Aviso a navegantas

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Las mujeres hemos interiorizado el miedo a la libertad, a tomar decisiones y a la soledad. Nuestras parejas masculinas deben asumir esos temores e integrarlos como una parte más de los cuidados y afectos que nos proporcionan.

08/04/2017

N. F.

Una mujer se tapa el rostro con una mano mientras ríe

Intuyo la existencia de un nuevo espécimen entre la fauna machirula. Quizás ni siquiera es nuevo. Quizás sólo es la versión 2.0 en formato anarco-socialista y militante del clásico conquistador, del don Juan, del casanova, del que te folla bien follada en lugar de follar CONtigo. Su hábitat son los reductos intelectuales de la izquierda revolucionaria y liberada, la poliamorosa, la que tiene ganas de experimentar y de construir otras vidas, y en esto se le mezcla su masculinidad con el neoliberalismo sexual[1] y deja el camino sembrado de cadáveres emocionales[2]: mujeres, claro. Porque aquí se juntan varios elementos.

Por un lado, que nosotras somos socializadas para temer a la soledad y para albergar esperanzas[3]. Siempre con la imagen de un amor: el que vino y se marchó, el que vendrá o no, el que nos miró fugazmente en el metro… Por eso, cuando estamos solas, muchas veces es falsa soledad. Confieso que tengo para mis adentros recurrentes diálogos con mis amantes: lo que te diría y no me atrevo, lo que te diría si existieras, lo que te diría si me quisieras escuchar, lo que te diría si no tuviera miedo a que huyeras al oírlo. Pocas veces mi pensamiento es puro monólogo interior, reflexión conmigo misma. Y en esto ando ahora, trabajando con disciplina para adueñarme de mi cabeza, para conquistar sin miedo mi soledad, que es mi autonomía. Porque no solo el agua y la tierra y la educación y nuestros úteros, sino que hasta el pensamiento nos ha expropiado este patriarcado del capital.

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Por otro lado, está este machirulo liberado. Que no voy a mentir, que sé menos de masculinidades que de feminidades, porque soy mujer y me estudio mucho; pero apenas estoy empezando a pensar con vosotros. Pero te conozco porque te he visto actuar. Sois devora-personas. Tenéis una mirada seductora, que invade, y que conquista –sí, que conquista, como quien conquista tierra–. Mostráis verdadero interés en nosotras. Nos escucháis y nos reconocéis como seres creadores, como compañeras de lucha. Tan sensibilizado que, si me marco un Lisístrata de huelga sexual el 8 de marzo, dices que me apoyarías y que pasaríamos juntxs el calentón. Y joder, eso me encantó. Y así me enganchaste más aún. Se juntaron el hambre con las ganas de comer. A ti, como hombre liberado, te atrae mi apariencia autónoma, mi pensamiento flexible, mi manera de sentarme con las piernas bien abiertas, mi forma de decir bien clarito que machete al machote, y que, si te da asco mi sangre, entonces a mí no te arrimes. Me dices que fantaseas con luchar juntxs, con escribir conmigo, y con que vayamos a bailar. Y con estas fantasías, alimentas mi esperanza, esa esperanza que, para nosotras las mujeres, es la droga alucinógena que nos evade de la temida soledad. ¿No te das cuenta de las promesas, del revolucionario halo de eternidad, que encierran tus palabras? Y así seguimos, hablando de cómo es nuestro mundo imaginado, de esa democracia radical y asamblearia donde dinamitamos el Estado y el amor romántico. Porque eso no va con nosotrxs, porque nosotrxs somos de redes afectivas, porque nos gustan los cuerpos y lo abigarrado, porque somos de mucha gente, sobre todo tú: no tienes dueña ni dueño y me lo repites. Tú eres tu único amo. ¿Acaso no es esto un poco el individuo liberal propietario, autosuficiente y no vulnerable[4], el BBVAh[5] de la política neoliberal, en el que se funda este capitalismo que tanto odias? Se te olvida que para tejer redes hace falta cuidar. Y después de un par de semanas, con intensos polvos e intensas conversaciones, donde te he dado una parte de mi alma contándote lo más íntimo –y me has dado a entender que tú también me lo contabas–, es difícil verte. De repente siempre estás liado; y ni siquiera tienes valor para decirme que, simplemente, ya me has devorado y ahora te aburro. Vamos, quítale la parafernalia militante, y es el mismo relato de siempre, el del don Juan rompecorazones, el del rompebragas que acumula conquistas.

Estos hombres son feministas que hacen daño a mujeres, y yo me pregunto: ¿de verdad eres tan feminista si te dedicas a sembrar cadáveres emocionales? ¿Igual no deberías invertir menos tiempo en leer a Butler y a Preciado, y más en escuchar el dolor que provocas?, ¿más tiempo en cuidar a las mujeres con quienes compartes cama? Si crees que tenemos que abanderar nuestra lucha: ¿por qué no nos escuchas, reconociendo así que somos personas y que tenemos voz? ¿por qué te agobias cuando decimos, por ejemplo, “quiero verte”? Porque, como he dicho, las mujeres tenemos mucho que revisarnos, y eso implica perder el miedo a nuestra soledad y quizás, no tener tanta ansiedad por decir “quiero verte”. Pero vosotros, los feministas machirulos que no nos escucháis, también tenéis mucho que aprender: no nos hagáis cadáveres emocionales. Aprended a cuidar. No nos obliguéis a acuñar la noción de feminicidio emocional. No matéis nuestro deseo de luchar juntxs –al menos, para las mujeres que todavía lo tengan–. Y reconozco que me dan ganas de marcaros con una cruz en la frente para que otras puedan identificaros y huyan de vosotros como de la peste para que no las consumáis. Violencia contra vosotros como señal de sororidad. Reconozco que me despertáis rabia. No voy a haceros daño. Pero sí os cantaré las cuarenta cuando me tope con alguno de vosotros. Porque soy persona y conmigo no se juega.

Ni con mis hermanas.

Este es mi compromiso.

Mi declaración de principios.

Por NFG y los ecos de mis amigas

[1] De Miguel, A. (2015). Neoliberalismo sexual. Madrid: Cátedra.

[2] Vasallo, B. (2015) Amores. Valencia: Pesnsaré Cartoneras.

[3] Lagarde, M. (2012). La soledad y la desolación. Disponible en: http://www.mujerpalabra.net/frases/?p=462

[4] De este individuo abstracto habla Marina Garcés (2013) en Un mundo en común. Barcelona: Bellaterra.

[5] BBVAh son las siglas Blanco Burgués Varón Adulto, heterosexual. Esta noción es empleada por Pérez-Orozco (2014) en La subversión feminista de la economía. Madrid: Traficantes de sueños. Pérez-Orozco incluye esta idea a partir del trabajo de Paco Guzmán (2012).

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