“Te dan a la criatura y luego te la quitan”, y otros mitos sobre el acogimiento

“Te dan a la criatura y luego te la quitan”, y otros mitos sobre el acogimiento

La Biblia dice que los bebés muertos van al limbo, pero es mentira. Al limbo van las y los menores migrantes subsaharianos. Vacío legal lo llaman. El caso del pequeño Francisco no se debe a un “lamentable error de la administración”, sino que refleja la realidad de los niños y niñas en desamparo.

26/09/2016
Iván e Y*** / Archivo familiar de Alicia Murillo Ruiz

Iván e Y*** / Archivo familiar de Alicia Murillo Ruiz

Soy madre de acogida de una niña subsahariana y he trabajado durante dos años en dos orfanatos en Marruecos. He presenciado con mis propios ojos cómo fustigaban a los niños de Centro Dar Tifl (Marrakech) a diario con trozos de manguera o cinturones y he escuchado de boca de las propias niñas de origen subsahariano cómo las madres las golpeaban con palos mientras las obligaban a estar de rodillas y con los brazos en cruz. También he conocido a menores blancos españoles con historias de abusos, abandonos y negligencias de todo tipo en el centro de acogida donde mi hija estuvo interna en Sevilla. Por último he escuchado el testimonio de decenas de mujeres adultas de todas las nacionalidades, pero mayormente españolas, que en mis talleres narran cómo fueron víctimas de abusos sexuales durante la infancia por parte, normalmente, de familiares.

Cuando cuento a personas de mi entorno estas terribles historias surgen siempre dos tipos de respuestas:

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1. Palabras de repulsa hacia las personas maltratadoras, pero no a partir de un análisis de la situación desde el punto de vista de la edad sino de la raza o la cultura. No exclaman: “¡Los adultos somos capaces de lo peor!”, sino que dicen: “Es que en esos países pegan mucho a los niños”.

2. Palabras de repulsa hacia el Estado español por considerar que retira custodias a madres inmigrantes por razones xenófobas. No dicen: “Las criaturas son maltratadas independientemente de su raza u origen”, sino que dicen: “Las custodias a las madres migrantes (nos) son retiradas de forma injusta sistemáticamente”.

Es decir, la persona interlocutora se posiciona siempre fuera del grupo opresor invisibilizando el maltrato infantil e intentando presentarlo como maltrato racista o institucional.

Con los datos en la mano

Yo no sé si existe una forma universal de educar en la justicia y el respeto, la cuestión es que cada cultura tiene su versión de las cosas. Y el problema no es que las praxis en las diferentes zonas del mundo sean diversas sino, más bien, que las versiones políticamente correctas de la buena forma de criar y educar no suelen coincidir. Para que nos entendamos: en Europa el maltrato infantil está a la orden del día tanto en la población autóctona como en la migratoria. La única diferencia que he encontrado, a veces, es que la migratoria no se esconde para llevarlo a cabo porque no conoce las reglas sociales del país en el que están y la población europea vive el asunto con cierta hipocresía o doble moral.

Siguiendo con este análisis es importante destacar que es una falacia que haya más retiradas de custodias a mujeres extranjeras. De hecho, según el observatorio de la infancia, el 91,29% de las criaturas maltratadas en nuestro país eran de origen español (datos del 2006). Otro dato fundamental para entender las bases del adultocentrismo es que en el mismo estudio podemos comprobar que el porcentaje de personas agresoras que son mujeres (64,81%) supera al de hombres (35,19%). Esto es un hecho internacional como vemos en encuestas realizadas en otros países como, por ejemplo, en Paraguay. Es decir, no debemos confundir los ejes de transversalidad: una cosa es la xenofobia, otra el machismo y otra el maltrato infantil.

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Por todo ello, si bien este artículo no va a estar centrado en la transversalidad de raza o género sino en la de la edad, es evidente que para hacer un buen análisis de la realidad de las criaturas necesitaremos abordar la problemática desde los diferentes ejes de opresión que sufren.

El proceso migratorio de la infancia subsahariana: el Estado español, un padre maltratador

La Biblia dice que los bebés muertos van al limbo, pero es mentira. Al limbo van las y los menores migrantes subsaharianos. Vacío legal lo llaman. Estas criaturas son las hijas de la nada, nacen de lo invisible o más bien de lo invisibilizado.

Las mujeres procedentes de esa región que llegan a España salen de sus ciudades buscando un mundo mejor y, por el camino, encuentran esclavitud sexual, violaciones, maltrato machista y, por supuesto y como consecuencia de todo ello, embarazos no deseados o, en el mejor de los casos, por lo menos no planificados. Si dan a luz antes de viajar a Europa el bebé no existirá a nivel legal. El Estado marroquí no emitirá un certificado de nacimiento que avale su nombre, la fecha y hora a la que llegó al mundo o el apellido de sus progenitores. Esa criatura nace, por tanto, en un limbo legal que le acompañará, a veces, de por vida. Imagina: no saber con seguridad ni tu edad, ni cómo se escribe tu nombre exactamente, ni quiénes fueron tu padre o tu madre… No poder identificarte para coger un avión o alquilar una casa o tramitar un pasaporte o estudiar en un colegio. No ser, no existir. Esto también es maltrato infantil.

