Palazón, la persona normal que todas deberíamos ser

Palazón, la persona normal que todas deberíamos ser

El trabajo de José Palazón, de denuncia las violaciones de los derechos de personas migrantes en la frontera sur de España, lo han convertido en un referente para cientos de activistas de todo el mundo. Sigue grave tras sufrir un infarto cerebral, pero muestra claros síntomas de mejora.

01/03/2017
José Palazón, en una cafetería a la que llama su 'oficina' porque todo el mundo sabe que allí pueden encontrarle a determinadas horas.

José Palazón, en una cafetería a la que llama su ‘oficina’ porque todo el mundo sabe que allí pueden encontrarle a determinadas horas.

En un mundo normal José Palazón no sería definido tan a menudo como un ‘Quijote’ o un ‘héroe’. Porque en un mundo normal, lo decente, lo lógico, lo que haría cualquier persona honesta y en su sano juicio sería todo lo que estuviese en sus manos para que en su ciudad no hubiese más de un centenar de niños y niñas viviendo en la calle; para que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado no incumplan la ley sistemáticamente dando palizas a inmigrantes o deportándolas ilegalmente; para que el Gobierno de su población deje de ningunear a más de 10.000 personas que han nacido allí, pero a las que se les niega su ciudadanía; para que las extranjeras sean atendidas en ugencias del hospital como marca la ley…

Sin embargo, ha sido la anormalidad, la aceptación social de la ignominia como habitual lo que ha convertido el trabajo de José Palazon, de Maite Echarte -su compañera sentimental y de lucha social- y del voluntariado de la asociación que ambos crearon -Prodein- en una ejemplo y en una escuela de defensa de los derechos humanos para personas de todo el mundo. Todo ello desde Melilla, frontera sur junto a Ceuta de la Unión Europea con Marruecos, con apenas 12 kilómetros cuadrados de extensión y menos de 100.000 habitantes.

suscribete al periodismo feminista

A finales de los 90, decenas de niños marroquíes –la mayoría de ellos procedentes de familias desestructuradas y pobres– empiezan a llegar solos a Melilla en busca de una vida mejor. El Gobierno de la ciudad sencillamente hace como si no existiesen, incumpliendo la Ley de protección del Menor. Se les veía comiendo las sobras de los platos de los restaurantes, durmiendo a la intemperie o bajo los bidones de basura. Pero gran parte de la ciudad no quería verlos. Es entonces cuando Palazón, licenciado en empresariales y propietario junto a Maite Echarte de una reconocida academia de formación, crea con varias personas Prodein para forzar a la clase política –constituida desde el poder económico y mediático de la ciudad– a que cumpla con sus obligaciones creando centros de acogida para estos menores, escolarizándolos y tratándolos, en definitiva, como a seres humanos.

Mientras lo conseguían, la casa de José y Maite se convirtió en un hogar para muchos chicos que encontraron en ellos a una familia. Fue entonces cuando Palazón empezó a desarrollar algunas de sus estrategias que con el tiempo se han demostrado poderosísimas. La primera, su cámara de fotos y vídeo con la que ha documentado las violaciones sistemáticas de derechos fundamentales que sufren las personas migrantes en esta ciudad, que desde hace dos décadas es laboratorio experimental de las políticas europeas de cierre de fronteras. Tras interponer numerosas denuncias y que no prosperaran, un fiscal le recomendó que las documentara. Desde entonces, gracias a sus fotos y vídeos hemos visto cómo las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad Españolas machacan con porras y gases lacrimógenos a las personas que intentan saltar la valla de Melilla, el muro de cuchillas que están copiando países de los Balcanes para frenar el éxodo de las personas refugiadas. También cómo las personas llevan años siendo deportadas ilegalmente por España a Marruecos en el mismo momento en que consiguen saltar la valla a través de puertas en la alambrada. Una ilegalidad que durante años el Gobierno español negó hasta que ante las innumerables evidencias documentales de Palazón las legalizó en 2015 las llamadas ‘devoluciones en caliente’, después de que un Coronel y varios guardias civiles fueran imputados por esta práctica. Esta legalización del Gobierno ha sido rechazada por el Consejo de Europa y las Naciones Unidas por no atenerse a la legalidad.

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo también estudia una denuncia contra miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad Españoles sustentada en un vídeo suyo, en el que se ve la paliza que recibió en 2014 un migrante que se negaba a bajarse de la valla por temor a ser devuelto a Marruecos ilegalmente, como es lo habitual.

Y es precisamente el derecho nacional e internacional la segunda arma a la que Palazón ha recurrido siempre para que sus denuncias fueran irrebatibles. Jamás ha apelado a la bondad o la caridad. Siempre ha defendido la justicia a través de los derechos humanos, y así se lo ha transmitido a las personas en situación de vulnerabilidad con las que ha tratado. Eso ha conseguido otro de los efectos del “palazonismo”, como han empezado a llamar a su sistema parte de su entorno: que las personas recuperen la autoestima al ser tratadas como ciudadanas con derechos. Así ha conseguido que sean ellas mismas las protagonistas de sus luchas. Cuando no lo han conseguido por la vía burocrática –más surrealista e insalvable aún en Melilla-, estos niños y niñas de la calle, migrantes en situación administrativa irregular, melillenses a quienes no se les reconoce su nacionalidad española… han organizado manifestaciones, acampadas y huelgas de hambre para exigir sus derechos. Muchas mujeres con familias monoparentales nacidas en Melilla, pero a las que no se les reconoce su ciudadanía española, han conseguido gracias al apoyo de Prodein que Bienestar Social de Melilla haya tenido que rectificar y cumplir con la legalidad tras algunas de estas acciones de protesta, buscándoles un alojamiento cuando iban a ser desahuciadas, permitiéndoles empadronarse para poder entrar en bolsas de empleo o solicitar algún tipo de ayuda o, simplemente, que fueran atendidas en el centro de salud.

Melilla es una ciudad donde el Estado de derecho se incumple sistemáticamente. Y no hay mayor desconcierto que no saber a qué atenerse cuando la normativa común es papel mojado. Evidenciar este entramado de impunidad sólo ha sido posible gracias a la entrega absoluta y diaria de José Palazón y de Maite Echarte a estas personas. Ello les ha costado ser objeto de denuncias falsas y campañas de infamias y descrédito por parte de los poderosos de esta ciudad a través de sus medios de comunicación, hasta el punto de hundir su respetada academia.

Melilla es una ciudad muy pequeña, muy dependiente presupuestariamente de la Administración Pública y señalarse como afín a Prodein puede llegar a significar ser boicoteado y estigmatizado por parte de esa clase dirigente. Por ello, muchas de las personas que admiran su labor no lo manifestaban públicamente. Hasta ahora.
El grave estado de salud de Palazón, tras sufrir un infarto cerebral, ha generado que muchas personas, indignadas por la propia autocensura que habían interiorizado por temor a las represalias, hayan decidido rebelarse contra su propio miedo. Y son muchas las que se han pronunciado por primera vez por las redes sociales y en sitios públicos a favor de Prodein.

Esto, y el hecho de que ahora mismo haya cientos de personas en todo el mundo –que tienen en Palazón a un referente ético– atentas a la evolución de su salud es la prueba viviente de por qué hasta los ministros le han temido y le siguen temiendo tanto. Porque Palazón es justicia y corazón. Y ante eso, no hay mordazas, vallas ni muros que valgan.

Download PDF
master violencia de género universidad de valencia

Artículos relacionados

Últimas publicaciones

ayuda a Gaza
Download PDF

Título

Ir a Arriba