Perder el norte. Feminismo y ¿andaluzofobia?

Perder el norte. Feminismo y ¿andaluzofobia?

¿Existen dinámicas Norte-Sur en el Estado español? ¿Las pone el feminismo en evidencia? ¿Aplica el feminismo la interseccionalidad que tanto exige en otros territorios en aquellos que tiene más cerca? Tres activistas andaluzas debaten sobre el Sur y sus raíces y sobre la necesidad de incorporar al feminismo un discurso que reconozca las diferencias históricas en el Estado español como punto de partida para denunciar la situación de precariedad en Andalucía.

Texto: Mar Gallego
13/10/2016
Foto del Facebook de la Cofradía del Santísimo Coño de todos los Orgasmos

Foto del Facebook de la Cofradía del Santísimo Coño de todos los Orgasmos

¿Organizar un encuentro feminista en Andalucía sin hablar de la cultura del Sur? No sólo es posible, sino que es un hecho. Aun cuando el feminismo andaluz utiliza de forma estratégica elementos que sistémicamente se identifican con su cultura, por ejemplo, la procesión del Santísimo Coño de todos los Orgasmos, pocas veces hace un análisis de su situación desde un enfoque diferencial. ¿Por qué?

La activista feminista y antropóloga onubense Ana Burgos lleva tiempo queriendo poner el debate sobre la mesa. Considera que la identidad andaluza ha sufrido un proceso de desempoderamiento histórico y de desposesión de autoestima que en su caso ha llevado, incluso, a disimular su propio acento. El término que usa para expresar su sentir y su experiencia es “andaluzofobia”. Un término que no pretende únicamente poner una discriminación sobre la mesa sino que también apelar al sentimiento que, mantiene, existe en el interior de las personas andaluzas: “Hay casi una andaluzofobia interiorizada muy alejada de ese ‘ole mi tierra’”, asegura.

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Pero la cuestión de los lenguajes y los acentos, para Burgos, es sólo una muestra de una discriminación histórica que está en relación directa con las dinámicas de clase Norte-Sur. Según platea la activista, éstas hacen que no se reconozcan los discursos discriminatorios hacia lo andaluz desde fuera, ni siquiera dentro del propio activismo.

Su posición, de hecho, surgió tras situaciones que experimentó dentro del propio activismo. Todas ellas le llevaron a plantear el tema desde su blog personal en el que escribía que por ser andaluza se le instaba a moderarse, a adaptarse a unas formas norteñas de comunicación, expresión y ocupación del espacio y del tiempo: “Se me insta a la corrección y se me aplaude cuando me alejo del charneguismo macarra con el que se me asocia a primera vista”.

Burgos considera que el activismo en general y el feminismo en particular deben poner sobre la mesa dinámicas de clase y privilegios históricos a los que, según su experiencia, no se les da importancia cuando se denuncian en espacios asamblearios incluso. La pregunta es obligada, ¿podemos hablar directamente de andaluzobofia?

Los lugares más precarios están en Andalucía

Un 35,7 por ciento de la población andaluza vive en situación de pobreza y riesgo de exclusión, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE). El saldo migratorio [balance que existe entre inmigración y emigración en un territorio] resultó negativo en Andalucía en 2015 en 6.338 personas, según la misma fuente. Andalucía es, así, una de las comunidades autónomas que más ha disminuido su número de habitantes por “migraciones internas” junto a Castilla-La Mancha y Castilla León. En el lado contrario, Comunidad de Madrid, Cataluña e Illes Balears presentaron los saldos migratorios más elevados y en positivo.

Fuente: INE

Fuente: INE

Asimismo, los últimos datos anuales de la tasa de paro, sitúan a tres ciudades andaluzas entre las que marcan el techo del desempleo en el Estado español; las tres gaditanas: Sanlúcar de Barrameda (42,3 por ciento), La Línea de la Concepción (40,1 por ciento) y Jerez de la Frontera (39,4 por ciento).

El feminismo, que ha logrado colocar en el centro del debate la situación de precariedad de muchas mujeres en el mundo poniéndola en relación directa con el heteropatriarcado y la misoginia y acuñando expresiones como ‘feminización de la pobreza’, podría y puede desde su mirada arrojar luces a esta situación del Sur del Estado español. Para Burgos, aunque ya no existan las oleadas migratorias de los años 60 y 70, éstas están latentes de manera simbólica. “Estamos todas entre Madrid y Barcelona a causa de esta precariedad”, asegura.

