“Nadie puede hacerse experta en amor; es un logro colectivo”

“Nadie puede hacerse experta en amor; es un logro colectivo”

En ‘Polifonía amorosa’, Laura Latorre Hernando aporta a través de 30 relatos de realidad ficcionada ideas para explorar prácticas más libres en nuestras relaciones, sin juicios ni recetas cerradas.

03/08/2017
Laura Latorre Hernando./ Foto de su archivo personal

Laura Latorre Hernando./ Foto de su archivo personal

Después de haber dinamizado talleres para repensar el amor en distintos países de Latinoamérica, Laura Latorre Hernando entrevistó a 55 personas que estaban explorando cómo relacionarse de una manera más consciente y libre de creencias y mandatos. Partiendo de ese material preciado, construyó 30 relatos escritos de formas dispares -monólogos, cartas, diarios- y los publicó con la editorial Bellaterra.

Las entrevistas tuvieron valor en sí mismas y ocurre lo mismo con las presentaciones del libro, que se convierten en foros en los que seguir compartiendo inquietudes y experiencias. Esta entrevista se realizó con público, en Louis Michel Liburuak de Bilbao. Una de las participantes condensó la esencia del libro: “Más que imponer una idea, invita a la reflexión, a replantearte cosas que tenías muy claras o, en lo que pensabas que te tenías que replantear, decir: “mira, pues no”. No hay una panacea. Estar bien contigo misma y compartirlo: eso es el amor”.

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Cuéntanos cómo ha sido el proceso: ¿cómo planteaste las entrevistas y cómo las convertiste en historias de realidad ficcionada?

“LA ENTREVISTA ERA UN ESPACIO PARA HABLAR DEL AMOR CON PROFUNDIDAD Y TIEMPO. TENÍA UN EFECTO TERAPÉUTICO”

El previo fue muy importante. Dediqué mucho tiempo a pensar qué quería preguntar. Me ayudó un amigo experto en terapia narrativa, una corriente que parte de que la identidad de las personas se construye a través de las historias que contamos. Insistí mucho en que me contasen lo que de verdad sucedía en sus relaciones, detallando escenas concretas, y no tanto lo que les gustaría que sucediera, porque lo que yo quería era mostrar los dolores, deseos, emociones y contradicciones en lo cotidiano. Transcribir las 55 entrevistas ha sido un trabajo muy arduo pero también una experiencia de escucha muy profunda e inspiradora. De ahí escribí 30 historias de realidad ficcionada; de todas las entrevistas saqué algo, aunque fuera una anécdota o una frase. Mis intereses y vivencias me llevaron a narrar las historias tomándome ciertas licencias literarias, mezclando sus historias y las mías.

En el prólogo hablas de la importancia de cuidar a las personas entrevistadas para que se sientan reforzadas y no vulnerables o utilizadas. ¿Cómo has hecho ese acompañamiento?

La entrevista tenía un sentido en sí misma: era un espacio para hablar del amor con profundidad y tiempo. Aunque no era mi intención, tenía un efecto terapéutico, suponía hablar de cosas que nunca habían nombrado. Muchas entrevistadas eran amigas o conocidas, pero también hubo gente que escuchó hablar del proyecto y que me buscó. Cada persona ha tenido la oportunidad de validar los textos relacionados con su entrevista, corregirlos, decir “esto me da vergüenza y no quiero que salga”. De hecho ha habido una chica que no ha querido que saliera su entrevista y no ha salido. Para mí era muy importante respetar eso. Lo de ficcionar a veces despertaba inseguridades. Alguna amiga me decía agobiada: “Huy, eso es lo que piensas de mí, ¿no?”. Fue un proceso largo, que exigía paciencia. Una vez publicado el libro, ha habido gente a la que le ha dado pudor y gente que se siente muy orgullosa y lo cuenta a todo el mundo. ¡Algunas quieren organizar un encuentro!

En el prólogo reconoces sesgos en la selección de las personas entrevistadas: por el nivel académico y de politización entre otros. ¿Hay cierto riesgo de que plantee una conversación sobre el amor muy endogámica?

El libro no tiene una pretensión sociológica, no quiere universalizar. Toda la gente que entrevisté es cercana a mí, aunque no la conociera. No todo el mundo se definía como feminista pero tenía unos valores, unos planteamientos determinados. A mucha gente no le va a resonar nada, pero tengo la esperanza de que para algunas personas abra puertas a la reflexión y el entendimiento de realidades que no conocían.

En la primera historia nos colamos en una cena entre tres amigas que hablan sobre sus relaciones de pareja en contraposición con los amores de película. Dice una: “Pienso en que mi amor es sereno y sólido y me siento una viejecita”.

Para esa historia mezclé tres entrevistas de mujeres que no se conocen entre sí pero que estaban cuestionándose por qué una relación sólida se ve como aburrida. Hay mitos del amor romántico que tenemos más superados, pero este sigue calando también en los modelos modernos: que el amor debería ser divertido, fascinante, una montaña rusa siempre de subida. El mito de la perfección también se nos cuela en nuestras supuestas relaciones libres.

