La queja contraproducente

La queja contraproducente

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14/05/2016

Puka*

Tengo 43 años y soy catalana. Vivo en un mal sueño desde que hace seis años tuve la mala suerte de cruzarme con un hombre que hasta el día de hoy sigue acosándome. Mientras él hace una vida normal, trabajando como funcionario, yo me paso la mayor parte del tiempo pendiente de lo que este hombre pueda volver a hacer, a mí, a mi bebé o a mi compañero.

Hace aproximadamente un año, decidí emprender el tortuoso camino de la denuncia gracias al apoyo de mi compañero y alguna amiga. Hará un mes y medio fuí llamada por el juzgado para realizar el peritaje psicosocial en la institución pertinente. Una vez allí y transcurrida la prueba, mi asombro no pudo ser mayor por la humillación y tortura psicológica a la que fuí sometida. Nadie me había preparado para esto, ni siquiera mi abogada. Preguntándole a esta sobre la posibilidad de poner una queja a la institución, la respuesta fué aún más sorprendente: “si haces eso, te verán como a una mujer feminista y fuerte, y esto será perjudicial y contraproducente para el proceso”. Me quedé estupefacta. No solo llevo seis años sufriendo la violencia de un acosador y siendo estigmatizada por la sociedad, sino que ahora, la que además me maltrata es la propia institución.

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En mi anterior artículo en Píkara sobre el ocultamiento como forma de maltrato, hablaba de la lógica perversa de lo invisible. Esta lógica también es, curiosamente, la que opera aquí, puesto que, para evitar perder un juicio, debo callarme, de lo contrario, siempre seré sospechosa de no ser víctima. Esto quiere decir que una solo es víctima cuando invisibiliza el problema. Por todo ello y con mi más enérgica repulsa por este proceso- ya que no podré presentar este escrito en la institución pertinente- quiero dejar constancia de lo que me han hecho y he decidido hacer pública mi queja contraproducente.

Queja sobre el trato recibido en la valoración psicosocial:

Quiero resaltar que las preguntas y el trato recibido por la psicóloga forense que ha realizado mi peritaje ha sido de lo más vejatorio y humillante que he recibido en mi vida y quiero llamar la atención sobre la nula formación en violencia de género con la que me he topado en esta institución.

No se lamenten si yo, o cualquiera de las mujeres que ustedes “testan”, aparecemos muertas el día de mañana. No se molesten en gastar el dinero en campañas y publicidad sobre su muerte y la violencia de género; es mejor que empleen ese dinero en formarse ustedes mismos en esta materia. Es una profunda vergüenza que sus trabajadores y trabajadoras no tengan ningún tipo de conocimiento sobre violencia machista y me pregunto quiénes son las personas que los “testan” a ustedes para ocupar esos cargos. También me pregunto cómo es posible que ustedes, las instituciones, esas desde las cuales se pretenden hacer campañas de sensibilización sobre la violencia de género, sean al mismo tiempo las verdugas y perpetuadoras de un discurso con el que se supone, pretenden acabar. Si ustedes mismos no son capaces de hacer este trabajo y no incorporan sus propios discursos, ¿cómo pretenden que la sociedad se los tome en serio?

En todo momento se dudó de mi credibilidad y todo el tiempo han querido venir a por mí. Me explico: las preguntas capciosas y ofensivas como “¿qué es lo que a usted le produce miedo?”,“¿ha tenido usted episodios depresivos anteriormente?”, “¿por qué no ha denunciado antes?”, sumadas a esa gran frase de “hasta hace un año, usted no era una mujer maltratada porque hasta entonces no había emprendido acciones legales” no dejan de ser una parábola para manifestar que ustedes no se creen a las víctimas que sufrimos de maltrato y lo que en realidad quieren exponer es que somos personas hipersensibles y que estamos exagerando la situación. “¿Qué es lo que a usted le produce miedo?”, me dicen, y yo les respondo: ¿Existe alguna mujer que en esta situación no lo tenga? ¿Le preguntarían a una persona que lleva una semana sin comer por qué tiene hambre? Aunque no esperaba la empatía, si lo que ustedes quieren es tener un informe objetivo de los acontecimientos, entonces tampoco realicen preguntas que presupongan que he sido yo, la que de alguna forma, estoy inventando la situación y que en su barómetro de análisis del sufrimiento encajo en un perfil determinado. Es una ofensa que tengan que realizar esa pregunta. Si ya parten de esa base, sean más directos: “¿es usted una depresiva y culpa a su agresor de su daño moral? ¿es sensible y por eso tiene miedo? ¿se lo está inventando? ¿quieren que sigamos vivas?”

