Una maternidad fuera del armario

Una maternidad fuera del armario

¿Cómo es el calvario que una pareja de mujeres tiene que pasar cuando deciden ser madres? Estas dos lectoras nos cuentan su experiencia y sus victorias en su interlocución con una Administración heteronormativa.

13/10/2017

Paula N. Gutiérrez y Marina C. Garrido

 Si nuestro hijo nos comunicase en un futuro que es gay y quiere ser padre, una de las cosas que le diremos será que se prepare para echarle paciencia y humor al asunto. En primer lugar tendrá que asumir que nunca se deja de salir del armario. Y nos explicamos.  El gesto de “salir” no se queda en el momento epifánico cuando  les dices a tu familia y amistades que te gustan los chicos o las chicas, sino que va más allá. Se producirán miles de situaciones donde te plantearás si quieres o no salir otra vez del armario. Utilizarás genéricos sembrando la duda o te negarás a ti misma quedándote “dentro” porque estás hasta el mismísimo de exponerte.

Y aquí llega el último escenario que hemos vivido. Cuando una pareja de lesbianas decide que quiere tener un bebé, se empiezan a desencadenar una serie de acontecimientos antagónicos que te llevan de la risa a los silencios incómodos, del surrealismo a la dura realidad y de la rabia a la esperanza.

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Todo empezó al dar la noticia. Entendemos que este proceso, al no ser el habitual, genera bastante curiosidad en el público. Y en tu fuero interno te debates entre responder siendo políticamente correcta, utilizar el humor  o responder devolviendo la pregunta. Ilustramos con algunos ejemplos que nos han pasado:

  • ¿Cómo decidisteis quien se quedaba embarazada?
  • ¿Pero por qué lo estás haciendo por reproducción asistida, tu marido y tú tenéis problemas?
  • ¿Por qué no adoptáis?
  • Y ,¿cómo lo vais a hacer?
  • ¿Qué vais a hacer cuando sea el Día del Padre?

Y aquí la encrucijada de la que hablábamos. O contestas dando información muy personal a estas preguntas invasivas, o respondes “bastante te importa”, “acaso te pregunto yo cuando follas o en qué postura concebiste a tu hijo o a tu hija”, “me va a dejar embarazada el Espíritu Santo” o “ninguna de las dos es el padre, porque este niño va a tener dos madres”.

El siguiente escenario estaría protagonizado por el proceso de “fusión de células”. Como Ana Mato y sus secuaces decidieron que estábamos fuera de los requisitos para entrar dentro del sistema público porque no somos una pareja integrada por un hombre y una mujer y tampoco tenemos problemas de fertilidad como tal,  decidimos optar por lo privado. Así que tuvimos que sacar nuestros ahorros, realizar un patrocinio familiar y hacer nuestra inversión a fondo perdido.  Para ser más felices y no “poner precio” a nuestro hijo, decidimos no sumar nunca las cifras que suponían el tratamiento, la medicación, las pruebas médicas, las operaciones, etc. Al parecer este tema ya ha cambiado y ahora hay un muro menos que saltar porque sí se deriva a las madres solteras o a las parejas de mujeres al sistema público.

Seguimos y entramos en el período de embarazo cuando te dan la noticia deseada. El papel de la madre gestante está claro: estás embarazada. Pero, y ¿quién es la otra que te acompaña? ¿Tu hermana? ¿Tu amiga? Pues no señores y señoras, es la vecina del quinto que ha decidido acompañarme, ¡no te jode! Es mi mujer y madre de la criatura. Y ahí viene una de los silencios incómodos respondidos con una sonrisa, acompañada de levantamiento de cejas e inclinación de cuello.

Por último, el escenario cuando nuestro hijo ya está aquí. Después del parto, empieza el “crossfit” para realizar las gestiones y trámites burocráticos. La primera estación fue intentar registrarle en el hospital. Hasta hace cuatro meses se pedía un certificado de inseminación a las parejas de mujeres, documento que no se pedía a las parejas heterosexuales aun habiendo pasado por un proceso de reproducción asistida. Pues sí,  a nosotras nos lo pidieron porque desconocían este cambio en la normativa. Nos negamos a entregar este papel porque nos pareció discriminatorio, lo que hizo que se ralentizara el proceso. Las siguientes estaciones no estuvieron exentas de dificultades, pues la Administración no tiene actualizadas sus aplicaciones informáticas y no dan cabida a la diversidad familiar actual. ¡Ah! Y que no se nos olvide que para poder equipararnos en derechos con respecto a parejas heterosexuales, tuvimos que casarnos antes.

Por tanto, durante todos estos trámites optamos por sostener los silencios incómodos y sonreír cuando nos planteaban “¿Ah,  pero no eres la madre?”, “pues tendrás que firmar en la casilla del padre”, “disfrutarás del permiso de paternidad”.“No sé cómo hacerlo, os derivo a casos particulares”. La ley fue modificada para incluir el matrimonio homosexual en 2008, ¡¡ya está bien!!

A pesar de todos los pesares, nuestra decisión de ser madres, nos ha aportado dos aprendizajes muy importantes. El primero, reafirmarnos en el apoyo infinito de nuestras familias, nuestras amistades y de la mayoría de las profesionales que nos atendieron durante este tiempo. Y, por último, asumir que este nuevo ser que se suma a nuestra familia nos ha sacado automáticamente del armario rancio con olor a naftalina que construye nuestra sociedad desgraciadamente homófoba, para invisibilizarnos y negarnos. Hace que nosotras nos enfrentemos a las miradas del entorno cuando paseamos por la calle con el carro o cuando estemos en el parque jugando con él. Hace que nuestras familias tengan que descubrirse escuchando “no sabía que tenía pareja” ,” ¿qué tal se apaña con su chico?”, “¡ah!, no sabía que era lesbiana”. Y hará que nuestro hijo, cuando vaya al cole, tenga que explicar que su familia la componen dos mamás y una perra, y que no tenemos armarios en casa.

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