Esas, las que me habitan

Esas, las que me habitan

'Esas, las que me habitan' es un texto de Andrea Momoitio para el fanzine 'Habitar la intimidad', un proyecto que reúne creadores y colectivos para reflexionar en torno a los conceptos de intimidad y espacio compartido, tomando como punto de partida las realidades y ficciones que transita nuestra cotidianidad.

25/10/2017

Esas, las que me habitan, son las mismas que me sostienen y arrojan. Esas, las que me habitan, levitan a mi alrededor, se encuentran conmigo, me acompañan a la cama cada noche; jugamos al escondite juntas y nos encontramos al doblar cada esquina. Esas, las que me habitan, me recogen en invierno y me lanzan a la vida con cada primavera; esas, las que me llaman casa, familia, mamá, amor, amiga, fuego, agua; sangre, speed; me aplauden ante cada intervención estelar y me jalean cuando alcanzo alguna de las cumbres de la cordillera de mierda que atraviesa mi espalda; me susurran al oído que la tierra es sólo cosa de semillas, que mis alas abarcan el mundo, pero me gritan después que estoy herida para volar. Protesto en el fragor del silencio y suplico que me hablen con más cariño, que me follen con más fuerza, que me griten con caricias, que no me despierten antes de las diez. Esas, las que me habitan, soportan con entereza los problemas de concordancia de número y de género; de pretéritos y de presentes; de idas y de venidas.

Reniegan a mi lado de las noches de calor y tiritan conmigo de frío; sueñan en mi cabeza y laten apoyadas en mi pecho; duelen con mi escafoides herido, reniegan de todas mis vidas frustradas, me convencen de lo cerca que está de mí la muerte y de lo eternas que pueden ser mis palabras. Esas, las que me habitan, siempre tienen nombre de mujer: lo son, lo fueron, o tal vez, lo sean algún día. De esa clase de mujeres que muerden, que gritan, que llevan las bragas manchadas de sangre; esas mujeres que se reconocen entre ellas, que se lamen, que se masturban y, luego, no se lavan las manos. Ellas, todas las que me habitan, arañan, pero tienen miedo a los artrópodos.

Irreverentes, caprichosas, condescendientes, agresivas, excéntricas, perturbadas, frívolas e hipócritas. Buscan y rebuscan entre los tejidos algún hilito deshilachado. Tiran de él con fuerza, sin cuidado, con arrogancia; tiran y arrasan. No miran nunca atrás y hablan de optimismo. Esconden detrás de palabras de colores grandes tormentas en blanco y negro; se pierden en diccionarios de segunda mano.

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Esas, las que me habitan, sueñan conmigo y pesadillan contra mí; se hablan mal, se drogan, se abusan, se acarician, se golpean, se apátridan de sí mismas y se empadronan en cuerpos ajenos; llaman casa a cualquiera esquina de cualquier cuerpo vivo, visitan cementarios y lloran a muertas que no son suyas. Inventan palabras y verbos; ni escuchan ni hablan lengua de signos; no saben inglés ni saben hacer bien el francés; dejan su cepillo de dientes en todos los hogares que visitan porque sólo se imaginan floreciendo en tazas de váteres. En la intimidad de sus cuerpos ningún sonido hace música y todos los colores son mate; la vida resbala entre huesos y músculos, entre tejidos y botones; entre agua privatizada y órganos que sólo aspiran a ser donados.

Esas, las que me habitan, somos yo.

Puedes conocer más del proyecto ‘Habitar la intimidad’ en su página de Facebook.

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