Manifiesto

Manifiesto

Nota: Este artículo se enmarca en la sección de libre publicación de Pikara, cuyo objetivo, como su nombre indica, es promover la participación de las lectoras y lectores. El colectivo editor de Pikara Magazine no se hace responsable ni del contenido ni de la forma de los artículos publicados en esta sección, que no son editados. Puedes mandar el tuyo a participa@pikaramagazine.com. Rogamos claridad, concisión y buena ortografía.

21/10/2016

Mecha Ribas

Yo no canto por cantar.

Víctor Jara

suscribete al periodismo feminista

Hoy le ha tocado el turno a las escuchas telefónicas. De clic en clic me he topado con un texto que relataba los métodos que utiliza la NSA para obtener sus ingentes cantidades de datos y metadatos (metadatos…) para a) crear clientes b) localizar “terroristas”. Me he pinchado un audiodocumental y unos cuantos artículos.

Hay personas en el mundo que viven súper lejos entre sí, que intentan boicotearse mutuamente los avances tecnológicos, la mayoría de ellos destinados a las guerras. Las guerras, seamos honestxs, no pueden ser por otra cosa que por los recursos naturales del planeta. Ya no cuela como excusa una idea noble de la democracia que nunca lo fue. La ideología dominante consiste en creer a las personas superiores a su entorno natural (la mente controlando el cuerpo y la máquina, el hombre a la mujer, la especie a las demás especies). Se pelea virtualmente por el sol, el agua, la tierra y el fuego. Por el control de los vientres. Es un oxímoron aterrador.

Yo ahora vivo en un cerro sin farolas, no tengo lavadora, oigo a los pájaros todos los días, no tengo dinero, no consumo ni produzco. Es decir, me afecta directamente la explotación de los recursos naturales. Esa es la mayor de mis vulnerabilidades ahora. No voy a encariñarme con este lugar porque van a construir un corredor bioceánico (una macro carretera) por aquí mismo, y simplemente todo desaparecerá.

Las carreteras, coches, autobuses, trenes, los aviones… Viajamos de una forma invasiva, ultra contaminante, acelerada. ¿Cómo es posible que haya toda una industria dedicada a los viajeros (turistas, perdón) que pase por encima de las personas a las que se supone que esos turistas quieren visitar? ¿Qué estoy haciendo aquí, cobrando legalmente 200 euros al mes? ¿Es esto viajar despacio?

Quise tiempo para hacer arte y lo tengo. Quise curarme del humo y el ego.

Y si llego a hacerlo bien… ¿moriré asesinada por las fuerzas del estado como Víctor Jara? (del ego…).

Esta vez, para componer, empiezo por reflexionar sobre lo que puede ocurrir en la mente de quien me lea o escuche cuando reciban lo que creo. Pienso: ok, voy a generar la buena.

Intento componer una canción a base de ternura. Sale el sol tres días seguidos. Soy capaz: La ternura… (¿La maternidad?) Miradas cómplices colectivas. Un brindis para celebrar. Con cazalla, pienso, y me veo en el País Valencià, a orillas del mediterráneo, tocando el agua con los pies.

Más de 10.000 muertos desde el año 2014 en el mar mediterráneo. Esa es el agua que toco en mi imaginación. Ahí, donde yo nací, la gente no llega viva. La gente huye despavorida cruzando fronteras por un maldito drama internacional, la tercera mundial, el petróleo.

Me cuesta lo que me cueste pedir un préstamo, volver a mi casa. Las condiciones laborales en las que sobrevivo son como una ficción temporal, o una cura de humildad por venir de clase alta. (Y cada vez la veo más alta). Mi banco es holandés y ético. Mis padres o amores harían el esfuerzo de prestarme el dinero de vuelta. Cruzaré tres aeropuertos y en 20 horas llegaré a mi casa, a tocar el mar lleno de muertos con los pies. A brindar con quien no tiene ni idea de las consecuencias de sus actos de consumo. A brindar por las grandes decisiones que toma el nuevo gobierno valenciano de izquierdas. El que, si quiere, me escucha las conversaciones telefónicas.

¿Dónde, enserio, dónde voy a soltar yo un nuevo humano en la tierra? ¿Más mano de obra barata? ¿Más déspotas que no saben que debajo de sus cálculos digitales hay un planeta? Si me violan en este país, no tengo derecho al aborto.

Antes de desarrollar la habilidad de saltar de trabajo en trabajo mientras estudio filosofía queer, masaje, plantas y psicoterapias, antes de cruzar el océano, trabajaba para una empresa humanista, “ética” como mi banco, con un ambiente laboral que me permitía ser una gran profesional con la cabeza rapada y un piercing en la nariz. Profesora de español para extranjeros.

Un día, me di cuenta de que mi trabajo existía porque España había sido un imperio. Un imperio que había impuesto su idioma en la mitad de un continente enorme. Muchos de mis alumnos tenían como objetivo hacer negocios en latinoamérica. La pedagogía que aplicábamos era absolutamente antiautoritaria. En ese momento empecé a aprender valenciano. Y me quise ir.

No voy a ser capaz de componer una canción tierna. No voy a apagar el ordenador y desconectar facebook para siempre, ahora que me siento terriblemente sola en estas montañas. Tan sola como por encima del bien y del mal. No hay un humano al que le tenga más respeto que a mí misma. No hay jefe/a al que le agache la mirada ni mendigo al que le niegue una sonrisa. Y viceversa. Pero es terrible. El punto al que ha llegado el mundo es verdaderamente terrible. Decían: no hay afuera, no hay afuera del capitalismo. No hay afuera de la contradicción. Es lo que vemos lxs que vemos. Junto a mi sonrisa y mi vida de jipi ardo en deseos de tirar cóctel molotov a más de uno y más de una, y deseo también que la palabra victoria tenga un significado absoluto, un mundo decente en el que poder parir, joder.

Download PDF
master violencia de género universidad de valencia

Artículos relacionados

Últimas publicaciones

ayuda a Gaza
Download PDF

Título

Ir a Arriba