Lo más contagioso es el miedo: cómo abordar las ITS sin alarmismo

Lo más contagioso es el miedo: cómo abordar las ITS sin alarmismo

Abstinencia, monogamia, o convertir la cama en un quirófano esterilizado. ¿Son esas las únicas opciones para evitar las temidas infecciones de transmisión sexual? Hay un enfoque alternativo a la moralina y la pretensión de riesgo cero: información, responsabilidad y pruebas periódicas.

Collage: Señora Milton

Para sorpresa de alguna gente, en Golfxs con principios no seguimos al pie de la letra el discurso mayoritario sobre infecciones de transmisión sexual (ITS). Si evitar las ITS fuera tan sencillo como “evitar contagios”, todo el mundo seguiríamos las recomendaciones prácticas que oímos constantemente y dejaríamos de contagiarnos por siempre jamás. Fin de la historia.

¿Cual es la realidad? Sigue habiendo infecciones, como es natural. La doctrina oficial que la Organización Mundial de la Salud (OMS) muestra en su web es que la solución a los contagios está en el “asesoramiento sobre prácticas sexuales más seguras y reducción de riesgos”, es decir: La OMS no dice nada sobre prácticas sexuales seguras 100% y la eliminación total de todos los riesgos. Pero la visión medicalizada de las relaciones sexuales, reducidas a una cuestión de salud, ha hecho que se popularice un discurso en que se cree posible el “riesgo cero”, que ve posible convertir un dormitorio (o donde nos apetezca estar) en un quirófano esterilizado.

El discurso más manejado respecto a las ITS es el de poner TODOS LOS MEDIOS POSIBLES para poder evitar TODO contagio durante las relaciones sexuales en las que haya fluidos corporales. Eso puede ser una recomendación útil en teoría pero, en la práctica, todo el mundo termina por adaptarla a su propia vida, haciéndola más razonable o al menos, más fácil de manejar, aunque las soluciones elegidas a veces no sean las ideales. Hay quien adapta esa recomendación confiando en la amistad como medida profiláctica: “Bueno, no usé ninguna protección porque es de confianza”. Hay quien prefiere olvidarse de todo y vivir como si no existieran las ITS, como si fuese lo mismo una hepatitis B que una C, lo mismo el VIH que una gripe.

suscribete al periodismo feminista

La solución que hemos encontrado en Golfxs con principios tiene tres bases: información, responsabilidad y controles médicos periódicos. Por un lado, intentamos difundir públicamente en nuestra web  toda la información posible sobre las ITS pero sin utilizar el tono alarmista que se suele utilizar (como por ejemplo, con las noticias sobre el virus del papiloma humano),  ni tampoco restar la importancia que realmente tienen.

Una información que, por desgracia, parece casi inexistente cuando se habla de las relaciones sexuales en las que sólo intervienen coños. De nuevo, la sexualidad generativa en escena: “Si no va a haber un embarazo ¿para qué preocuparse?” Por eso es de agradecer guías como  la de FELGTB para lesbianas (PDF) o la de TerrassaLGTB, ‘Protégete, coño para personas con coño, sean del género que sean. Es de agradecer en esta última que incluyan el Virus de Papiloma Humano, ignorado a menudo, pensando que sólo se da en relaciones heterosexuales con penetración sin protección… y a lo que algunas amigas lesbianas no encontraban explicación, basándose en la mala información que se suele dar. La guía de ‘Protégete, coño’ aclara: “Las citologías son necesarias para detectar un posible cáncer de cérvix producido por el Virus del Papiloma Humano (VPH), todas las personas que nacen con coño tienen riesgo de tenerlo” (destacado mío). Luego hablaremos del temido VPH.

