#Myladyboygirlfriend

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05/11/2016

Ana Bustinduy

Estoy releyendo 10 ingobernables, historias de transgresión y rebeldía, de la gigante June Fernández en libros del KO. El libro es un librazo que entrevista y narra vidas de personas de diferentes edades, lugares y vidas, con una cosa en común. Desafían el sistema heteropatriarcal. Una intersexual salvadoreña, un chico trans de Madrid, un grupo de mujeres mayores gallegas, un cabro muy mayor que vende ajos en Bilbao. El libro es espectacular pero lo mejor es que te va llevando a ver películas, leer artículos y rascar las capas del binarismo hombre/mujer.

Durante tres años estuve viviendo y trabajando en varios países de Asia. En dos de ellos la transexualidad estaba completamente escondida, estigmatizada y perseguida, y solo en antrazos nocturnos se veía, vinculada a la prostitución. En otro, Tailandia, la cultura nacional tiene una figura, las katoeys que son trans femeninas, que forman parte de la cotidianeidad. En un cuarto, Filipinas, existe un término, Baklà, para personas que no son ni hombres ni mujeres sino un tercer género, también llamadas ladyboys.

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Tanto en Tailandia como en Filipinas, lxs ladyboys se suelen dedicar a la prostitución y a buscar parejas extranjeras, de una sola noche, temporales o estables, a cambio de dinero, y apoyo económico para sus familias. Tailandia no lo conozco mucho, pero en Filipinas se da el caso de que se habla poco de turismo e incluso migración de hombres blancos, normalmente mayores, de clase media u obrera, que compran los servicios tanto sexuales como de cuidados de mujeres y ladyboys. Muchos hombres, la mayoría estadounidenses y británicos, van a envejecer a Filipinas, y se casan o se emparejan con mujeres más jóvenes para que les cuiden, les follen y les atiendan. En el caso de expatriados, una nueva clase social según Saskia Sassen, jóvenes, con trabajos muy bien remunerados y que influyen en la gentrificación y en la oferta de servicios de los países en desarrollo. También se da, más vinculado a servicios sexuales que de cuidados.

En el caso de lxs ladyboys me encontré con la página myladyboy girlfriend, de un chico joven francés, que vive en filipinas con una pareja ladyboy. Él tiene un blog, un libro que vende y esta página donde da consejos para conseguir una novia ladyboy y responde consultas como “¿cuánto tienes que pagar a tu novia?”. Y tal vez lo más interesante sean los comentarios. Un montón de chicos, jóvenes, normalmente europeos, se la pasan ahorrando para viajar a Filipinas y tener relaciones con ladyboys filipinas. La página está llena de consejos sobre cuánto pagar, cómo descubrir si es una estafadora, y dónde y cómo encontrarlas, así como un montón de ladyboys que escriben para postularse como parejas. Mercancía pura, un ebay de personas. Haz tu apuesta y gana unx ladyboy.

En Filipinas un país profundamente católico y en muchos casos evangelista, ser unx ladyboy está aceptado, desde luego más que en Europa o que en Perú. Pero no dentro de la familia. La mayoría de ladyboys se mudan entre las siete mil islas del archipiélago para iniciar su carrera, porque son toleradxs por la sociedad pero no normalmente por las familias. Pero esto importa poco a los europeos que migran o viajan al país, buscando tener sexo con personas trans, incluso una relación. Para mí es desolador cómo se mezcla patriarcado, capitalismo, colonialismo y clasismo en estos casos.

La mayoría de los turistas buscan algo que en sus países no se atreven a hacer: reconocer que les gusta el sexo con mujeres transexuales no operadas es algo que no se dice, de lo que no se habla. Hay dos pluses, según los comentarios de estas páginas y mi propia experiencia allá: las filipinas son mucho más guapas que las europeas, que “no se arreglan y están gordas”, como dice el chico del blog. Y segundo e importantísimo, la “cultura asiática” es sumisa, dicen. Son mujeres que además de ser guapas, tener un pene y costar barato, “te cocinan, te preparan el café por las mañanas y te dan masajes por las noches”.

Lo que me sorprendía viviendo allá era cómo ninguno de estos varones europeos, o estadounidenses se cuestionaba la explotación y el colonialismo. Asumían que las mujeres o lxs ladyboys lo hacían porque querían, incluido el preparar el café, limpiar la casa, y hacer masajes. Les gusta. Eso también lo decían de mi abuela. A ella es que lo que le gusta es cuidar de los nietos, y de los hijos, y limpiar la casa, y cocinar, 365 días al año, setenta años seguidos. Ya. Claro.

En los países donde viví, se daba por hecho entre los extranjeros, que a las asiáticas les gustaba complacer más que elegir su propia vida. Las quejas a menudo eran porque la chica en cuestión empezaba a pedir demasiado dinero, siempre con la “excusa” de que su madre estaba enferma, que necesitaba dinero para el hospital o para pagar el colegio de sus hermanos.

A los consumidores de estas mujeres de compañía, con las que a veces no se podían comunicar porque hablaban muy poco inglés y ellos, desde luego no aprendían tagalog o las cientos de lenguas locales, les entraba una sensación de “ser estafados”. Muchos de ellos estaban convencidos de que las chicas o lxs ladyboys con los que estaban, se habían enamorado de ellos y entonces no entendían por qué tenían que pagar lo que ellos consideraban demasiado, siempre. En cambio que les ataran los zapatos les parecía normal.

Ayer hablaba con un amigo sobre esto. Y el temazo es que no eres más o menos transgresor y diverso por tus gustos sexuales, sino por la forma en la que construyes tus relaciones. La normal integración social de personas trans en Filipinas, o Tailandia ha sido una mezcla explosiva del capitalismo y el turismo sexual, con las frustraciones y la represión del primer mundo que va a comprar al tercero, a precio de oferta, cuerpos y cuidados.

En Cataluña acaban de aprobar en estos días que las personas trans puedan cambiar su nombre en los papeles sin que un médico diagnostique “disforia de género”. Es un primer paso importante para que se deje de considerar la transexualidad como una patología que tiene que diagnosticar un médico. Pero mientras no se trabaje en paralelo sobre la manera como construimos la sexualidad, cómo compramos cuerpos, cómo el sistema hace que gente busque satisfacer su placer y quiénes son las personas a las que pagas, pues es todo un lío fenomenal.

Y aquí un párrafo, literal del chico que tiene unx novix ladyboy en Filipinas, y vive de vender libros sobre cómo conseguir lx tuyx, por el cómodo precio de un billete de avión.

“Currently we are living together in Manila, Philippines. I always dreamed of having an Asian ladyboy girlfriend, and when I met Anne I felt like I won the lottery. She is the girl of my dreams, she is petite, she has smooth brown skin, she has black hair and she has a cute face. And what I love the most about my girlfriend is that she has this positive attitude, she keeps on smiling and she knows how to make me laugh. She is very caring in all ways; she makes coffee for me, she sometimes cook my favourite Filipino dish Pork Adobo, and at night she gives me very good massage”*.

*“Actualmente, vivimos juntos en Manila, Filipinas. Siempre soñé con tener una novia asiática ladyboy, y cuando conocí a Anne me sentí como si hubiera ganado la lotería. Es la chica de mis mueños, es pequeña, tiene una piel suave y morena, cabello negro y una cara bonita. Y lo que más me gusta de mi novia es que tiene una actitud positiva, sonríe continuamente y sabe cómo hacerme reír. Me cuida en todos los sentidos, me prepara el café, a veces cocina mi plato preferido filipino y por la noche ella me da un masaje buenísimo”.

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