Desmontando a Antonio Alcántara

Desmontando a Antonio Alcántara

Las actitudes que encarna Imanol Arias en la ficción van más allá del prototipo de gruñón, pero “bueno en el fondo”, amante padre y esposo. El personaje ejerce conductas de control que constituyen la base de una relación de abuso. 'Cuéntame' habla del pasado, pero lo hace en el presente.

Lucía Ferreiro Prado

Fotograma de una discusión entre Antonio y Merche en 'Cuéntame'

Fotograma de una discusión entre Antonio y Merche en ‘Cuéntame’

A pesar de su carácter agrio, sus malos modos o el machismo que le caracteriza, Antonio Alcántara es el padre y marido más querido de las series de ficción española contemporánea. La serie encarna en el personaje a un español medio de la época que tuvo una vida con dificultades. Vive la muerte de su padre en la Guerra Civil, asesinado por el cacique del pueblo y es criado por su madre, doña Pura, una señora más bien poco diestra en habilidades emocionales. Tras casarse con Mercedes, la familia y los dos hijos que tienen en ese momento, se van a vivir a Madrid en donde Antonio alterna su trabajo de alguacil con la imprenta. Pese a su doble trabajo, la familia llega justa a fin de mes. En Madrid, nacerán dos hijos más, Carlos y María.

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La descripción es un brevísimo resumen de la vida del personaje. Antonio Alcántara se ha creado para conectar con buena parte de una generación que vivió el horror de la guerra, las miserias de la dictadura y entró en la democracia ilusionada con el nuevo sistema político que colmaría a España de paz, libertad y prosperidad económica.

El objetivo de este artículo es desmontar al personaje de Antonio Alcántara y el modelo de relación de pareja que transmite. Las actitudes que encarna Imanol Arias en la ficción van más allá del prototipo de gruñón, pero “bueno en el fondo”; alguien de difícil carácter, pero amante padre y esposo. El personaje se sirve en las interacciones con su mujer e hijos de conductas de control. Conductas que constituyen la base de una relación de abuso. Entiendo por abuso emocional la combinación de poder (desigualdad) y control que se ejerce sobre otro ser humano y cuya consecuencia es negar a la otra persona por lo que es. El abuso emocional existe y hace daño, pero su invisibilidad aparente lo sitúa en una zona gris de difícil detección.

Paradójicamente, la violencia emocional es de una aparente “baja intensidad” porque no conlleva insultos, gritos e, incluso, la intención manifiesta de herir al otro. Es su constancia a través del tiempo lo que erosiona a quienes la sufren. Sus efectos sólo se hacen evidentes mucho después de que el daño esté hecho. No pocas veces, tras procesos de terapia donde la paciente va conectando con lo que no funciona en su vida y cuáles son las causas de ello. Arrojar luz sobre el abuso emocional pretende sacarlo de la sombra. Los mal llamados micromachismos tienen poco de micro y mucho de transformación del patriarcado para invisibilizar la violencia y mantener el control de la manera más sutil y menos evidente.

La serie transmite la idea que, a pesar de su carácter difícil, Antonio está profundamente enamorado de Mercedes. Cuando su mujer le deja unos meses por la aventura que tiene, el hombre no levanta cabeza. Dan ganas de empatizar con él. Sin embargo, esta explicación es ya, de entrada, una justificación, pues juzga a una persona basándose en las intenciones que tiene -Antonio quiere a Mercedes- y no en las conductas -Antonio no trata bien a Mercedes-.

Antonio define las situaciones familiares haciendo valer sus necesidades sobre los deseos, gustos y opiniones de los demás. Suele gestionar el dinero familiar sin consultar con Mercedes, decidir cuál debe ser el futuro de los hijos, como su empecinamiento con que Carlos estudiara en Icade o, años más tarde, con que su prole trabaje en la bodega. Cuáles son los planes o aspiraciones de sus tres hijos mayores es algo que ni, remotamente, se le pasa por la cabeza.

Amores perros (capítulo 256) se utiliza como ejemplo de conductas concretas de control dado que, en este episodio, Antonio y Mercedes tienen una discusión importante. Ocurre lo siguiente: Tras ir al banco, Antonio se entera de que no dispone del dinero suficiente para invertir en el partido de Suárez. Enfadado acude a Mercedes a exigir explicaciones. La escena tiene lugar en el piso donde ella y su socia están reunidas con el diseñador que les ha realizado el logotipo de Hipólita, su marca de sujetadores. Al entrar en donde están reunidos, Mercedes le pide a Antonio que espere mientras acaba la presentación pero, de paciencia escasa, Antonio no aguanta ni cinco minutos y le dice: “Vamos a ver, Merche, podemos hablar un momento y luego puedes seguir con todo esto”. Ya en otra habitación, se produce una fuerte discusión, de la cual sólo se reproduce la parte final.

Antonio: —Es muy difícil de entender porque lo tenemos [se refiere al dinero y con enfado lanza un objeto contra la mesa] (…) pero tú siempre pensando en lo tuyo.

Mercedes:— No te entiendo.

Antonio:— Ese es tu problema, Milano, que no entiendes nada y no ves más allá de tus narices y encima las tienes pequeñas. ¡Coño! Y mucho papo es lo que tienes, mucho papo. Así que voy a buscar dinero debajo de las piedras que es lo que me toca. Y otra cosa, yo no sé cuánto vas a pagar por ese logotipo [el de Hipólita], pero yo no pagaría nada porque es una mierda. Mi hija María lo haría mucho mejor. Con arcos, con flechas y con todo.