Por su parte, la periodista y militante de la organización política independentista y socialista Nación Andaluza, Olalla Castro, asegura que las mujeres andaluzas sufren una triple violencia en el Estado español: como mujeres, andaluzas y clase trabajadora empobrecida; aunque mantiene que no existe un feminismo andaluz de izquierdas que haya tomado conciencia de esta triple opresión. Lo achaca a que en los movimientos feministas andaluces no ha habido interés por el discurso soberanista, ni una conciencia de pueblo clara al haberse asumido la validez del marco territorial estatal impuesto y de la identidad nacional española. A su vez mantiene que “en los movimientos propiamente soberanistas, hace muy poco que se está desarrollando una conciencia feminista”.

Castro es además cantante, poeta y autora del tema Verde, Blanca, Verde y con una estrella, en el que denuncia la opresión histórica padecida por el pueblo andaluz. El rap hace una denuncia explícita y directa sobre la cuestión andaluza* con frases como “ya no somos el pasatiempo del norte por un bajo importe”.

Tanto ella como Burgos afirman haber sufrido discriminación por ser andaluzas en otras partes del Estado español; ambas coinciden en su experiencia en la ciudad de Barcelona. Para la cantante, su experiencia como emigrante en la capital catalana durante siete años fue determinante para adquirir conciencia de su identidad: “Allí sufrí en muchos contextos un rechazo claro por ser andaluza. Fui consciente de los estereotipos negativos sobre mi pueblo y la proximidad a la izquierda independentista me sirvió de ejemplo y de espejo para entender que la lucha por la soberanía de mi tierra es un elemento transformador y revolucionario imprescindible. Como pueblo andaluz compartimos experiencias con otras identidades subalternas y existe cierta vergüenza propia, un constante auto-odio con un fuerte complejo de inferioridad que lleva a la renuncia de nuestras señas de identidad y de nuestra cultura”.

Olalla Castro asegura que las mujeres andaluzas sufren una triple violencia en el Estado: como mujeres, andaluzas y clase trabajadora empobrecida

Desmantelando la Reconquista. Orígenes del olvido

Para Olalla Castro, que también es doctora en Teoría de la literatura y Literatura comparada, la pérdida de memoria histórica en Andalucía es parte de la discriminación que su pueblo enfrenta. Asegura que el “hito histórico” conocido como ‘Reconquista’, nombre que critica, es responsable de esta pérdida de memoria. Durante la parte final de este proceso histórico, se exterminó y expulsó al pueblo andaluz, entonces llamado morisco, de su propia tierra. Castro afirma que ahí empezó la represión y la censura de las manifestaciones culturales y de la lengua andalusí.

Tras la opresión que apunta la doctora, la historia marca una línea de exclusión histórica: la apropiación de la tierra por parte de la nobleza. “Así surge el latifundismo y el problema andaluz de la propiedad de la tierra, que llega hasta la actualidad. El 50 por ciento de la tierra cultivable de Andalucía está en manos del dos por ciento de propietarios”. Para Castro es esta nobleza terrateniente la encargada de reprimir los numerosos intentos de rebelión del pueblo andaluz y los distintos movimientos soberanistas: la llamada Conspiración del Duque de Medina Sidonia de 1641, la Junta de Andújar de 1835, la revolución cantonal de 1873, la Constitución de Antequera del siglo XIX, así como el nacionalismo andaluz de finales del siglo XIX y principios del XX. Castro también sostiene que en la centuria pasada esa misma nobleza y burguesía dominante apoya y refrenda el golpe de Estado franquista y se encarga de silenciar relatos como el asesinato de Blas Infante en el 36, las movilizaciones campesinas y la reclamación de la reforma agraria, la resistencia antifranquista o el movimiento maquis en Andalucía.

El 4 de diciembre de 1977, el pueblo andaluz sale a la calle para exigir reconocimiento nacional y autonomía.Muchas personas celebran en esta fecha, y no el 28 de febrero, el Día nacional de Andalucía.

El 4 de diciembre de 1977, el pueblo andaluz sale a la calle para exigir reconocimiento nacional y autonomía. Muchas personas celebran en esta fecha, y no el 28 de febrero, el Día nacional de Andalucía.

“Toda esta intrahistoria andaluza no se enseña: permanece convenientemente enterrada” e insiste en que a 789 años de existencia de Al-Ándalus (الأندلس) como una formación social” no se le puede llamar ‘Reconquista’. Y es que, aunque Al-Ándalus estuvo presente en toda la península ibérica, fue en Andalucía donde permaneció más tiempo: prácticamente ocho siglos. Para Castro resulta, además, imposible establecer una continuidad entre los reinos visigodos del siglo VII y los Reyes Católicos, “a no ser que se asuma el ideal nacionalcatólico de la eterna España”.

