“Las lesbianas tenemos que madurar como audiencia”

“Las lesbianas tenemos que madurar como audiencia”

La estética 'indie' de 'Go Fish' (1994) contrasta con el glamur de 'The L Word' (2004-2009). Pero tanto la película independiente como la serie de televisión marcaron a dos generaciones de lesbianas que se vieron por fin representadas por productos audiovisuales que ponían el acento en la amistad y no en el drama. También les une Rose Troche, una de sus creadoras, que sigue nadando entre la industria y la contracultura.

Rose Troche en la gala del festival gaylesbotrans Zinegoak./ Archivo de Zinegoak

Rose Troche en la gala del festival gaylesbotrans Zinegoak./ Archivo de Zinegoak

Cuando subió al escenario del Teatro Arriaga de Bilbao para recoger el premio honorífico Zinegoak, la directora, guionista y productora Rose Troche (Chicago, 1954) no pudo pronunciar un discurso memorable. Cuando se vio en la pantalla gigante, en una foto que no le hacía mucha justicia, no pudo sino contagiar al auditorio sus sonoras carcajadas. También se empeñó, sin éxito, en pronunciar alguna palabra en su precario castellano de portorriqueña de segunda generación.

Era la primera vez que el festival gaylesbotrans de Bilbao reconocía a una cineasta extranjera, llegada directamente desde Los Ángeles. Pero el miedo a que se comportarse como una diva caprichosa se disipó en cuanto accedió a irse de cañas con las lesbianas de la ciudad. Fue la primera que se puso en pie para aplaudir a nuestro querido Viruta en concierto. No negó selfies a las seguidoras que se le acercaban para darle las gracias por haber visibilizado a las lesbianas, por haber contado sus historias, en cine y televisión.

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Carismática y malhablada, a esta cineasta se le ha pegado el glamur hollywoodiense —ese que muchas, ella también, critican de ‘The L Word’—, pero sigue sintiéndose más a gusto en los márgenes, en esa comunidad lésbica “de verdad” que retrató, en blanco y negro, en la mítica ‘Go Fish’.

‘Go fish’ fue una película muy importante para toda una generación de lesbianas. ¿Crees que ha envejecido bien?

Sigue siendo relevante observar de dónde venimos. Si hablamos de feminismo, es muy importante conocer cuántas mujeres fueron violentadas y asesinadas luchando por el derecho a voto. Es lo que somos. No quiero sonar a vieja y yo soy la primera que paso página pronto. No se trata de vivir en el pasado sino de contextualizar el presente. Porque históricamente seguimos repitiendo errores por no mirar al pasado.


Tengo la sensación de que damos un paso adelante y dos para atrás. Es gracioso, porque cuando ‘The L Word’ se estaba terminando, sabía que no iba a haber un programa como ese en años. Que ese iba a ser “el show”. Era popular y rentable, todo indicaba que surgiría otra propuesta en ese espacio. Pero siempre ocurre ese efecto reaccionario. ‘Orange is the new black’ no me parece exactamente un reemplazo, es algo completamente distinto… Pero estábamos tan hambrientas de algo similar en televisión…

A mí ‘Orange is the new black’ me parece que da un paso más: no es una serie de lesbianas pero las lesbianas son las protagonistas.

Es un híbrido divertido, sí. Hubiera sido mucho más sencillo plantear que las presas se volvían homosexuales porque todo el mundo necesita sexo y amor en la cárcel, pero no; la creadora planteó que la mayoría fueran lesbianas en su vida anterior a la cárcel.

En la cartelera proliferan las películas protagonizadas por lesbianas y trans: ‘Carol’, ‘La chica danesa’… ¿Lo LGTB se está conviertiendo en mainstream?

Nos están empujando hacia lo mainstream y yo tengo serias resistencias. Siempre me he sentido más cómoda y más viva en los márgenes. No quiero ser considerada normal. Hay algo que te mantiene cuestionándote cuando eres “lo otro”. Prefiero estar en esa posición. Pero sí, nos están empujando a lo mainstream. Ya no es tan chocante que una película como Carol nominada a los Oscar.

En Pikara publicamos un artículo que criticaba a ‘La chica danesa’ por omitir que Gerda Wegener era una artista lesbiana.

¿Tú crees? Ese era el personaje que más me gustó, quería que fuera mi esposa. Alguien tan comprensiva… Me parece un personaje maravilloso. Hay algo tan podereso en esa aceptación… Es lo que me llevé de la película.

Sí, pero ella era famosa por hacer arte erótico lésbico, y eso no se retrata de esa manera.

Cuando estás haciendo una película de Hollywood hay una arquitectura en torno a la trama principal. Es una película pensada para que el protagonista sea el personaje encarnado por Eddie Redmayne; el personaje de Gerda tenía que encajar en esa narrativa.

