‘Vivir y otras ficciones’. Cuando la norma es la anomalía

‘Vivir y otras ficciones’. Cuando la norma es la anomalía

Jo Sol es director de cine y guionista. Presentó su película 'Vivir y otras ficciones' en la sección oficial del festival de cine de Donostia, Zinemaldia. El pase de estreno culminó con una interminable lluvia de aplausos que emocionó a parte del equipo allí presente, incluidos sus protagonistas, Antonio y Pepe. Es la tercera vez que Jo Sol participa en el Zinemaldia; antes presentó 'El taxista ful' (2005) y 'Fake orgasm' (2010), el imprescindible documental con el artista transgénero Lazlo Pearlman. Sol define su propuesta como "cine de urgencia".

Anaitze Agirre Larreta y Aizpea Otaegi Mitxelena

Antonio, uno de los protagonistas de 'Vivir y otras ficciones'

Antonio, uno de los protagonistas de ‘Vivir y otras ficciones’

‘Vivir y otras ficciones’ es una película sobre personas que se atreven, precisamente, a vivir, a ser. Gente que no quiere sentirse como un cocodrilo en un zoo. Pepe acaba de salir del psiquiátrico después de estar en prisión por haber robado taxis. Antonio, por su parte, vive atado a una silla de rudas, es activista a favor de las personas con diversidad funcional y defiende el derecho de todos los cuerpos a disfrutar de la sexualidad. Invitan a quien quiera a asumirse como una anomalía. Eso sí, advirtiéndonos de que atreverse a vivir significa tener problemas con la vida.

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La música es de Niño de Elche. La película se realizó con un presupuesto de 10.000 euros, una pequeña parte financiada mediante crowdfunding, gracias al apoyo de 360 mecenas.

¿Ficción o documental?

A la gente le cuesta saber si ha visto una película o un documental y creo que se debe a dos cuestiones. Por una parte está esa precariedad que yo llamo cine urgente, esas cosas que se hacen porque crees que se deben hacer. Eso le da un aspecto que por su forma parece que es un documental. Otro motivo por el que la gente lo confunde es porque la película no pone en el centro sus cualidades artísticas, no tiene voluntad de lucirse como obra cinematográfica, sino que lo que pone en el centro es un discurso y eso se ve muy claro. Cuando tú rompes el espectáculo por esos dos flancos, por la forma y el contenido, automáticamente te colocan en el cine documental. Lo que destaca de la película es una autenticidad rabiosa porque no ha sido creada para cumplir o encajar con un mercado, sino que ha sido hecha por esa necesidad de decir algo, de expresarse, y de hacerlo con lo que se puede, al precio que sea. Eso es lo que hace que sea muy espontánea, muy viva. Realmente, esa confusión que genera es uno de los temas claves de la película, pero no porque sea importante para la película en sí misma o para entenderla. Pero sí que muestra un poco la manera de pensar de la gente respecto a cosas que son importantes como el género: como la necesidad de saber si es niño o niña. Es una cosa que siempre me ha sorprendido mucho, esa necesidad de definir algo porque como no tenemos un lenguaje para definirlo, lo que acabamos haciendo es generando conceptos que funcionan por oposición y, claro, vivir así es mucha tristeza en el fondo.

Quienes participan en la película construyen los diálogos a partir de tus indicaciones, ideas… ¿cómo trabajas?

Prefiero que los que no son actores cojan cosas de ellos mismos, del pasado o inventadas, pero que resulten coherentes, como en el caso de Antonio. Con los actores trabajo distinto porque si no les das justamente esos alicientes, pierden interés. Arancha, por ejemplo, que hace el papel de asistenta de Antonio, llegó a tener un nivel de complicidad muy grande con él para estar cómodos en cosas muy íntimas que ella tenía que hacer para que fuera creíble. Eso nos ayudó mucho a que su personaje pudiera defender sus posiciones sobre la sexualidad, las relaciones personales… Lo mismo la trabajadora sexual. Cuando te das cuenta de que tienes una edad y que no sabías nada de todo esto cuando hay tanta gente en silla de ruedas por la vida, te planteas esa mirada que tiene mucha intención de escapar de lo que realmente no interesa ver.

El movimiento crip es eso, va mucho más lejos que lo queer, porque se trata de un cuerpo roto involuntariamente y que necesita al otro. Hasta ahora el movimiento queer o muchos espacios transfeministas tenían un grandísimo poder para devolver preguntas a ese espacio hegemónico de normatividad y nos han ayudado a quienes estábamos dispuestas a escucharlas, pero esto para mí es un paso más. Ha sido una revelación total y lo que se está viviendo en BCN y otros lugares ahora mismo es muy fuerte, como lugar donde confluyen esas ideas sobre el cuerpo de transfeministas, queer, el movimiento crip o de la gente que se dedica al trabajo sexual. La asistencia sexual plantea muchas cuestiones: ¿tienen que tener una formación especial?, ¿tienen que ser más santos y más limpios como para tocar a los pobres disminuidos? Todo ese conflicto sólo tiene sentido cuando se quitan del medio todos los especialistas. Cuando hablan los propios afectados.