Las mal ‘hablás’. Estrategias y resistencia

Ana Burgos lleva más de siete años habitando en Barcelona y ha vivido y formado parte de los procesos llevados a cabo desde el activismo para reivindicar la realidad catalana. Asegura que la fuerte situación de precariedad en Andalucía impide, en parte, que exista el empoderamiento como pueblo que se da en otros territorios: “Esto hace que no tengamos demasiados espacios para enunciarnos como pueblo oprimido”. En su caso, ha iniciado estrategias de resignificación, por ejemplo, en torno al habla, iniciando un proceso de recuperación de su acento en clave política.

La misma estrategia que ha puesto en práctica la activista chiclanera y trabajadora social Ana Rosado, quien asegura haber podido darle la vuelta a estos estereotipos de manera estratégica:  “Antes lo vivía como un ataque ya que no me escuchaban. Sólo veían que era de Cádiz. Luego lo he usado en mis talleres, sobre todo con gente joven, utilizo el estereotipo de la andaluza graciosa para que entren mejor en el discurso. Para mí, a veces, hablar andaluz es un ejercicio de poderío”.

Burgos  afirma que la reacción de muchas personas al saber que es andaluza conllevan una ‘exotización’ de su identidad con frases como ‘arsa killa’ o la afirmación ‘a mí me gustan los andaluces’. Y explica que, además de ser expresiones etnocéntricas, folclorizantes y colonizadoras, son bastante acríticas. La activista se unió con otras feministas andaluzas residentes en Barcelona y comenzaron en conjunto un proceso de reflexión autoafirmándose como ‘Las mal hablás’. El grupo inició lecturas sobre la identidad charnega en Barcelona y sobre feminismo chicano. Burgos rescata la idea de que en Barcelona se llama de manera despectiva a una parte de la población de clase obrera a quienes nombran bajo el apelativo de ‘killo’ o ‘killa’; expresión que se usa en algunas zonas del Sur y que es sinónima al ‘tío’ o ‘tía’ de Madrid.

Para la activista onubense, reivindicar la problemática andaluza en Cataluña tiene una particularidad ya que se trata de un territorio que se enuncia como pueblo oprimido por España; algo que ella misma defiende con admiración. Sin embargo considera que existe la concepción de que “las andaluzas somos España”.

Punk versus carnaval

Pero, ¿es Andalucía la personificación de la identidad española o han sido usados elementos de su cultura para generar esa identidad? Olalla Castro lo tiene claro y considera que cuestiones como la Semana Santa –tan enraizada en el Sur- no son elementos originarios de la cultura andaluza: “Introducir en el pueblo andaluz la religión católica a machamartillo fue una manera más de colonizarnos culturalmente. De todos modos, subvertir los elementos con los que se nos ha colonizado y sojuzgado es una estrategia clave. Hay parte de la cultura popular andaluza, como pueden ser la música o la literatura, que el feminismo tiene que tener en cuenta. Introducir en el flamenco o la copla, cuyas letras han sido históricamente patriarcales y machistas, un discurso feminista puede ser una manera interesante de reapropiación. Desenterrar y reivindicar a todas las intelectuales y escritoras andaluzas -desde las poetas de Al-Ándalus hasta Elena Martín Vivaldi- que se quedaron fuera de un canon androcéntrico es también un trabajo imprescindible”.

Ana Rosado considera, por otro lado, que desde las instituciones andaluzas dedicadas a cuestiones de género se intenta mostrar una imagen unificadora de la lucha feminista sin hacer hincapié en los elementos diferenciales del Sur. Tampoco existe un trabajo de empoderamiento sin que se recurra a una formas hegemónicas a las que, para acceder, son necesarios recursos económicos o privilegios de otro tipo. Asegura que esto se agrava si se tiene como referente a un feminismo academicista: “Se impone cierto feministómetro que persigue un modelo feminista androcéntrico proveniente de la elite lo cual no reconoce las formas de muchas mujeres andaluzas que se expresan desde muchos lenguajes y que no han vivido en situaciones más precarias. Que yo no diga heteropatriarcado no quiere decir que no lo diga. Si no entras en este sistema ni eres visible ni tienes reconocimiento”.

