‘Kiki’, o cómo sin salir de Málaga nos metemos en Malagón

‘Kiki’, o cómo sin salir de Málaga nos metemos en Malagón

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16/05/2016

Sara M.

Hoy, con motivo de la Fiesta del Cine, he ido a ver la película ‘Kiki, el amor se hace’. La verdad es que era la opción que más me llamaba la atención: una película fresca y divertida, que habla de sexo sin tapujos y con un elenco de actrices y actores que me ha sorprendido por distintas razones en los últimos años. Una hora y media después de entrar a la sala, salgo con un sabor agridulce. Sí, ese sabor que se te queda al darte cuenta de lo buena que podría haber sido esa película y de lo desafortunada y tradicional que ha sido en realidad.

‘Kiki, el amor se hace’ tenía la oportunidad de ser realmente transgresora, y finalmente solo muestra una cara más del patriarcado. Aunque me han rechinado bastantes situaciones y diálogos de la película, me gustaría centrarme en la trama protagonizada por una mujer con diversidad funcional y su marido. Esta pareja encarna la normalización de la violación por amor: él la desea, pero ella le rechaza noche tras noche, de tal modo que él acaba optando por drogarla con somníferos y cumplir todo tipo de fantasías sexuales usando su cuerpo inerte. No contentxs con esto, cuando ella se da cuenta de lo que está ocurriendo noche tras noche y amenaza con denunciarle, él le suelta un maravilloso (nótese la ironía) monólogo sobre el amor que esconde su forma de actuar y se funden en un apasionado beso. Por supuesto, para que lxs espectadorxs se traguen esta historia sin mostrar malestar, se encuentra muy edulcorada con grandes dosis de humor y normalidad. Pero no, lo siento pero no. Porque hoy, mientras el resto de la gente se reía a carcajadas con estas escenas en una sala de cine abarrotada, había al menos una persona que se revolvía en su silla pensando lo injusto que era todo eso. Para esa mujer parapléjica, para mí y para todas. Y es que en la película se sobrepasa cualquier límite del humor y se frivoliza con un hecho absolutamente terrible, de tal modo que se llega a justificar que en nombre de un supuesto ‘amor’ tu pareja haga y deshaga contigo, que decida por ti y que use cualquier método para conseguirlo. Porque lo que ‘Kiki’ nos dice es que el deseo del otro (del marido) está por encima de todo, incluso de tu consentimiento. No quiero dejar pasar la oportunidad de ser muy clara: nada justifica una violación (que no deja de ser cualquier acto sexual sin consentimiento de alguna de las personas que participa en él); ni el posible estado de inconsciencia de la persona violada (ya sea drogada, borracha o enferma), ni el amor “ciego” de quien viola. Nada. Y hay cosas con las que no se puede jugar, ni siquiera en una película hecha en clave de humor, por mucho que se venda como una historia muy abierta sexualmente.

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Pero es que hubiese sido tan fácil, tan bonito e, incluso, tan transgresor abordar el verdadero problema que subyace en este tema: la adaptación de una pareja tradicional cis-heteropatriarcal a la aparición de una diversidad funcional en una de las personas que la conforman. ¿Cómo les afecta este cambio? ¿Puede suponer un problema o las parejas lo asumen con naturalidad? ¿Cómo pueden adaptarse como pareja? ¿Y a nivel sexual, cómo pueden redescubrir su placer y su sexualidad? ¿Quién puede ayudarles a iniciar este nuevo camino o dónde pueden buscar información? ¿Cómo vive la sociedad la sexualidad de las personas con diversidad funcional? ¿Quién debe hacerse cargo de sus cuidados sexuales? ¿Es la asistencia sexual una solución? Con la cantidad de documentales (como Yes, we fuck!), proyectos, debates (como “Soy sus manos en su cuerpo”), etc., que están surgiendo actualmente en los feminismos sobre este tema, me parece que ‘Kiki, el amor se hace’ supone una auténtica oportunidad perdida para aprender y enseñar, para hablar de una sexualidad diferente y, sobre todo, para abrir el debate sobre la sexualidad de las personas con diversidad funcional.

Y es que no teníamos suficiente con las comedias románticas, las novelas de pseudo-sado romanticón y los estereotipos de la televisión, que una vez más nos toca criticar a quienes aparentemente deberían pertenecer a nuestro bando. Porque el supuesto mensaje de ‘Kiki’ sobre la libertad sexual es magnífico, pero después de verla te das cuenta de que hasta la mejor idea puede estar ejecutada de un modo nefasto. En fin, que no salimos de Málaga y ya estamos en Malagón.

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