Pepe y Antonio en un fotograma de la película

Pepe y Antonio en un fotograma de la película

La película reivindica que todas las personas son interdependientes sin renunciar a su independencia.

Es la lucha por una vida independiente. Pero todo el mundo necesita apoyos. Es simplemente situar esos apoyos como algo que forma parte del vivir y que no se tiene que complicar. Las personas necesitan ayudas especiales para hacer muchas cosas que nosotros hacemos en nuestra cotidianeidad. Vista desde esta perspectiva, la solución es mucho más sencilla de lo que hemos estado haciendo hasta ahora, que ha sido meterlos en una residencia, donde no tienen ninguna decisión sobre ningún aspecto de su vida, donde su vida se degrada de una de una manera monstruosa, dónde está habiendo esterilizaciones forzosas, donde se separa a la gente que está enamorada o simplemente quiere estar junta, donde no se puede follar, donde no se puede hacer nada. Y como decía Antonio, el Estado asume que estás bien mientras estés limpito, desparasitado y presentable. Pero cuando se introduce todo lo simbólico y se integra esa visión que va más allá del capacitismo, que entiende que todos somos dependientes, la cosa empieza a tener otra dimensión y hay un procesamiento más humano de la problemática. Ya no eres un problema, simplemente eres una situación que se da y ya está. Está bien que haya instituciones para quien quiera o no tenga ninguna otra solución, pero en Barcelona y Madrid se ha visto muy claro que la gente vive más feliz cuando se ha desarrollado todo el sistema de asistencia personal. Antonio y otra gente, a base de forzar esta situación, están dignificando, mejorando y creando cada vez personas más preparadas para hacer esta función tan especial. Se trata de no interferir y para eso es necesario cambiar ese imaginario y desplazar esa idea tan paternalista que tenemos sobre la gente diversa.

Querer ser independiente en todos los aspectos no solo te pone en conflicto con las estructuras, las instituciones, el Estado, sino también con lo más cercano, con tu madre, con tu asistente…

Cuando quieres vivir empiezas a poner en tensión esa voluntad… Asumirse como ser sexual ya implica ese problema. Cuando tienes que expresarlo, vas a generar todo un proceso a tu alrededor porque les vas a obligar a plantearse cosas sobre ti y sobre ellos mismos, cosas que necesariamente van a pasar por un juicio.

Dos personajes en los márgenes; y en el centro, la norma que marcan unos pocos.

La línea que separa el centro de los márgenes se va moviendo y del centro salta gente constantemente. Toda esta ficción se basa en mantener la idea de que si lo haces bien, si eres el mejor, no vas a tener ningún problema. Mientras puedas competir, y esa es tu obligación, ya vale, los demás ya se apañarán. Se presenta como una selección natural y te preparan para eso. De una manera descarada y muy cruel. Si eres de un determinado sitio o si eres de una determinada manera o perteneces a un determinado margen, vete preparando para desaparecer y los demás, por su bien, casi es mejor que no digan demasiado. Cuando la bioética se junta con las ideas capitalistas, con las ideas hegemónicas, nos convierte en unos monstruos eugenésicos. Te puede tocar por el género, por la raza, por pobre… Pero por algún lado vas a pringar, eso está claro. Cuando vives en una situación de privilegio, tarde o temprano te das cuenta de que ese privilegio vive de otras cosas, que hay mucha gente por debajo.

¿Crees que quien tiene esos privilegios se los cuestiona?

Aquí hay mucha gente que aunque sea chico-blanco-heterosexual, tiene capacidad de pensar que a lo mejor sus privilegios no son suficientemente cómodos en estas condiciones y prefiere por puro egoísmo -tampoco serán santos- tener una calidad de vida distinta, aunque tengan que renunciar a esos privilegios. Viajo mucho y sé que la gente en general es inteligente y buena, cosa que las estadísticas o la democracia no demuestra en general, pero la calle y la vida sí. No es que se vaya a dar una revolución la semana que viene. Pero individualmente sí que puedes vivir sin que estés cargando con la complicidad de muchas cosas. Por ahí sí que confío en que haya una parte del público para el que esta película tenga sentido.

La película transmite mucha belleza y eso sorprende.

La culpa es de Afra (Rigamonti, que se encarga de la fotografía y montaje), al igual que la secuencia con la que comienza la película. Esta película la hemos hecho entre dos. Yo estaba mucho más pendiente de lo que iban a decir. Pero tiene que haber alguien que tenga la capacidad de mirar, de corregir en lo posible esa urgencia de hacer cine. Por otro lado, sería imposible trabajar con un equipo más grande. Esa espontaneidad se tiene que dar con un equipo muy reducido y nosotros ya no somos ni equipo, en el sentido de que vamos a cenar juntos o nos vemos con ellos como con amigos. De hecho, no llegamos nunca a rodar hasta no tener este punto de complicidad.

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