“No dejamos de ser la banda carnavalera que hace gracia. Si existe un grupo de punk, todo es bien recibido, si es carnaval, se queda en tu contexto y se reduce a lo lúdico”

Asimismo la trabajadora social apunta que esto tiene relación con la admiración sistemática que se produce en el Sur para con el feminismo del Norte o el centro del Estado ya que, dice, se suele dar gran valor a lo que las compañeras feministas hacen, por ejemplo, en Cataluña, País Vasco o Madrid. Asegura que éstas son culturas que relacionamos de inmediato con el buen hacer y el trabajo bien hecho, entre otras cosas, porque se ha interiorizado que en determinadas zonas la calidad es mayor, simplemente porque provienen de esos contextos.

En el caso de Andalucía, considera que ocurre justo lo contrario y que la cultura andaluza no es percibida como un valor añadido de calidad y legitimador de las iniciativas que se realizan desde el Sur: “No te suma tu cultura, eres más tonta si eres del Sur”. Burgos añade además que el trabajo de las personas andaluzas se cuestiona más y que en su caso ha tenido que demostrar más debido a este prejuicio.

Las Talegueras, chirigota callejera ilegal de mujeres del Carnaval de Cádiz que denuncia desde el feminismo

Las Talegueras, chirigota callejera ilegal de mujeres del Carnaval de Cádiz que denuncia desde el feminismo

Por otra parte, Rosado afirma que estos lenguajes y la denuncia que se realiza desde el Sur bajo sus formas no son tenidas en cuenta desde los discursos dominantes como acciones políticas y de protesta. Pone el ejemplo del Carnaval del Cádiz y de las chirigotas ilegales de mujeres que denuncian desde el feminismo, como las Talegueras. “No dejamos de ser la banda carnavalera que hace gracia. Si existe un grupo de punk, todo es bien recibido, si es carnaval, se queda en tu contexto y se reduce a lo lúdico”.

Estereotipos y contradicciones. El espejo del Sur

Reírse de un acento, asumir que tienes que ser graciosa o que tienes arte y –en el caso de tenerlo- no dar ningún valor a ello debido a una mirada esencialista; dar por hecho que no tienes estudios o no sabes nada, defender que vives del dinero de otros pueblos, admirar a otra persona sólo porque habla un castellano normativo, argumentar que los hombres del Sur son más machistas o que las andaluzas se quedan embarazadas mucho antes, que a los 15 estamos ‘muy desarrolladas’ y a los 20 ‘somos abuelas’, que somos más guapas y exóticas… son algunos de los estereotipos que atraviesan el Estado español.  Sin embargo, Burgos asegura que el feminismo andaluz debe mirarse desde un prisma más complejo, reconociendo, a su vez, los privilegios que como parte del Estado español se tiene también sobre otros pueblos.

Por otra parte, entre los estereotipos que circulan en torno al pueblo andaluz, también en círculos activistas y feministas, resulta de especial interés el que tacha a las personas del Sur de poco productivas o vividoras. Hacer especial hincapié de manera despectiva en que existen personas que no colocan en su centro la actividad económica y usarlo como medida de reconocimiento, además de no corresponderse con la tradición jornalera y el duro trabajo del campo que históricamente se ha realizado en Andalucía, implica defender opiniones que refuerzan los valores de un capitalismo que mide los tiempos y coloca una etiqueta determinada a las personas dentro de su sistema de mercado y competencia.

Las tres voces aseguran que la cultura andaluza, aunque muy diversa en sus formas, tiene elementos históricos tremendamente útiles. La hermandad existente entre mujeres proveniente de un legado andalusí, la convivencia en patios de vecinas y corralas, la desdramatización y la alegría como planteamiento ante la precariedad, el pedirle a la vecina una ramita de hierbabuena, la capacidad de construir un encuentro con lo que se tiene, la brutal concepción de la colectividad y los cuidados, la presencia del ‘¿cómo estás?’ y no del ‘¿a qué te dedicas ahora?’, la enorme expresividad corporal y el contacto con el cuerpo y el arte son elementos presentes que, consideran, se pueden resignificar y rescatar.

Hay algo más en lo que coinciden: a la hora de sentar las bases de un feminismo andaluz, éste debe estar en conexión con otros feminismos que indagan en la subalternidad y en las múltiples opresiones sufridas por las mujeres. Según Castro, “todos los feminismos que se enuncian desde la periferia del neoliberalismo mundial, han de ser nuestros referentes y nuestros aliados”.


*Otra rapera que denunció la andaluzofobia en sus letras y que perdimos hace muy poco fue Gata Cattana.

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