En el caso de ‘Go Fish’, la gente agradeció mucho que no fuera un bollo drama. Décadas después, el melodrama lésbico sigue siendo lo habitual en las propuestas más taquilleras, como ‘La vida de Adele’.

Con ‘Go Fish’ queríamos mostrar la comunidad como era, como nuestras vidas: teníamos compañeras de pisos, teníamos gatos, cotilleábamos sobre otras personas, a veces éramos crueles, otras veces éramos amables, nos entusiasmábamos cuando empezábamos una nueva relación… De eso trataba la película. Era un pedazo de nuestra vida. Una historia sencilla sobre un primer amor. ‘La vida de Adele’ es un fraude. No me gusta nada de nada. Yo tenía expectativas altas. Captar un primer amor es algo tan increíblemente importante y fascinante… Más allá del debate sobre los ocho minutos de sexo, me pareció muy falsa. Lo peor es que sentí que las actrices lo estaban dando todo, y que el problema fue de dirección, o tal vez de guion.

Me da curiosidad que no he encontrado casi nada en internet sobre las actrices de ‘Go Fish’.

¡Porque no son actrices! Guinevere [Turner] y yo seguimos en contacto, no importa cuánto haya intentado alejarla [risas, porque eran pareja cuando escribieron y produjeron juntas ‘Go Fish’]. Hemos trabajado juntas en un proyecto que verá la luz pronto: ‘Sugar’. Es muy divertido trabajar con ella otra vez. Brody, que hacía de Eliah, es una de mis mejores amigas. Vivió 17 años en Francia y acaba de volver a Los Ángeles por amor. Anastasia, que interpretaba a Daria, es también una gran amiga, pero vive en Nueva York.

Dices que te sientes mejor en los márgenes… ¿’The L Word’ fue como querías que fuera? ¿Asumiste contradicciones para que fuera comercial?

Estoy orgullosa de ‘The L Word’, estoy orgullosa de mi trabajo. Pero hubiera querido que fuera menos sofisticada y glamurosa. Pero las lesbianas realmente aman esa mierda. Y cuando dejas de dársela… ‘The L Word’ fue uno de los primeros programas sobre los que la gente tuiteaba en directo. Crearon chats en torno a la serie. Podíamos ver inmediatamente lo que la gente decía. Y la audiencia lésbica es, honestamente, una audiencia muy complicada. Si quieres ver sexo, ve porno, que hay mucho y gratis, desfógate contigo misma o con alguien más, y luego intenta ver material de calidad. Siento que la audiencia lésbica está algo rezagada… No quiero generalizar, pero a veces me frustra. Como no hay muchos contenidos para lesbianas, se sobreidentifican con una pieza, la quieren ver de una manera concreta y eso supone una gran presión. Creo sinceramente que las lesbianas tenemos que madurar como audiencia. Las cineastas independientes que hacen buenas películas lésbicas no están recibiendo el apoyo que merecen.

En ‘Transparent‘, la serie transfeminista del momento, también son muy pijos. ¿La audiencia estadounidense demanda ese glamur?

Esa serie se basa en una historia real que corresponde a esa clase social, y lo interesante es que plantea desafíos más filosóficos, intelectuales, que indagan sobre la identidad. En ‘The L Word’ una joven como Jenny, que intentaba ser escritora, que se suponía que no tenía pasta, llevaba vestidos de 3.000 dólares. Amo ‘The L Word’ pero esa falta de autenticidad me fastidiaba.

Con todo, hubo tramas muy transgresoras, como la del chico trans que se quedaba embarazado de su novio gay.

Esa fue una trama que apoyé mucho. Transitar es muy difícil, la testosterona tiene muchos efectos inesperados. Estás viendo este cuerpo que se está transformando, y de pronto te atraen otros cuerpos masculinos… Conozco muchos chicos trans que nunca habían follado con tíos y empiezan a hacerlo al transitar.

Otra de las conversaciones más importantes que propone la serie es cuando Bette, el personaje que encarna Jennifer Beals, se expresa sobre su identidad racial dentro de su historia de amor con Tina, cuando están intentando concebir: “¿El donante se va a parecer a mí? Tu biología ya estará en el bebé, porque es tu óvulo. ¿Dónde estoy yo en esa ecuación?”

Y la serie es sobre todo una demostración de la longevidad de la amistad. Personajes como Alice y Bette habían sido amantes previamente, porque eso ocurre con muchas mejores amigas lesbianas. Mantenemos en nuestras vidas a las personas que amamos. Para mí el interés era mostrar a la comunidad y cómo esa comunidad se convierte en familia.

