Camboya: tecnología contra el silencio

Camboya: tecnología contra el silencio

Las mujeres camboyanas aprenden poemas que alientan a esconder los abusos. Tres jóvenes están desarrollando aplicaciones móviles para que la violencia machista deje de ser un tabú.

06/04/2016

Ana Salvá./ Phnom Penh

Una de las animaciones de la aplicación diseñada por Dany Sum

Una de las animaciones de una aplicación móvil sobre violencia de género


El pasado mes de julio Sasa ocupó los titulares cuando levantó la ley del silencio. Un multimillonario estaba borracho molestando a una amiga de la actriz, y cuando intervino para defenderla, el magnate entró en cólera y empezó a golpearla y arrastrarla por el suelo mientras le tiraba del pelo. El guardaespaldas, en lugar de impedir la agresión, desenfundó su arma y la apuntó con la pistola en la cabeza. El suceso fue grabado por una cámara de seguridad del restaurante y corrió como la pólvora cuando la propia Sasa lo subió a las redes sociales al ver que el caso no avanzaba por la vía policial.

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La reacción del agresor de Sasa fue ofrecerle 36.000 euros para que olvidara el asunto y ante su negativa decidió aumentar el precio. Finalmente Sasa aceptó una compensación extrajudicial y retiró la demanda más grave de intento de asesinato. El millonario ha sido condenado a 3 años de cárcel aunque la mayor parte de la pena ha sido suspendida y sólo tendrá que pasar 10 meses de prisión si no comete ninguna falta.

El caso se ha convertido en otro absurdo ejemplo de cómo opera la justicia en Camboya, donde los ricos a menudo actúan con impunidad y suelen pagar sus crímenes con dinero en efectivo. Además, la mayoría de los casos ni siquiera llegan a la prensa ni a los tribunales. A las mujeres generalmente se les pide guardar silencio o salir de casa cuando su marido está enfadado.

La Ley de Violencia Doméstica no aclara qué constituye violencia psicológica o económica, y no contempla la violación dentro del matrimonio

Una de estas mujeres es Kraen, quien recibió palizas diarias de su marido durante años y nunca, ni cuando presentaba hematomas y heridas, lo denunció por temor al estigma social, a que los vecinos le miraran por encima del hombro. “Le pedí el divorcio varias veces, pero él no estaba de acuerdo”, explica.

La violencia sexual contra las mujeres camboyanas está enraizada en una tradición cultural que legitiman su discriminación y los privilegios de los hombres, tal y como reflejan sus proverbios. Un poema rítmico llamado el Chbab Srey actúa como ley oficiosa de las mujeres y establece que no deben sacar los problemas internos fuera de casa para evitar que su relación se deteriore. El poema formaba parte del currículo escolar hasta el año 2007, y a pesar de que ya no se enseña en la escuela, algunas familias, especialmente las más conservadoras, lo continúan citando a sus hijas. Las niñas aprenden de la boca de sus hermanas mayores, madres, tías y abuelas que deben ser respetuosas con sus maridos, servirles bien y guardar silencio, incluso si son gritadas o golpeadas, como hizo Kraen.

Los únicos datos fiables sobre violencia de género en el país vienen de estadísticas realizadas con el apoyo de la comunidad internacional. Los más actuales provienen de un informe llevado a cabo por la ONU sobre la violencia contra las mujeres en el Sudeste Asiático. En el estudio, el 22% de las mujeres entrevistadas informó que había experimentado violencia física a manos de una pareja masculina, pero sólo el 16% de los hombres reconoció perpetuar este tipo de violencia. El mismo informe mostró que el 96,2% de los hombres y el 98,5% de las mujeres camboyanas considera que una mujer debe obedecer a su marido. Otras formas de violencia, como la psicológica, emocional o financiera, no tienen ninguna consecuencia legal y son prácticamente imposible de rastrear en Camboya.