Sólo en esta pequeña escena, se observan varias estrategias lesivas. En primer lugar, Antonio está tomando el control de la situación definiendo que su tiempo es más valioso que el de Mercedes. Él no puede esperar porque su enfado no se lo permite. Asume que su mujer tiene que atenderle (inmediatamente) cuando él lo requiera. Desde este punto de partida, se ve legitimado a interrumpirla cuando está reunida, sacarla de lo que está haciendo y abroncarla a voz en grito, de modo que la socia y el diseñador, pese a estar en otra habitación, se enteran de todo. El enfado con Mercedes se produce porque quiere hacer una inversión con el dinero de ambos, que en ese momento no está disponible, pero sin haber contado con su opinión. O, después de contárselo, a pesar de su desacuerdo. Antonio dispone. Si el contexto no fuera ya lo suficientemente desigual entre la pareja, por lo que implica de anulación de Mercedes, cabe añadir que el extracto mencionado son las palabras que pronuncia durante el ataque de ira. En ese momento álgido le dice que “no entiendes nada” de lo cual, entre líneas, se puede leer un “yo sí entiendo”, luego Antonio se está posicionando por encima de Mercedes. La frase termina con un “y no ves más allá de tus narices y encima las tienes pequeñas. ¡Coño!”. Esto es, Antonio desprecia a Mercedes, no por un hecho concreto que le molesta, sino atacando a la persona describiéndola como egoísta y corta de miras. Prosigue el ataque restando valor a Hipólita, a través de la crítica al logo, porque sabe que es importante para Mercedes.

En un momento de la escena, no transcrito aquí, Mercedes replica que no le hable así, pero, fundamentalmente, aguanta el chaparrón que se ha leído de ejemplo. Está disgustada, enfadada y seguramente muy dolida, pero acepta que sea él quien decide cuándo empieza la discusión y cuando se acaba. Además, Mercedes no sólo aguanta y acepta el juicio arbitrario de su marido con respecto al dinero, sino que no pierde las formas. El patriarcado enseña que sólo ellos están legitimados para expresar enfado o ira. Bajo la apariencia de “buena educación” hay unas estrategias de dominio que ocultan desigualdad de poder y el permiso para que unos puedan abusar de ellas.

La escena explicita un alto nivel de agresión verbal, seguida de una reacción de aguante por parte de Mercedes. Una de las dificultades de tildar actos como éste de violentos radica en el estereotipo de identificar a las víctimas como pasivas, serviles o incapaces de imponerse a las circunstancias. Mercedes planta cara a Antonio, le dice con firmeza que no le hable de ese modo y no acepta su planteamiento. Sin embargo, la agencia de Mercedes está forzosamente limitada porque Antonio ya ha tomado la decisión. Su carácter determinado no hace de ella menos víctima. Se está ejerciendo sobre Mercedes una violencia económica, pues no puede decidir qué hacer con el dinero, y emocional, porque se está atacando su integridad. 

Broncas como la de Amores perros, cuando se producen de forma habitual en una relación, erosionan la autoestima de la persona. No se puede obviar que éste es tan sólo un ejemplo, aislado no significaría nada. Sin embargo, se trata de uno de muchos que ilustran las tensiones de su relación porque comportarse de ese modo es el proceder habitual de Antonio.

Las consecuencias del abuso emocional son muchas aunque, seguramente, las más destacadas son la falta de autoestima, la depresión y la ansiedad. Cabe preguntarse si hay abuso emocional si no hay huella en el lado receptor. El personaje de Mercedes no parece muy afectado por los ataques habituales a su integridad. La serie refleja a una persona bastante más inteligente que su marido, con una enorme fortaleza interna y que sabe mirar más allá de los prontos de Antonio. La seguridad que le caracteriza, le permite superar cuántas visicitudes le pone la vida por delante.

Ante esa duda de si hay abuso cuando no hay daño, cabe preguntarse dos cosas. En primer lugar, cuestionar cuántas Mercedes Fernández hay en la vida real, es decir, cuántas personas son capaces de vivir con Antonios Alcántara durante décadas y no ver resentido su integridad y valor como seres humanos. Resulta muy poco realista suponer que quien recibe estos ataques no sufre por ello. En segundo lugar, Mercedes establece un ideal de mujer difícilmente alcanzable (perfecta madre y esposa, además de emprendedora) y dudosamente independiente, ya que integra en él todos los valores del patriarcado. Si Mercedes no se ve a sí misma como una víctima es porque tiene naturalizada la violencia que Antonio ejerce sobre ella como normal. No se sabe si Mercedes está herida o no, pero ni ella misma lo sabe. Frente a ese espíritu luchador que la caracteriza, Mercedes está imbuida de los valores que le han enseñado: soporta las decisiones de su marido aunque no tenga muchas luces, no se enfrenta a la autoridad y aguanta, pues sabe que ella es el pivote de la familia.

La pareja Antonio-Mercedes tiene una especial relevancia por el impacto que tiene en el número de espectadores que se sientan cada jueves a ver Cuéntame. En concreto, 3. 428,000 personas en el último capítulo de la temporada este pasado mes de mayo. Supuso un share del 20, 2%, según Vanitatis-El Confidencial. Representa un modelo de matrimonio en pleno siglo XXI que retradicionaliza las relaciones hombre-mujer. Cuéntame habla del pasado, pero lo hace en el presente y la España de 2017 no ha superado el estereotipo de Antonio Alcántara. Si así fuera, no se contarían asesinatos machistas, cada mes, cada año. Una televisión que trabajara por los derechos de las mujeres podría, por ejemplo, dar un giro al guión haciendo que Mercedes tomara conciencia de su situación, y se divorciara de Antonio. En 1986 ya es posible. Quedarse con Antonio no es la única opción, sino que hay otras salidas. No hacerlo implica apostar por retratar un anacronismo. Los espectadores de 2017 estarían profundamente agradecidos por ello.

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