“EL MITO DE LA PERFECCIÓN TAMBIÉN SE NOS CUELA EN NUESTRAS SUPUESTAS RELACIONES LIBRES”

En distintos capítulos las personas expresan que, por muchos discurso político que tengan, por mucho que se hayan formado en terapia Gestalt, siguen sin desprenderse de esas creencias. ¿Esto de repensarse sirve realmente para algo?

Los modelos teóricos pueden servir para hacer algo creativo, pero en otras ocasiones pueden llegar a suplantar a la propia realidad y hacer de barrera simbólica. Yo me creo un discurso, una máxima -“en el amor hay que hacer acuerdos y dejarse fluir”-, pero ¿y si luego no me sé dejar fluir y el acuerdo no sirve? Yo me he frustrado muchas veces por aferrarme incluso a una de mis identidades preferidas, la feminista, porque sus deberes y normas sutiles sobre cómo vivir el amor me cierran a vivir la contradicción. Este libro no da recetas pero sí posibilidades, grietas para decir: “Esto no se me había ocurrido” o “a mí también me pasa esto y no me atrevía a decirlo porque queda mal en un determinado contexto”.

Uno de los capítulos nos introduce en el monólogo interno de un chico que se siente en la encrucijada entre el amor romántico, el amor libre y la promiscuidad marica. ¿Rompemos con un modelo para atarnos a otro?

Hay otra historia interesante en la que se ve esto: una triareja, tres mujeres que viven juntas en una relación desde hace 20 años. Desde algunos contextos se les reprocha que no tienen una relación realmente abierta, que son como monógamas a tres. Ellas decían: “Nos ha ocurrido esto y lo estamos viviendo pero no pensamos que esto es el modelo a imitar por todo el mundo, ni nosotras queremos imitar el modelo más alternativo o transgresor. Nos va bien hasta el momento, no sabemos qué pasará en el futuro”. Yo contaba a la gente que la premisa era entrevistar a personas que estuvieran explorando prácticas más libres en sus relaciones y en seguida lo convertían en un significante cerrado: “Entonces no me puedes entrevistar, porque no tengo una relación libre”. Como si la libertad tuviera sólo que ver con la monogamia, como si todo el mundo entendiéramos la libertad de la misma manera y la viviéramos de la misma manera. En mi experiencia, no todas las relaciones llamadas libres rompen con la idea capitalista y patriarcal del amor, ni todas las relaciones monógamas carecen de libertad.

En la historia de la triareja se ve la necesidad de que la sociedad reconozca otros modelos afectivos. Igual estamos empeñadas en abrirnos todas al poliamor y la anarquía relacional, en vez de romper el estigma hacia las personas que ya viven en esos modelos.

Sí, intentamos subirnos a un carro que está de moda, y creo que es interesante escuchar a gente que lleva mucho tiempo explorando por ahí. También expresan sus contradicciones, por ejemplo les cuesta reconocer que tienen celos.

Varias de las protagonistas expresan su hartazgo hacia un estilo de seducción en el que tienen que demostrar lo interesantes, guapas y modernas que son.

Quería reflejar ese cansancio. Parece que nos enamoramos de la misma manera, que dura el mismo tiempo en todas las personas (se hacen hasta estudios que dan una media). Quería hablar de otras posibilidades, como la de erotizar la amistad. No es natural que el deseo se dirija hacia unos cuerpos y actitudes determinadas que tienen mucho que ver con el capitalismo y el patriarcado.

Otro tema recurrente es la ruptura. En una de las historias, dos chicas que han sido pareja se plantean cómo reciclar ese amor en un amor nuevo…

…frente al mandato fuerte de que cuando el amor se termina es un fracaso. Encontré a varias personas que habían conseguido elaborar una relación muy amorosa o lo estaban intentando.

“ME INTERESABA MOSTRAR ESA BÚSQUEDA DE APRENDER A RELACIONARNOS INCLUSO CUANDO ES DIFÍCIL”
Acompañamos a una de las protagonistas decidiendo durante años si deja a su pareja o sigue luchando por esa relación. Mi impulso era querer acelerar el proceso: “Déjale, no te hace feliz, te trata fatal”; pero en el relato no hay juicios. ¿Cuál es el límite entre una relación difícil que merece la pena y una tóxica?

Yo no creo en este otro mito de que hay que aguantar y que el amor lo puede todo, pero me interesaba mostrar esa búsqueda de aprender a relacionarnos incluso cuando es difícil. Decir “se acabó” en cuanto la relación se pone difícil es una tendencia un poco capitalista y desconectada de la propia vida. Se basa en el mito de que si no es divertida, no merece la pena. El patriarcado promueve una idea del amor como algo etéreo y que está separado de lo que pasa en la relación, incluso es vivido como algo obligatorio, por ejemplo en la familia: el mandato de que a un padre hay que quererlo, aunque te viole. O al menos perdonarlo. Esto en el amor romántico es brutal y genera mucha violencia. Es interesante hacerse la pregunta: ¿Qué elementos hay en esta relación que te digan que hay amor, a pesar de todo?