A la información se suma la responsabilidad de cada cual para decidir dónde decide poner sus “líneas rojas” respecto a su propia salud. El ejemplo más común: ¿utilizo látex al chupársela o comérselo? El “riesgo cero” recomendaría que sí, pero en la práctica no parece tan extendido… Con esa realidad es con la que intentamos trabajar, no con un ideal que no existe realmente. Sabemos que influyen más factores que la propia voluntad a la hora de tomar esa decisión cuando se está con alguien, que el consentimiento puede llegar de muchas maneras y que a veces no es tan libre como aparenta,  por eso también trabajamos sobre otras facetas de las relaciones. Se oyen una y otra vez los relatos de chicos que insisten en no usar los preservativos, tanto en el ambiente gay como en el heterosexual.

No hay que olvidarse que en el consentimiento entran en juego muchos juegos de poder, que están presentes en TODAS las relaciones: la capacidad de cada quien para convencer, presionar, seducir, manipular… El papel de mentor de alguna de esas personas (con la herencia antigua de creer que, por ciencia infusa, ellos saben más que ellas sobre sexo), quien tenga más experiencia, acusar de ser menos “atrevida” de lo que aparentaba, la edad, el diferente estatus social, la proyección pública (¿cómo no fiarse de alguien que es un referente en su colectivo?), la presión de las expectativas que el grupo ha puesto sobre lo que se hará esa noche, la cultura transgresora heredada de los años 70… Las decisiones nunca son algo tan simple como un sí o un no.

En relaciones heterosexuales el debate sobre si usar o no preservativos se convierte en central (“pero es que no siento nada”, “¿no te fías de mí?”) al mismo tiempo que sólo se concentran monotemáticamente en la única práctica conceptiva, habiendo tantas otras en las que es imposible un embarazo. Y las mujeres, educadas en una cultura complaciente (sobre todo en el sur de Europa), pensando que “parece buen chico” y sin tener tampoco mucha información sobre las ITS, acceden. Muchas veces hemos oído el relato resignado de las que aceptaron prescindir del condón pensando “Bueno, ¿qué me cuesta?”, no por la confianza con esa persona, sino solamente para salir del paso.

En tercer lugar, recordamos de manera insistente la importancia de las pruebas médicas periódicas. Eso puede evitar que lo que sería una infección fácilmente curable derive en consecuencias muy graves si no se detecta a tiempo. Para hacerlo más fácil, listamos en la web los centros públicos centrados en las ITS y los centros privados en los que sabemos que podremos hablar de nuestras prácticas reales sin que nos miren con cara de sorpresa.

Nuestra manera de manejar las ITS no pretende ser el estándar para ninguna comunidad. Está lejos de que la consideremos la ideal. Sólo es nuestra propia manera de intentar minimizar la presencia de infecciones en colectivos donde la exclusividad sexual o la abstinencia no son la norma.

El “riesgo cero” no existe y es peligroso

La idea del “riesgo cero” cuando se habla de contagio de ITS se ha ido extendiendo a medida que se han ido medicalizando las relaciones sexuales. Y en lugar de centrarnos en nuestro placer, en nuestra implicación, conexión y disfrute hemos pasado a centrarnos únicamente en los peligros: el embarazo no deseado y las infecciones de transmisión sexual.

Hemos pasado de la educación y el placer sexual a la higiene sexual, a la profilaxis, a la asepsia. De la educación a la prevención. Haciendo una analogía con la cocina, la sexóloga María José Santín suele decir que, en lugar de enseñar a disfrutar de la comida, a cocinar rico y sano, a presentar un plato… nos estamos dedicando a educar en el riesgo de intoxicarse, atragantarse, tener accidentes en la cocina. Está bien conocer los riesgos, pero algo va mal cuando sólo nos centramos en eso.

Nada más eficaz que el miedo para evitar que nos lancemos a investigar nuestros deseos. El miedo fue un sistema eficaz durante siglos usando la autoridad de las sotanas negras y ahora se sigue utilizando con la autoridad de las batas blancas. El problema que tiene el miedo es que, si se hace creer que todo es peligroso, es fácil sentir que nos abruma y optar por olvidarnos de todas las advertencias, las razonables y las que no lo son, como si todas las ITS tuviesen la misma importancia.

