Wxndering*

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12/11/2016

Jayne Marshall

*En inglés hay una palabra “to wonder” para cuando te estás preguntando, o especulando sobre algo.  También existe la palabra “to wander” para cuando estés paseando sin una destinación.  El español es una lengua que tiene género, así que, si quieres expresar algo sin usar un género, a veces la gente usa ‘x’.  Por ejemplo, “Chicos” significa chicos del género masculino pero también refiere a un grupo de gente, ya sea solamente chicos, o chicas y chicos.  Si no se quiere usar un género, se puede decir “Chicxs”.  Por eso, nombré el relato “Wxndering” porque se trata de una mezcla entre preguntarse y pasear.

“Todo este vagar no te ha aportado nada” – Ben Folds

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“Si ella hubiese rechazado regalos de la fortuna o de Dios o de algún sustituto serio, no se sentiría así.  Ella se sentía como si fuera una persona a quien tenía afecto, una vieja y futura amiga de sí misma, aún no gastado, lejos, en alguna parte, como una luz que se mueve” – Lorrie Moore

Estás en tu coche viejo.  Estás en un atasco.  Siempre hay mucho tráfico en esta parte de la carretera que corre entre tu piso y la oficina.  Es acantilada y tienes que quedarte con el pie apretado en el freno porque el freno manual no funciona muy bien.  Eso hace que te duela la pierna. Te preocupa que el motor se caliente demasiado –o haga otra cosa misteriosa– y se estropee.  En este momento no lo sabes, pero hará exactamente esto a los pocos meses, dejándote estresada y preocupada porque no tendrás suficiente dinero para comprar un nuevo coche.

Es tu último día del trabajo. Lo estás dejando para hacer algo impetuoso.  Esta es la primera de muchas veces que harás esto.  Estás escuchando una canción, te habla: Aquí estoy, triste y libre.  Las razones que tienes para dejar el trabajo son intangibles, incluso para ti misma.  Quieres hacer algo significante, algo que podrás escribir en una lista de tus logros y luego tachar con orgullo.  Estás triste, y eres libre.

Años más tarde, en el aeropuerto, él está llorando.  Su cara está empapada y estremecida de dolor. No saben cuándo volverán a estar en la misma ciudad, el mismo país.  Tus padres no lloran, pero parecen indefinibles. Lo cual te parece más triste aún.  Tampoco lloras tú, ni haces o dices mucho.  Estás entumecida, quizás por el terror, pero puede ser que simplemente estés entumecida. No obstante, cuando el avión comienza a preparar el aterrizaje en Madrid, experimentarás una especie de ataque.  Querrás vomitar y desmayarte a la vez y sentirás como si te estuvieras cayendo muy lejos y muy rápido, aunque te hayas abrochado bien el cinturón. Tu hermana te coge la mano hasta que empieces a mejorar.

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Estás subiendo al ático en el ascensor.  Vas a una fiesta. En un ático.  Ya tienes amigos en Madrid, amigos que te invitan a fiestas en áticos.  Tú y tu hermana os agarráis de las manos con exacerbada emoción, como si fuerais el tipo de adolescentes que nunca fuisteis. “¿Esto nos está pasando de verdad?” os preguntáis con incredulidad, vuestras caras muy cerca. Antes, no eras así.

Ya es verano y es una noche caliente.  Has empezado a broncearte, llevas un vestido amarillo.  Las vistas son indudablemente bellas, Madrid está encendida, la ciudad te sublima y te espera.  Te quedas en la fiesta hasta el amanecer.  El cielo se hace rosado, luego se hace azul claro.  Crees que vas a echarte a llorar por la belleza y por este momento de tu vida.  Vais a casa en pleno día soleado y os hacéis fotos en la Plaza Mayor, no hay nadie en la plaza, es excepcional.