Tanto en ‘The L Word’ como en ‘Go Fish’ el personaje de origen latinoamericano vive una situación de rechazo por parte de la madre. ¿Esa coincidencia tiene que ver con tus experiencias como latina?

Bueno, recuerda que el personaje de Dana en ‘The L Word’ también es rechazado por toda su familia… Pero sí, probablemente yo como autora haya proyectado mis experiencias, y por eso algunas se repiten. Creo honestamente que el momento en el que proyecté más es cuando el padre de Bette está en el hospital. Ella va a verle y se siente como si atravesase el reino de los cielos para ver qué le dice dios. Eso sí que lo escribí yo; fue una experiencia mía. Amo esa escena. Fue maravilloso dirigir tanto a Jennifer como a Ossie Davies [el actor que encarnaba al padre] antes de que muriera.

Ayer dijiste: “Si convertir a lesbianas es un pecado”…

¡Yo iré al infierno! [Risas]

A mí me convertiste con Shane. Yo tenía novio en ese momento y ver la serie me hizo sentir que quería que ese fuera mi mundo.

[Carcajada] ¿Y encontraste una?

¡Sí, la verdad es que sí!

Eso es desternillante.

¿Estás orgullosa?

No sé, creo que la felicidad es algo muy personal… Es muy divertido que en 20 años la gente me ha estado diciendo: “Gracias, ahora soy lesbiana”. A mí me importa que seas feliz, no me importa lo que seas. Puedes ser lo que quieras. Puedes ser hetero por cinco años, gay por diez años y volver a ser hetero. No creo que haya que tener una etiqueta. En este punto de mi vida ya no creo en ello. Si nos tenemos que identificar es porque la lucha continúa, necesitamos alzar la voz y ser tenidas en cuenta. No basta con decir lo que acabo de decir: “Oh, que cada quien sea lo que quiera ser”…

Pero en términos de sexo y sexualidad, creo que tenemos que abrirnos y luchar contra los prejuicios, da igual qué prejuicio sea. Admiro a la gente más joven porque salen con quien quieren salir, follan con quien quieren follar… Se identifican en masculino pero son cismujeres y no tienen intención de recurrir a la cirugía ni a la terapia de hormonación, y yo respeto el hecho de que hagan eso. La gente se considera queer, en cuanto la gente desordena más todo, se desmorona más.

Me hubiera gustado que ese fuera mi mundo. Me hubiera gustado tener 20 años ahora. Pero también respeto que vengo de un mundo en el que me echaron de un taxi por poner la mano en el regazo de mi novia. He sido expulsada de un sitio por besar a una mujer. Caminar por la calle de la mano con alguien y que las dos nos soltemos las manos porque se acerca un grupo de tíos. Cuando se han alejado, aceptamos en silencio volver a darnos la mano. Me gustaría que esos momentos terminasen.

Pero no creo que lo que ocurre con The L Word sea un frívolo “ahora soy lesbiana” sino que despertó en muchas ese deseo lésbico que la heterosexualidad obligatoria nos había negado. 

Sí, dimos voz a esos deseos. Desde luego. Estoy viendo un programa en el que una pareja se va a casar y su mejor amigo es gay. Me parece una mierda, creo que tendría que haber más personajes gais, lesbianas y trans protagonizando tramas, no como secundarios. En Estados Unidos se tiende a que somos reducidos al amigo gay, al amigo afroamericano… Nadie tiene un amigo latino. Es exasperante pero es un pequeño paso. Hasta hace dos o tres años no había amigas lesbianas en las series. Que un personaje femenino comente de pasada que salió con una chica, al menos es un recordatorio de que existimos.

A la gente le da miedo que esto de las identidades más fluidas diluya la comunidad lésbica…

Sí, yo odiaría perder mi comunidad. Pero poco a poco está cambiando. ¡He oficiado cuatro bodas lésbicas de amigas! Dos de esas parejas han tenido hijos. Y esa estructura familiar tradicional marca, ahora tienen que estar en casa a las 7 de la tarde. Mis amigas se han mudado a las afueras porque resulta más barato tener más espacio. Una parte de mí odia eso, desea que permanezcamos pegadas como grupo o hallar una manera de vivir en comunidad, hallar una manera de hacer las cosas de forma diferente… Cuando empecé a oficiar bodas me dije: ¿por qué hacemos las mismas promesas que los heterosexuales? Tenemos que cambiar la cara al matrimonio, tenemos que hacer otras promesas: “No te voy a prometer amarte para siempre, en la salud o en la enfermedad, en la riqueza o en la pobreza, aunque engordes, aunque no te cuides, aunque te conviertas en una gilipollas… O si simplemente maduro, cambio y me alejo”. Si amas a alguien tienes que permitirle crecer y cambiar. Deberíamos ser más rebeldes e inteligentes ante una institución que nos ha excluido. Si me casara haría muy pocas promesas pero muy auténticas.