Otra cuestión fundamental es que los menores extranjeros tutelados por el Estado español no tienen garantizada la nacionalidad española. Es decir, tu padre es el Estado español pero de herencia no te va a dejar ni un nombre, ni un apellido, ni te va a pasar una pensión alimenticia si pasas a una acogida familiar, ni te va a reconocer una nacionalidad. En muchos casos hablamos no sólo de nacionalidad española, también se les niega la de origen ya que renovar pasaportes cuesta mucho dinero y mucha paciencia con la burocracia y papá Estado no te quiere tanto como para asumir esa responsabilidad. Nada, el Estado español ejerce de padre a la antigua, de esos que tenían un hijo con la sirvienta y luego se hacían los suecos. Esta es la realidad de los menores tutelados en general y de los extranjeros en particular: abandono institucional, burocracia infinita, funcionarios negligentes, expedientes médicos perdidos, mafias en las propias embajadas y desinterés por parte de todas las instituciones. Por eso me resulta curioso cuando escucho a cierto sector periodístico hablar de “lamentable error de la administración” al referirse al caso del pequeño Francisco: el menor cuya custodia ha sido devuelta tras cuatro años a la madre biológica que, a su vez, quedó embarazada estando en un centro de acogida. No, lo que ha pasado no es un error porque eso supondría una praxis habitual correcta, humana y profesional y lo que se vive en cualquier proceso de este tipo es una negligencia tras otra. No es un lamentable error, es la vida cotidiana de los menores en desamparo, de hecho demasiadas pocas cosas pasan para cómo está el patio.

El periodismo sensacionalista 

Hay aproximadamente unas 500 criaturas tuteladas en cada provincia andaluza esperando ser acogidas. Casi todas, al llegar a la mayoría de edad, serán abandonadas de nuevo, a la intemperie de la dura realidad que las aguarda, sin ayudas, sin apegos familiares, sin dinero, sin nada. Es decir, en nuestro país tenemos una urgencia plausible de familias de acogida. La prensa no ayuda: a menudo hace ver el acogimiento familiar como un robo de bebés negros por parte de familias blancas. Intentan hacer ver que la mayor parte de las retiradas de custodias se realizan a familias migrantes pero insisto en que eso no es verdad, tal y como podemos comprobar si consultamos los datos de este estudio.

¿Por qué acoger y no adoptar?

Porque el acogimiento garantiza al menor un régimen de visitas con su familia de origen que lo ayudará a reconstruir su memoria y su identidad. Es muy importante que recordemos esto y que no nos dejemos influenciar por una prensa amarillista o por los miedos a crear apegos insanos y posesivos. Independientemente de que decidamos o no entrar en un programa de acogimiento familiar, debemos dejar de utilizar un lenguaje adultocentrista que sirva de propaganda contra la acogida y que contribuya a que muchas criaturas no encuentren nunca un hogar. Y allá voy con los ejemplos.

El lenguaje nos delata

El periodismo adultocentrista ha generado en las últimas semanas, debido al caso del pequeño Francisco, que en nuestro país se empiece a escuchar con demasiada frecuencia la frase del millón: “Primero te dan al niño y luego te lo quitan”. No sé cuántas veces he escuchado esa frase desde que mi hija Y*** vive con nosotros. Las personas que están en programas de acogimiento sabrán de lo que hablo. Es una frase muy descriptiva de lo que la gente entiende por crianza y, si nos ponemos a analizarla, vemos en ella un reflejo claro del sistema de apegos patriarcales con el que nos educan. “Te dan a la criatura y luego te la quitan” es la frase de la posesión, de la objetivación de la persona que necesita cuidados, de no informarse sobre el tema más que por telediarios que hablan de un supuesto enfrentamiento intrínseco entre la madre de acogida y la biológica, apoyado por el imaginario patriarcal de mujer-madre cuya vida e identidad sólo tienen sentido a través de la crianza. De lo que no habla en cambio la frasecita en cuestión es de las necesidades de la criatura, ni de nuestro deber ciudadano de amparar a la infancia. De todo eso nadie habla, ni la televisión, ni la gente en las redes sociales o en el bar. “Primero te dan al niño y luego te lo quitan”. Basta. Las criaturas no son cosas, son seres humanos. No te dan a un bebé, te asignan su custodia; por favor, hablemos con propiedad ya que no somos capaces de hablar con amor.

“Pero, ¿y si cuando cumpla 18 quiere volver con la madre?” es la segunda frase del millón. Esta pregunta, en cambio, habla del miedo a la traición, a que la criatura-objeto nos salga desagradecida, de que la acogida no haya sido más que una especie de crianza de cuervos desnaturalizados. “Si vuelve con la madre querrá decir que hemos hecho las cosas bien” suelo responder. Porque si al crecer Y*** se va a vivir con su otra madre entenderé que todos mis cuidados habrán servido para que ella haya aprendido a conciliar su origen con el amor por nosotros, su familia acogedora.

La maternidad/paternidad es un derecho fundamental, eso es cierto, pero no debemos nunca olvidar que por encima de ese derecho debe primar siempre el de las criaturas a no ser maltratadas, a no ser consideradas mercancía, a tener un hogar, una identidad, un nombre, una nacionalidad.

Confundiendo al enemigo

No existe un enfrentamiento entre las familias biológicas y las de acogidas per se, a pesar de lo que cuente Telecinco. Es cierto que las situaciones son duras y difíciles de gestionar pero lo que tengo claro es que en mi casa, como en muchos otros hogares de acogida, el enemigo es el Estado, no la mujer que parió a Y***.

¿Y tú qué opinas? Para un diálogo tranquilo, constructivo y libre de machitrols, vente a nuestro Foro de Debate Feminista.

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