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Has leído un artículo sobre esta plaza en el periódico y quieres visitarla.  Vas con tu hermana, os tomáis una cerveza y os sentáis en la terraza, aunque es febrero.  La plaza es muy bonita y está llena de árboles. Pero ya sabes que no podrás volver a estar aquí sin sentir una gran e insondable tristeza.  Te percatas de que la plaza tiene un nombre que te recuerda a la palabra en español para olvidar.  Él te va a dejar, es sobre eso que estáis aquí para hablar.  Él ya te ha dejado.  Tu corazón se está partiendo.

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Has logrado llevar a cabo una nueva vida.  Sientes orgullo de ti misma, no estabas segura de que pudieras hacerlo.  Consigues un ascenso en el trabajo y alquilas tu propio apartamento.  Tu apartamento es tan bello que hace que tus visitas tengan envidia.  Los días que te encuentras bien, tienes la sensación de vivir en una película de cine.  “Por cierto, tu español esta fenomenal”, te comenta un amigo.

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Estás viendo una película.  Un compañero de trabajo te ha dicho que seguro que te gustará.  Estás decidiendo que la palabra “desasosiego” te hace pensar en marearse.  Han rodado la película en una islita hermosa, es verano y todo el mundo está contento y guapísimo.  Es romántico y Romántico.  La protagonista es una chica inglesa, ella se parece a ti un poco.  Supones que tu compañero quiere decirte que le gustas, o puede ser que no.  Esperas que él te diga que sí o que no. ¿Qué pasa con los hombres?  Te preguntas.  Es que tienen un sentido absurdo de qué es una trama, te dices.

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Él viene a visitarte un fin de semana y todo es perfecto, bello.  Te acaricia tus tobillos desnudos mientras estáis sentados en la plaza San Ildefonso y te pones a preguntarte por qué coño habéis roto.  Pero te inquietas todavía.  Empiezas a pensar que hay algo en ti gravemente malo.  Es lo que mereces, por no saber exactamente lo que quieres.

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Son las ocho de la mañana, pero ya hace calor.  El cielo está de un azul agotador.  Estás probando cosas nuevas.  Cuando subes al metro aún estás borracha.  Dos mujeres de mediana edad están sentadas al otro lado del vagón, están mirando tu vestido (demasiado corto), tu pelo (despeinado), tu… cualquier cualidad que les cuente exactamente cómo eres.  Fantaseas que son inmigrantes y que van de camino al primero de sus cuatro trabajos.  No tienes vergüenza, has visto un montón de gente como tú en el metro.

Se dice que lo que acabas de hacer es la expresión más clara de la libertad que existe. Pero ya sabes, ahora no, ahora sientes la arrogancia de la cosa, que justo fuera de la vista, te espera la agonía. Después de volver a casa y dormir un poco, te despiertas y ves cómo te has escrito en la mano “el amor es un hechizo”. No recuerdas haber escrito eso.

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Es el fin de semana, no tienes mucho que hacer. Te duermes hasta tarde y luego lees un poco.  Disfrutas del café que has hecho y que tomas en la cama. La marca es de Madrid, el envase no ha cambiado desde 1932.  Estas cosas te ponen muy contenta.  Más tarde, vas para el barrio Lavapiés para comprar comida india, después paras un ratito para tomar una cerveza a un bar al que nunca has entrado antes.  Te sientas en la terraza y escuchas las conversaciones. Ahora puedes hacer esto, hace un año no pudiste entender nada.  Las conversaciones están intermitentemente oscurecidas por el ruido de la gente que se está abanicando.  Te preguntas por qué sigues prendiendo fuego a tu vida, una y otra vez.

Tu madre te llama por teléfono y te pregunta cómo estás.  Le contestas, “bien” y luego piensas que puede ser que lo digas en serio.  Esa tarde quedas con unos amigos para comer helado.  Son las doce de la noche cuando quedáis y sigue haciendo calor.  La gente está comenzando a salir para disfrutar de la noche. Ves a algunas personas que conoces.  El helado está fresco y sabe dulce y suave.

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