La tragedia de las mujeres en la ópera

La tragedia de las mujeres en la ópera

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06/01/2017

Marta España

Operabase es una base de datos on-line acerca de los compositores de ópera, las óperas más representadas y los teatros donde esto tiene lugar. Dado que sus estadísticas son bastante acertadas, podemos elaborar estudios acerca de todos los matices que cada ópera sea capaz de expresar.

Suelo escuchar que la ópera es el único género que escapa del machismo imperante en la música clásica, pues en esta la mujer logra empoderarse. Bien es cierto que, normalmente, es la soprano la que protagoniza el tratamiento vocal, y que el hilo conductor del argumento es la mujer de personalidad más fuerte (analizando títulos como Aida, Carmen o Madama Butterfly somos conscientes de cómo sus respectivas homónimas aportan el peso dramático de la obra). No obstante, asociarse con el curso de la obra no implica una personalidad tenaz.

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Gráfico extraído de Operabase en el que se contabiliza el porcentaje de desenlaces en la ópera

Tomando los datos de Operabase, me dispongo a analizar los desenlaces de cada una de las cincuenta óperas más representadas, este año, en todo el mundo. Los resultados son proclives a una reflexión por parte del espectador.

Analizando estos datos, nos encontramos con que un 42% de las óperas culminan con la muerte de la protagonista. Cabe decir que, entre aquellas cincuenta representaciones más populares, gran parte pertenecen al género de la ópera cómica, cuya primera finalidad es el humor, de modo que el final de las mismas nunca será trágico. A pesar de ello, dentro de las representaciones buffas encontramos, por ejemplo, Così fan tutte (Así hacen todas las mujeres) de Mozart, o Don Giovanni, cuyo argumento sobre el seductor más cotizado ya conocemos.

Gráfico de Operabase en el que se explicitan las muertes de las mujeres en la ópera

Respecto a los dramas, nadie duda de que las mujeres no posean una personalidad fuerte, trasladada al canto. Carmen sea quizás la mujer más conocida de la historia de la ópera, y toda su figura es orgullosa y empoderada, a excepción del desenlace de la misma, la cual es asesinada por su anterior amante cuando ella rechaza su compañía. Decía Teresa Berganza, mezzosoprano que lleva tras de sí varias representaciones del drama, que actualmente entendemos a Carmen desde el exterior del hombre y no desde el interior de la mujer. Pese a que no sabemos de qué modo concibió Bizet a la protagonista, lo cierto es que Carmen encabeza la lista de feminicidios en escena.

Por otra parte, deteniéndonos en aquel porcentaje asociado a otras causas de defunción, nos encontramos con una debilidad patente en el personaje femenino. En La Traviata de Verdi, obra que encabeza el número uno de Operabase, y en La Boheme de Puccini, tanto Violetta como Mimí mueren de tuberculosis, mientras que en Lucía di Lammermoor (Donizetti) la mujer muere de locura. La inestabilidad, tanto física como emocional, de cada una de las figuras, demuestra unos roles de género en los cuales el femenino es endeble. Algunos analistas, a su vez, sostienen la teoría de que en ciertas óperas románticas wagnerianas, la mujer se representaría en la orquesta con vientos y cadencias plagales (más inestables por su carácter subdominante), mientras que los hombres encabezarían las cuerdas y las cadencias perfectas, más fuertes y conclusivas.

Dentro de este análisis, cabría la pregunta fundamental, aquella que más de uno se estará planteando: “¿Todos los compositores son así?” “¿Y no son las compositoras las que dotan el argumento de una posición más feminista?” Pues bien, si, del mismo modo que hemos procedido anteriormente, buscamos en Operabase el ránking de los doscientos compositores más representados este año, no es hasta el número 108 en el que nos aparece la primera mujer. Al finalizar la lista, tan solo nos habremos encontrado con tres compositoras: Naske (108), Saariaho (174), y Schiphorst (191). Todas ellas, por supuesto, están vivas actualmente, pero quién sabe cuántas habrá sepultadas bajo la historia por haber nacido con un sexo no preponderante.

Su puesto en la estadística no se debe, ni qué decir tiene, a una técnica compositiva de segundas. Tomando como ejemplo a la ilustre Kaija Saariaho, diremos que sus óperas son pioneras y llamadas de “segunda generación espectral”. La finlandesa estudió informática musical en el IRCAM, por lo que puede dotar sus obras de tecnología electrónica con suma delicadeza. La tecnología informática concede a sus creaciones un plano onírico que otorga a sus óperas un puesto respetado por único, de difícil catalogación.

Fuera del mundo operístico, Saariaho tiene composiciones como Mirrors, una Rayuela musical, en la cual el intérprete puede tocar los diversos fragmentos en el orden en el que desee, creando infinitas posibilidades de lectura.

Es, por tanto, injustificado, que compositoras con un carácter tan personal en el universo compositivo sean tan poco reconocidas. Del mismo modo, es infundado el elevado porcentaje de asesinatos de mujeres en la ópera por parte de los libretistas. Personalmente, opino que la sororidad nace, en primera instancia, de la empatía, y es la misma la que tiene que movernos a sentirnos Carmen, Aida o Violetta Valéry. Pues, independientemente de si el arte condiciona la sociedad o la sociedad condiciona el arte, hemos de poner freno a los estereotipos que no queremos para las futuras generaciones.

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