Otra de las joyas ha sido la duda ante la falta de apoyo familiar, en concreto, hablando de mis hermanos, asumiendo que si no me apoyan será porque algo tendría yo para que ellos no colaborasen. Como dice el psicoanalista Boris Cyrulnik, en esta sociedad se sigue viendo a las víctimas culpables; algo terrible habrán tenido que hacer ellas para ser merecedoras de ese mal que les aqueja. Ustedes no hacen más que enfatizar este discurso propio de la Edad Media y que se perpetúa en la actualidad. Imagínense ustedes si lo mantienen, que no solo no saben que las víctimas de violencia de género sufren el cuestionamiento y la falta de colaboración social y familiar, sino que sus trabajadores/as se empecinan con sus preguntas en recalcarlo. Que una víctima no tenga apoyo, es algo sospechoso, culpabilizándola dos veces. El único delito que yo he cometido es el de haber nacido mujer en una sociedad patriarcal que se niega sistemáticamente a tomarse el feminismo en serio porque los varones no quieren dejar sus privilegios y ni siquiera están dispuestos a pensar que los tienen.

Parece que ustedes no conocen cómo actúa la sociedad en estos casos y dudo mucho que lleguen a entender el dolor que se siente cuando una está constantemente cuestionada solo por haberse atrevido a abrir la boca. He tenido que llegar a escuchar acusaciones sobre mi persona y mi personalidad y me han dado palmaditas en la espalda diciéndome: “no pasa nada, tú ponte fuerte y haz tu vida”. Y yo no dejo de preguntarme cómo puedo ponerme fuerte si mi familia y amigos y amigas no hacen absolutamente nada más que decirme que me ponga fuerte y que haga mi vida. Pues mi vida es esto, un círculo vicioso en el que me quedo perpleja al ver la insensibilidad, la falta de empatía y la falta de acción llenando las calles. No hacer nada cuando tienes al lado un caso de violencia de género que conoces, ya es hacer mucho. Tampoco espero que mis familiares y mis amigos y amigas se lamenten si mañana muero, que no vayan a la concentración por mi muerte ni levanten banderas en mi nombre. Que tampoco pongan este artículo en sus muros de facebook con frases de tristeza. No, solo les pido que muevan un dedo si conocen un caso, que no desconfien, que tengan empatía, que hagan algo de una vez porque la “solidaridad” es algo más que un nombre. Parece que tienen ustedes un absoluto desconocimiento sobre todo esto.

Me pregunto si van a ser igual de duros con el acusado, si van a “intertar pillarlo” como a mi o tendrá más credibilidad en su discurso, porque a pesar de ser acusado, es hombre. Con esta experiencia, veo que la campaña de la denuncia falsa ha calado profundo pero es penoso que cale en una institución. Luego nos preguntan que por qué no hemos denunciado antes; pues miren, porque lo primero que tiene que hacer una mujer al denunciar es defenderse de la acusación de mentirosa. La expresión de “denuncia que no estás sola” es completamente falsa, lo único que te va a acompañar es un sistema judicial que te va a maltratar aún más y una sociedad que no se quiere implicar en serio. El maltrato que infringen ustedes con la excusa de que deben hacer estas preguntas es muy poderoso, con formas mucho más perversas y con otras estrategias pero, que sepan, que si lo quieren es humillar, desde luego lo consiguen.

¿Quién valora el daño que me han hecho con esta experiencia? ¿Quién nos indemniza por este daño? ¿Quién nos va a pedir disculpas? ¿Lo harán ustedes? Y por favor, no me hablen de la insconsciencia por el daño que hacen estas entrevistas; eso no me vale ya que esto no les exime de la responsabilidad de repensar lo que están haciendo. Y ustedes saben que están haciendo daño a la mayoría de las mujeres que vienen aquí. Si las mujeres no ponemos más quejas es porque ya estamos demasiado machacadas como para que, aún por encima, tengamos que hacer esto.

El dolor que me ha causado esta experiencia, parece propio de la Santa Inquisición. Ustedes nos siguen queriendo condenar como brujas en la hoguera. Exijo que formen a sus profesionales en temática de género y si no, no vean a este tipo de víctimas, dedíquense a contar muertas.

*Puka es feminista autónoma catalana.

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