Sexo en el Metro ¿Consentido?

Sexo en el Metro ¿Consentido?

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30/04/2016

A. P. P.

Todos los políticos y políticas, periodistas, lobbies, “influencers” de las redes sociales, se han parado a comentar lo apropiado o no de la pareja teniendo sexo en el Metro de Barcelona. Cuestionan si es moral o no, si es saludable, ético, responsable. Nadie se cuestiona si tal vez no era una pareja teniendo sexo, sino un hombre violando a una mujer que no podía consentir. Porque cuando una mujer va borracha, drogada, está mareada o simplemente no se encuentra en plenas facultades, no puede consentir. El silencio no es un sí. El “sí” de alguien bebido no es un “Sí”.

Pero seguimos mareando la perdiz con la supuesta moral de tener sexo en público o no, sin preguntarnos si el sexo fue consentido por ambas partes de forma lúcida.

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Mientras tanto La Vanguardia publica el relato de un supuesto testigo que afirma lo siguiente: “La chica no estaba en un estado muy idóneo. Estaba consciente, pero cuando acabó no podía ni levantarse. El chico tuvo que ayudarla a vestirse. No sé si era una cosa muy voluntaria y deseada por ella”.

El testigo también afirma que: “La chica, estaba en un estado de embriaguez considerable, y es que cuando se incorporó “le cayó una botella de vidrio de cerveza”.

Lo cual deja pocas probabilidades al consentimiento de ella, independientemente de que fueran pareja o no. Recordemos por un momento que gran parte de las violaciones las realizan personas cercanas a la mujer, incluida su propia pareja.

Ahora, leamos el principio del artículo donde la redacción de este diario afirma que: “cada vez parece más claro que fue un acto voluntario de la pareja que lo protagonizó y que nada tuvo que ver con algún tipo de montaje”. Un acto voluntario. Después de haber escuchado el testimonio ni siquiera han dudado al escribirlo.

En otros medios cuentan más de lo mismo, pero El Periódico enlaza a una noticia sobre el tema donde miembros del Sindicato Profesional de Seguridad Privada cuentas anécdotas incluida la siguiente: “Nos avisó una mujer y fuimos para allá. Nos los encontramos follando y les pedimos que pararan y se marcharan. El chico nos imploró un par de minutos, que les dejáramos terminar. Ella estaba muy borracha, casi no podía hablar. Él no iba mucho mejor. Optamos por no liar la cosa y esperar”.

Una mujer que no puede ni hablar. ¿El chico lleva un distintivo para saber que es su novio, ligue, lo que sea? Aunque sea su pareja, ¿la chica ha podido dar su consentimiento consciente para practicar sexo en público? ¿O con él? ¿Y si quiso pararlo cuando vio a tanta gente pero no pudo? ¿Y si ni siquiera se daba cuenta de la gente que había?

¿En qué nos basamos para justificar todo esto? ¿Y si la están violando?

Ui, perdón, es cierto, que en ese caso es culpa de la mujer por haberse emborrachado. Ya debería saber que si se emborracha puede pasarle algo así y si ella no se cuida es culpa suya.

Si alguien se plantea remotamente si hay culpa, se la asignará a ella.

Mientras todo esto sucede cada día, las figuras mediáticas se escandalizan por el acto o por la reacción de otras figuras mediáticas. Está claro que lo importante aquí no es que existan testimonios de una mujer siendo penetrada cuando no tiene capacidad de decir “no” ni “basta”. Lo importante es que eso de follar en público es escandaloso o normal. Hasta las que van de feministas modernas hacen esta lectura del asunto.

No vamos a preocuparnos mucho por ella, que ya sabía en lo que se metía. Aunque nadie lo sepa con certeza lo daremos por sentado. Aquí el debate es sobre moralidades y libertades.

La libertad de la chica, en concreto, a nadie parece importarle.

¿Rebuscada? ¿Quejica? Sí, puede que yo lo sea. Pero me imagino durante un instante que esa mujer soy yo. Que soy yo esa vez que me bebí una sola cerveza pero con el calor del verano me mareé de tal manera que sólo recuerdo es que un chico tonteaba conmigo en la discoteca y acto seguido estaba en uno de los baños de mujeres con ese mismo chico penetrándome y haciéndome muchísimo daño. También recuerdo las palabras de quienes suponía mis mejores amigos cuando se lo conté: “¡Para qué bebes! Es que tienes que controlarte. Ya te vale”.

Nunca se lo conté a nadie más. Ni siquiera a la ginecóloga de urgencias a la que fui al día siguiente porque era incapaz de ir al baño sin que sintiera un dolor agudo y sangrara. Ni ella preguntó, habrá visto mucho “sexo duro” y heridas pequeñas de ese tipo.

¿Y si la chica del metro fueras tú? Un día de esos que te da un bajón de azúcar, tensión, lipotimia, o un vete-a-saber-qué. ¿Y si sales de fiesta con el mismo derecho a beber y a hacer lo que te de la real gana pero descubres que no lo tienes porque si alguien te hace daño la culpa no será suya?

¿Y si eres la víctima y te juzgan por lo que has hecho?

¿Cómo sienta eso?

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