Feminismo: os dolemos pero a nosotras nos duele más

Feminismo: os dolemos pero a nosotras nos duele más

Las voces de muchas mujeres se oyen desde la trinchera. Esta lucha solo acaba de empezar.

16/06/2017

Zoraida Guijarro, periodista y sexóloga

Dos amigas rien a carcajadas

Photo credit: Todd F Niemand via Foter.com / CC BY-NC

Estamos en pleno tsunami feminista, un período intenso en el que muchísimas mujeres de todo el mundo gritan y luchan para liberarse de un yugo que nos ha mantenido esclavas y silenciadas durante mucho, mucho tiempo.

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Hemos vivido a lo largo de la historia épocas de un hervor revulsivo que gestaron hitos inolvidables y con ellos un ovillo del que seguir tirando para lograr lo que nuestras madres, y madres de madres quisieron hacernos ver y hacerse oír: que ante los ojos de todo el planeta somos todos iguales y nadie tiene ni el más mínimo derecho, ni legal, ni social, ni cultural, religioso o sobrenatural, de doblegarnos. Nada ni nadie.

No somos esclavas, no somos inferiores, no somos sumisas, no somos débiles.

De lo contrario, somos madres, somos fuertes, somos solidarias, somos luchadoras, inteligentes, somos honestas y nobles y tenemos la gran capacidad, como muchas comunidades que han sufrido la injusticia y el sufrimiento infligido, de empatizar con quien llora aunque ese que llora sea nuestro verdugo sin la menor justificación. Tampoco creo que exista justificación para hacer daño.

Luchamos contra la vejación, el maltrato físico y psicológico, contra las cuerdas, la opresión y los asesinatos. No somos y nunca hemos sido esclavas y no somos solo cuerpos reproductores o agujeros en los que descargar rabia, deseo, ira o testosterona.

Somos mujeres, compañeras IMPRESCINDIBLES para dar vida, para cuidar de ella y trabajar por ella.

Absolutamente nada ni nadie decide sobre nosotras y mucho menos sobre lo que es mejor o peor para nosotras.

Vivimos en un mundo gestionado por hombres y para los hombres. Un mundo que maltrata, flagela y menosprecia a la mujer constantemente. Un mundo en el que asumimos desde la cuna nuestra condición de ser pequeñas, insignificantes y frágiles. Nacemos con la estructura montada y solo tenemos que aprender a cumplir nuestra tarea en el lugar que nos haya tocado desempeñarla.

Es muy difícil ser mujer en un mundo cuya mentalidad machista instalada a lo largo de los siglos niega reiteradamente y obstaculiza por doquier cualquier intento de la mujer por ocupar su lugar, el que nos corresponde. Hace un tiempo escribí algo parecido: no tenemos que ganarnos nada, nuestro papel en el mundo nos lo habéis arrebatado impunemente y luchamos y peleamos por recuperar lo que es nuestro. No deberíamos pelear por esto pero aquí estamos y seguiremos gritando y pataleando hasta que lo consigamos.

Y nos vais a encontrar de muchas maneras. Os daréis de frente con grupos radicales que estarán deseando arrancaros la cabeza, otras más conciliadoras que sigan buscando un diálogo y quieran haceros ver lo equivocados que estáis, mujeres rotas, muchas, muchísimas, enfadadas y frustradas y, a la par, os encontrareis con los abrazos y el seno de vuestras madres, hermanas, amantes e hijas a las que tanto amáis, necesitáis y maltratáis, incluso, sin daros cuenta. Eso es lo peor, que ni siquiera os dais cuenta del daño que hacéis, el daño que nos hacéis.

Espero de todo corazón que algún días se os caiga la venda de los ojos. Hasta entonces, aquí seguimos, a pie de trinchera.

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