La distopía de las doncellas

La distopía de las doncellas

The Handmaid's Tale recrea en las pantallas la distopía que Margaret Atwood creó en su novela, El cuento de la criada. En este escenario, el fundamentalismo religioso toma el poder y se apropia de los cuerpos de las mujeres fecundas.

20/05/2017

Leire Romera Catalán

Distopía, una sociedad ficticia e indeseable en sí misma. The Handmaid´s Tale, guionizada por Bruce Miller e Ilene Chaiken basándose en la obra literaria original de Margaret Atwood es escalofriante y nos enfrenta a una cruda realidad en la que el patriarcado toma forma de dictadura fundamentalista. Bajo el régimen de Gilead las mujeres fértiles (doncellas) se convierten en vientres con patas para unas pocas familias bien posicionadas que no pueden valerse por sí mismas para tener descendientes biológicos.

La condición de ser fértil se convierte en un yugo para cientos de mujeres que, de un día para otro, son re-educadas para “permitir” su explotación sexual. Una vez al mes, las criadas sufren violaciones disfrazadas de ceremonias en las que se colocan tumbadas boca arriba, con la cabeza entre las piernas de “su señora”. En el acto, la señora agarra a su doncella por las muñecas  mientras el “señor” del hogar o comandante se baja los pantalones lo suficiente para que su miembro se introduzca y riegue la cuna de una futura vida. Tras la fecundación, las criadas son mimadas como nunca por parte de sus dueños. Ellas conocen el resto de la historia: Darán a luz sobre una silla de partos en la que se quedarán exhaustas y sudorosas, mientras verán cómo su bebé se aleja de ellas para ser abrazado por su correspondiente señora.

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En la República de Gilead solo sobreviven las fértiles, las poderosas, las adoctrinadoras y, por supuesto, los hombres que respetan la Ley. El resto son aniquilados o enviados a campos de concentración (las colonias) a limpiar residuos que en un tiempo también terminarán con sus vidas. Mujeres con una vida normal, en pleno siglo XXI, con trabajo y con Tinder, pasan de manera repentina a vivir en un estado en el que ser lesbiana es un “crimen contra el propio género”.

La serie está calando, poco a poco, entre las espectadoras. Provoca conmoción y preocupación. En pleno debate sobre “sí” o “no” a los vientres de alquiler, llega una serie en la que ni el amor ni el respaldo económico pueden justificar el tener hijxs para otrxs. Nos enfrentamos al peor de los casos: la supresión de la libertad de las mujeres en todas sus manifestaciones. Sorprendentemente y casualmente, Margaret Atwood escribió su novela en 1984, el año que da título a la célebre novela de George Orwell, autor por el que se introduce el término <<orwelliano>> para referirse a sociedades u organizaciones que reproducen actitudes totalitarias y represoras. Sin duda, la república de Gilead representa una de las sociedades más aterradoras de las vistas hasta el momento. Para las mujeres, probablemente, la peor. Una sociedad en la que convierte legalmente el cuerpo de la mujer en incubadora inhumana, en un trozo de carne reproductivo.

Puede que uno de los aspectos más interesantes de esta serie lo compongan los flashbacks. A través de ellos conocemos cómo fue la transición entre el estado tolerante y la dictadura que comienza con el despido masivo y total de mujeres, despojadas de sus puestos laborales y obligadas a cambiar su rutina. Muchas de ellas salen a las calles acompañadas de algunos compañeros también indignados. Sin embargo, las protestas no son suficientes. El régimen logra acallarlas a base de violencia y miedo. En este punto surgen varias preguntas: ¿Seríamos capaces de aplacar un régimen de este tipo? ¿Cómo lo haríamos? ¿Resistiríamos? Al ver la serie es inevitable reconocerse a una misma en las vidas pre-dictadura de cualquiera de las protagonistas y, a continuación, querer dar respuesta a estas cuestiones.

The Handmaid´s Tale es un relato audiovisual feminista y necesario para mantenernos alerta ante las expresiones más o menos evidentes del patriarcado acechante y ser conscientes de que una distopía puede ser tarde o temprano, una realidad inevitable.

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