Háblanos de ‘Sugar’.

‘Sugar’ es un experimento narrativo formado por cinco capítulos. Utilizamos la técnica colaborativa denominada ‘cadáver exquisito’, que viene de la poesía y de la pintura. Cada persona recibe el último diálogo del anterior capítulo y le da continuidad sin que veamos hasta el final la pieza completa. Yo seleccioné el reparto y rodé el primer capítulo. La directora del segundo capítulo recibió la historia de los personajes y solo la última página de mi guion y tuvo que rodar a partir de ahí. Cada directora podía añadir solo un personaje y una localización. Rodamos en cinco semana. Cada directora contaba solo con ocho días para escribir el guion dos días para rodar.

¿Dirías que todo lo que haces es feminista?

¡No sé! Creo que hay cierta severidad en eso de ser una feminista de verdad, y no sé si cumplo con lo que implica. Sé que soy consciente del poder de las mujeres. No podría decir que estoy al día de todos los debates feministas, pero por supuesto que me considero feminista y siempre reflexiono sobre cómo son representadas las mujeres. ‘Sugar’ es una serie de una mujer que sale de prisión después de nueve años. Es una mujer de color, todo el reparto está formado por personas de color.

¿Qué pasa en Hollywood con el feminismo? Meryl Streep reniega de él, dice que ella es humanista; al tiempo que Ellen Page o Beyonce se proclaman embajadoras.

No sé si esas personas se han sentado realmente a leer textos feministas o a debatir sobre feminismo. Creo que se basan en reflexiones básicas como “¿Odio a los hombres?” “¿Creo en los derechos de las mujeres?” Beyonce dice “Soy feminista”, pero mira sus vídeos. Se podría argumentar que tiene derecho a mostrar su cuerpo como ella quiere, a hacer twerking y follarse el aire… Pero ¿cómo es consumido su cuerpo?, ¿Beyonce posee esa imagen?, ¿le preocupa que un crío use sus vídeos para pajearse?, ¿eso es poder? Podría ser. No se profundiza en ese debate. Pero, al menos, cuando Beyonce se identifica como feminismo, aunque sea de una manera descafeinada, ¿sabes cuánta gente joven la sigue? Tal vez un 20% digan: voy a ver de qué trata esto del feminismo. Así que bien por ella, porque mucha otra gente usa el feminismo como si fuera una puta palabra maldita.

Tom Hardy se enfadó cuando en una rueda de prensa le preguntaron sobre su orientación sexual. ¿Sigue pasando factura salirse de la norma heterosexual?

La homofobia sigue siendo un lastre que compromete las carreras de los actores. Las mujeres tienen más libertad en esto porque la gente ve el sexo entre mujeres como algo inofensivo, como algo adorable y excitante. Pero, en realidad, la mayoría de referentes de diversidad sexual son actrices jóvenes diciendo “Oh, sí, follé con esa chica” y la respuesta es “Oh, qué excitante, déjame sacarte una foto enrollándote con alguna”. Y eso no arruina su carrera pero espera a que se haga más vieja. Entonces veremos. ¿Cuántas actrices se declaran abierta y completamente lesbianas en la plenitud de sus carreras? Hay que atajar los prejuicios sociales, no podemos pedir a los actores que comprometan su carrera para que esta sociedad frívola cambie.

Muchas fans de ‘The L Word’ no entienden que alguien como Kate Moening (que interpretada a Shane) también se resista a declararse abiertamente lesbiana.

Son actrices que han tenido acosadoras. La gente se obsesiona, sienten que te conocen por verte en la tele y eso no mola, da mucha grima. Necesitamos tener nuestra propia vida y que se distinga la ficción de la realidad. Kate quiere mantener esa distancia, quiere que la dejen de molestar. ¿Sabes qué? La dejarán de molestar de forma espontánea cuando se haga vieja, pero ese es otro problema… (Risas)

¿Envejecer es un problema también dentro de la comunidad lésbica?

Las lesbianas no son la excepción. Somos tan frívolas como el resto de la gente. Igual aquí es diferente, pero en mi mundo es así.

Bola extra: Bromeando sobre la edad, Rose Troche se despide recomendándonos este vídeo de cómicas como Tina Fey:


Calala¡Pikara, más transmarikabollo que nunca!

Esta entrevista se ha realizado con el apoyo del Fondo de Mujeres Calala, dentro de su convocatoria para apoyar campañas desarrolladas por colectivos feministas españoles que luchen por los derechos sexuales y reproductivos (DDSSRR) de las mujeres. En el caso de Pikara Magazine, el apoyo se dedicará a la elaboración de contenidos periodísticos multimedia sobre diversidad sexual.


Entrevista con Rose Troche:

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