¿Has identificado que alguna de las entrevistadas estuviera en una relación de violencia machista?

No, porque no quería incluir en el libro el maltrato físico y psicológico puro y duro, pero las invitaciones a la violencia son muchas y no siempre sabemos o podemos declinarlas. Me refiero a las luchas de poder, a la manipulación, al miedo… Violencias que tienen que ver con esa dificultad para relacionarnos y se nos cuelan. La gente dice: “En todas las relaciones hay relaciones de poder, contra eso no se puede luchar”. Una cosa es aceptar que operan relaciones de poder y otra es celebrarlo. ¿Qué hacemos con ellas?

Cuando narras relaciones heterosexuales, se ve la huella que deja una educación sentimental tan distinta. Hombres que no saben expresar sus emociones, mujeres que exigen hablar sobre un conflicto en el momento…

Esa socialización distinta resulta muy evidente. Las mujeres hemos sido educadas para ser sostenedoras del amor y tener una empatía desmedida. Parece que somos las responsables de abrir los conflictos y de mediar en ellos. Y los hombres han sido abocados al analfabetismo emocional, a la falta de compasión, a saberse merecedores del amor así porque sí… Esto abre las puertas a que la violencia campe a sus anchas. Quería abordarlo con gente que tiene ganas de hacer las cosas de otra manera y que aún así cae en roles como los de madre cuidadora-protectora y padre aventurero. La idea de libertad capitalista individualista, de hacer lo que quieres y cumplir tus deseos, está mucho más legitimada en los hombres que en las mujeres. Me parece fundamental repensar la libertad más allá del patriarcado, como una experiencia de relación y con sentido de lo común, de lo que beneficia a ambas personas.

Sin embargo, no retratas a los hombres como los malos de la película ni eres complaciente con las mujeres: observamos las limitaciones y errores de las dos partes.

Que no quisiera juzgar no es porque yo sea neutral o quiera promover el conformismo, sino que quería tratar de profundizar en cómo es ese juego entre la realidad y el deseo. Me ha servido más conocer una experiencia y ver si me resuena que leerme “la Biblia del poliamor”, que puede llevar a la frustración. Igual algún día cuando sea mayor llego a eso, pero mientras tanto ¿qué hago?

[A partir de aquí recojo las preguntas y aportaciones del público]

Siempre se habla del amor desde la premisa de que tienes que tener una pareja, o una triareja. Si no tienes una relación, la gente te mira raro y te interroga. ¿Es que no ligas? ¡Si eres un buen partido! Todo está dirigido a que las personas estemos juntas: las viviendas, los viajes…

Tener pareja es parte del éxito social, pero para mí lo más problemático es que es un configurador de autoestima. Parece que estás mal, que nadie te quiere. Y hay momentos en los que te lo crees: “¿Será que no sé relacionarme?” Aunque tengas cientos de amigas y te lleves bien con tu familia. Hay que romper el peso de lo erótico afectivo. No tener pareja no significa que estés carente de amor.

¿Cuál ha sido la experiencia más significativa para ti de todas las entrevistas?

“TENER PAREJA ES PARTE DEL ÉXITO SOCIAL, PERO LO MÁS PROBLEMÁTICO ES QUE ES UN CONFIGURADOR DE AUTOESTIMA”

La de una mujer de Colombia que tiene 65 años y habla de toda su trayectoria amorosa, una vida muy intensa desde la adolescencia hasta ahora. Ha vivido una guerra. Es una experiencia muy distinta a la mía.

Siendo tú europea, madrileña, ¿has tenido alguna dificultad a la hora de ficcionar historias de otras culturas?

Quería respetar la lengua de las personas: si hablan en colombiano, ponerlo en colombiano. Yo he vivido cuatro años en México, unos meses en El Salvador, dos años y medio en Argentina, y había historias en las que ya no sabía en qué escribía [risas], pero la gente lo corregía. En el ámbito cultural no siento que haya tenido dificultades.

Pero en alguna historia sí que se ven choques culturales en las relaciones. ¿O es que un conflicto de pareja entre personas de distintos orígenes se lee como choque cultural?

Sí que hay distintas culturas afectivas, por ejemplo a la hora de mostrar la afectividad, pero hay cosas muy comunes respecto a los mitos del amor o las invitaciones a la violencia. No he encontrado grandes diferencias respecto a lo que yo quería contar.

¿Algún aprendizaje que te lleves después de escuchar a tantas personas?

Ahora hay mucha gente que me dice: “Como experta en el amor, danos tus conclusiones”. Yo estoy convencida de que nadie puede ser experta en el amor en solitario. Quiero romper con esta idea de que alguien puede decirte como experta lo que te conviene en tus relaciones. Si alguna vez nos convertimos en expertas y expertos, será un logro colectivo.

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