enseñado que somos débiles y que, ante todo, hay que complacer a los hombres. Sin duda el debate no debería centrarse solo en aprender a defendernos, sino en que ellos sean educados para no violarnos ni cosificarnos. Para que, ante sus ojos, seamos seres humanos, con identidad, propietarias de nuestros cuerpos, con derecho a tener voz y ser capaces de decir basta y que lo respeten.

Respecto a su violación, Virginie Despentes concluía en su libro: “Se domestica a las niñas para que nunca hagan daño a los hombres [ante una agresión]. No estoy furiosa contra mí por no haberme atrevido a matar a uno de ellos. Estoy furiosa contra una sociedad que me ha educado sin enseñarme nunca a golpear a un hombre si me abre las piernas a la fuerza, mientras que esa misma sociedad me ha inculcado la idea de que la violación es un crimen horrible de que no debería reponerme. Sobre todo, me da rabia que frente a tres hombres, una escopeta y atrapadas en un bosque del que no podíamos escapar corriendo, hoy todavía me sienta culpable de no haber tenido el coraje de defendernos con una pequeña navaja”.

“la violación
te partirá
por la mitad

pero
no
terminará contigo”

Rupi Kaur, Otras maneras de usar la boca.

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