El peligro del ideal del “riesgo cero” es que se asume que, si se hace todo bien en la cama, si se siguen todas las reglas, no puede haber contagios. Y, por lo tanto, si tienes una ITS, algo has hecho mal. Y lo que antes era una señal de pecado y culpa, ahora es una señal de enfermedad y vergüenza. Como vivimos con la idea de que todo el mundo lo hace bien (o eso creemos, hasta que nos confiesan en privado lo contrario), contraer una infección fácilmente curable se convierte en estigma. Esa vergüenza y miedo hace que no se tenga información –no alarmista– sobre ellas y que no sea una conversación tan común como hablar de nuestra escoliosis, diabetes, colesterol o migrañas.

Una buena educación sexual, sencilla, sin abrumarnos en datos, nos alejaría de ese miedo irracional, de la vergüenza culpable y el estigma asociado a las ITS. Eso está especialmente asociado al VIH, como se trató en Pikara: las personas seropositivas cargarán con un pecado sin redención posible, con una condena de por vida. La hepatitis B se contagia en el 100% de las prácticas de sexo anal sin protección, tanto a la parte que penetra como a la que es penetrada, y aunque puede ser crónica, sin cura, no carga con un estigma como el del VIH. Es lo que tiene relacionarnos con las ITS desde la ignorancia.

El temido virus del papiloma humano (VPH) 

Malas noticias para quienes siguen creyendo en el “contagio cero”: incluso si usáramos protección con látex en todos los potenciales contactos con fluidos corporales, al chuparnos y penetrarnos seguiríamos teniendo la posibilidad de transmitirnos algunas infecciones. El temido VPH se transmite por contacto de piel con piel, no por la sangre, el semen o el flujo vaginal. Nos contagiamos constantemente, y por norma general, el virus desaparece espontáneamente sin tratamiento. Aunque la web de OMS en español dice de manera categórica que “las infecciones por el VPH se transmiten por contacto sexual” (con lo que inmediatamente se tiende a pensar en contacto genital), la misma web pero en inglés dice que “el VPH se transmite principalmente por contacto sexual”.

Lo común al hablar del VPH es quedarse únicamente con la versión que dan algunos medios de comunicación, que alertan sobre el aumento de cáncer de cérvix y de boca, ansiosos por contenidos que se compartan todo lo posible en las redes sociales. Pero la web de la OMS insiste en que “la mayoría de las lesiones pre-cancerígenas se resuelven de manera espontánea”. El Centro de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, una web gubernamental, también confirma que “en la mayoría de los casos, el VPH se va por sí solo y no causa ningún problema de salud”. Curiosamente, eso no aparece en la web de la OMS en español, que no es una traducción literal de la anglosajona y que centra su información principalmente en datos de contagio, vacunas y cáncer. Esto no significa que haya que despreocuparse. Cuando el virus no se va por sí solo y las lesiones pre-cancerígenas no se tratan, sí que pueden derivar en cáncer de cuello del útero (hay casos de cáncer de pene o de ano pero son muy residuales).

Los preservativos y barreras de látex minimizan el riesgo de contagio, pero no lo eliminan. En cuanto a las vacunas, no las cubre la seguridad social, tienen sus riesgos, protegen durante cinco años y no protegen contra todos los tipos de VPH, pero de momento son otro de los medios a nuestro alcance y que recomendamos, informándonos primero con profesionales de la salud en contacto con poblaciones con prácticas de riesgo que no tengan un discurso alarmista. 

La información que damos sobre el VPH sólo pretende ser un ejemplo de nuestro enfoque, y no esperamos que tenga el consenso todo el mundo siendo una de las ITS sobre las que hay más polémica. En definitiva, queremos compartir información sobre infecciones de transmisión sexual, pero sin colaborar en aumentar el alarmismo y sin que sea el único tema del que se hable.  En su lugar, intentamos centrarnos en que nuestra vida sexual no se reduzca a unos genitales, patologías, infecciones y enfermedades. Que nuestra sexualidad sea un espacio de aprendizaje y no de miedo.

 

Download PDF

Artículos relacionados

Últimas publicaciones

ayuda a Gaza
Download PDF

Título

Ir a Arriba