Las aplicaciones móviles ofrecen información legal, apoyo, denuncia anónima y ​​alertas de red personalizadas

“En la Ley de Violencia Doméstica se hace mención a la violencia psicológica y económica pero ambas son consideradas como faltas o delitos menores y se establece la mediación o reconciliación como el mecanismo para responder ante estas violencias. Esta Ley no provee una definición clara sobre qué constituye violencia psicológica o económica. De la violencia emocional no se dice nada”, explica Rodrigo Montero, asesor de la agencia alemana de cooperación internacional para el desarrollo (GIZ) en el Ministerio de Asuntos de las Mujeres de Camboya. “Además, la violación dentro del matrimonio no está contemplada en el marco legal”.

El sistema judicial apenas funciona en Camboya y, por ello, la mayoría de casos de violencia de género no son denunciados. “Si una mujer reporta violencia de género a una autoridad local o líder comunitario lo más probable es que comience un proceso de mediación sin garantías jurídicas y en el que el maltratador y la víctima se sienten cara a cara y la mujer vuelva a ser humillada y revictimizada”, explica Montero.

Algunas mujeres desisten de denunciar los abusos por temor a que no las crean, lo que sería inútil para obtener justicia y podría empeorar su situación al enfrentarse a la deshonra, la pérdida de reputación en sus comunidades y posibles represalias. En caso de violación sólo un hospital público de cada provincia y unos pocos de la capital pueden emitir certificados forenses admisibles como prueba en los tribunales. Las mujeres que viven en las provincias y presentan lesiones ni siquiera pueden hacer frente a las visitas médicas.

El número de violaciones denunciadas a la policía se ha incrementado en los últimos años. En 2015 hubo 253 casos de violación, mientras que el año anterior 226, según el Ministerio del Interior. Un 5% de los hombres entrevistados en el informe de la ONU confesó haber participado al menos una vez en una violación en grupo. Los proverbios como “los hombres son de oro y las mujeres son de tela”, que dan a entender que una vez dejan de ser vírgenes están usadas y rotas, muestran lo arraigada que está la creencia de que la mujer ocupa un eslabón más bajo en la sociedad.

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Dany  Sum diseña aplicaciones móviles contra la violencia hacia las mujeres.

“Desde el día que nacemos tenemos menos valor que los hombres”, explica Dany Sum, miembro de la Red de Empoderamiento de las Mujeres Jóvenes de Camboya y una de las tres mujeres que ha recibido apoyo de The Asia Foundation para buscar soluciones móviles como parte de los esfuerzos para combatir la violencia contra las mujeres.

Las aplicaciones móviles ofrecen información legal, apoyo, denuncia anónima y ​​alertas de red personalizadas. Las creadoras han sido tres activistas camboyanas con diferentes trayectorias inspiradas por la rápida adopción de la tecnología en el país, donde el 94% de la población ahora posee un teléfono móvil y el 39% un teléfono inteligente, según una investigación de Asia Foundation.

“Con las aplicaciones ayudamos a la víctimas y proveemos educación para que todos podamos entender y prevenir la violencia doméstica”, explica Dany. Su aplicación se llama Krousar Koumrou (modelo de familia en idioma jemer) y consiste en cinco vídeos cortos de animación que explican las causas, factores de riesgo y las organizaciones con las que pueden ponerse en contacto las víctimas.

Otra de las mujeres, Sreytouch, que trabaja como oficial de programas en la Asociación Solidaria de Promotores de Cerveza, ha creado la aplicación ‘7 plus‘, que ofrece algunos juegos y explicaciones sobre derechos humanos y sobre la ley de violencia doméstica. Por su parte, Bunn Rachana, otra activista que trabaja en la organización Acción Camboya, ha diseñado la aplicación ‘Safe agent 008‘ con el objetivo de mejorar la seguridad en los lugares públicos con un mensaje preestablecido y la ubicación GPS para poder ponerse en contacto con amigos y familiares o informar de forma anónima en caso de acoso.

Las soluciones tecnológicas por sí solas no van a resolver el problema y a día de hoy el uso de los teléfonos móvil es más común en los hombres (55,7%) que en las mujeres (46,9%), según el mismo informe. Sin embargo, parece ser un primer paso para acceder a la juventud con el objetivo de hacer que las ciudades y los hogares sean más seguros para las mujeres.

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