Sobre la violencia laboral

Sobre la violencia laboral

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19/11/2016

Rocío Filpo

Hace ya muchos años que en la mayor parte del mundo, la incorporación de la mujer al trabajo remunerado es un hecho real. Sin embargo, no por ello las condiciones en las que trabajamos en muchas ocasiones son justas para nosotras.

Se habla de conciliación familiar como si ya fuese una meta alcanzada, pero ¿qué me diríais si os contara que no muy lejos de aquí, en la empresa del hombre más rico del mundo, a las madres se les coacciona para que acepten trabajar por las tardes bajo amenaza de traslados? Pocas lo reconocerán abiertamente pero es una práctica que está a la orden del día. No importan sus familias, no importa que la ley les ampare, no importa que hayan reducido voluntariamente sus sueldos y jornadas para poder cuidar a sus hijos. Solo importan los horarios y el bien de la empresa. Una empresa con beneficios millonarios y que no deja de crecer cada año a base de explotar a sus empleadas, dentro y fuera de nuestras fronteras. Esa empresa es Inditex, la dueña de gran parte de los comercios textiles en todas las ciudades. Pocas son las noticias que nos llegan a través de los medios y en las que nos muestran las condiciones de semi esclavitud en las que tienen a las trabajadoras en las fábricas de ropa de los países en vías de desarrollo económico, político y social; pero son miles de mujeres y niñas las que trabajan durante jornadas de 12, 14 y 16 horas diarias por sueldos que apenas les garantizan la supervivencia. Sin unas mínimas condiciones de seguridad, sin descanso, sin importarles a nadie; consecuencias estas de una globalización que nos vendieron como liberadora y que en la práctica solo sirve para que empresas del primer mundo puedan explotar con salarios del tercero pero vendiendo sus productos a precios de aquí. Capitalismo puro y duro.

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Y diréis, pero su gente de aquí al menos tiene un trabajo y un sueldo dignos… ¿Qué creéis que les impide hacernos trabajar aquí con aquellas condiciones? Que aún hay leyes que se lo impiden. No dudéis de que si pudiesen nos esclavizarían igual. Una muestra de ello es el uso de becarias y becarios, el nuevo esclavismo del siglo XXI, a quienes hacen trabajar jornadas completas, cargándoles en muchas ocasiones con las tareas más duras, por una cantidad irrisoria y casi inexistente. Algunas se quedan, pocas; la mayoría son desechadas tras su explotación haciéndoles creer que no son lo suficientemente buenas en su trabajo.

Podríamos convertir esto en una triste acampada si nos dedicásemos a analizar una a una las razones que hacen de Inditex (Zara, Massimo Dutti, Pull & Bear, Oysho, Bershka, etc.), una cadena de empresas explotadora y ruin (especialmente con las mujeres), desde la imagen perniciosa que tratan de inculcarnos de nosotras mismas en su publicidad hasta las condiciones laborales a las que nos somete. Pero centrémonos en los planes de igualdad que hace ya algunos años ostentan orgullosamente y que no son más que herramientas de opresión patriarcal al contrario de lo que pretenden según su nombre.

Yo fui trabajadora de Massimo Dutti. Durante dos años di el 110% de mí en mi trabajo. Acepté traslados que me llevaban a más de 50 km de casa bajo la promesa de que todo sería recompensado más adelante, trabajé horas extra no remuneradas aun en detrimento de mi propia situación personal y familiar, acudí a mi puesto de trabajo estando enferma, he comido sentada en baños sucios utilizados por plantillas de más de 20 personas por no tener un espacio para el personal que pasa allí gran parte de su vida. He limpiado, vendido, cargado bultos y mejorado las instalaciones mucho más allá de lo que mi contrato me exigía. ¿Y qué me encuentro a cambio un buen día? Que la empresa tiene consigna de no contratar a mujeres de manera permanente. Es tan sucio y rastrero como suena. Escudados en un perverso plan de supuesta igualdad, hay que equiparar el número de hombres y mujeres de las plantillas, aún si eso supone despedir a mujeres ya consolidadas en sus puestos de trabajo para contratar a hombres más jóvenes en su lugar. ¿Y por qué? Porque nosotras, ya se sabe, somos el recurso de segundas para el capitalismo.

Cuando las tiendas de ropa pertenecían a un sector feminizado poco demandado por los hombres, éramos su principal fuente de beneficios. De nosotras extraían la plusvalía salarial y además éramos sus principales compradoras. Negocio redondo. Ahora con la crisis, los hombres buscan desesperadamente incorporarse al sector y nosotras somos prescindibles. Es ahora, cuando tienen que encontrar la manera de suprimirnos de la ecuación sin despertar la indignación de la sociedad, cuando surgen estos planes. “Llamémoslo plan de Igualdad” pensaron, y una vez más les salió redondo el negocio. Hoy por hoy Amancio Ortega, el hombre más rico del mundo, y el resto de sus accionistas, se ríen de la lucha que desde antaño la mujer desarrolla en pos de la igualdad real en nuestra sociedad recurriendo a recursos lingüísticos y de la manera más impune. Me encantaría poder decir que al menos he visto visos de lucha sindical en las plantillas. Me consta que en otras marcas y provincias algunas brasas hay, yo jamás las vi. El sindicalismo es una actividad perseguida y penalizada en Massimo Dutti, llegando los propios encargados y encargadas a recomendarte que no te intereses por esos temas si pretendes conservar tu empleo. El miedo a ser despedidas, trasladadas a otros centros lejos de casa, cargadas con las más ingratas tareas o confinadas a oscuros almacenes hace que las compañeras aguanten lo que se les eche sin abrir la boca, emitiendo sus quejas en susurros y mirando a ambos lados antes de hablar. La actividad sindical es casi un suicidio laboral para las trabajadoras, que no acaban de entender que solo mediante su ejercicio lograrán mejorar su situación. Es esta política interna del terror la que me hace, nos hace, levantar hoy la voz por ellas y por todas las mujeres que a lo largo del mundo son explotadas laboralmente, víctimas de la violencia laboral del heteropatriarcado asesino.

Ni una muerta más en las fábricas de Bangladesh o Vietnam, ni una mujer más asustada y humillada en nuestras ciudades.

Luchemos en las calles y centros de trabajo contra el heteropatriarcado que nos somete y el capitalismo que se alimenta de él.

¡Nos tocan a una, nos tocan a todas!

 

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