Son las pequeñas cosas

Son las pequeñas cosas

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13/03/2016

Tania Ramonde

Los veinte minutos alisándote el pelo. La media hora depilándote. Los diez minutos de maquillaje.

Al principio te apetecía, pero hacerlo a diario lo ha convertido en una tarea tediosa. Como poner la lavadora. Como fregar la vitrocerámica. Como preparar la cena. Una rutina obligada que repites con creciente ansiedad.

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Llevaste maquillaste a la acampada. Te planchaste el pelo para ir a la playa. Quizás cada una de esas veces pese cada día un poco más. ¿Lo hiciste porque quisiste o porque no tuviste valor para no hacerlo?

Un día te imaginas saliendo de casa con tu pelo natural, vistiendo ropa despreocupada y con la piel al aire. Sientes una pequeña victoria en tu interior. Te ves orgullosa de ser quien eres, te sientes ligera, estás relajada. Parpadeas y al volver a pensarlo sientes un nudo en el estómago. Decides, por el momento, no pintarte los ojos.

Son las pequeñas cosas.

Hay un vecino que siempre te llama “guapa” cuando pasas. Tu jefe te ha dicho que le encanta verte en minifalda. Si pasas por la plaza de la izquierda, te gritarán obscenidades. Es mejor que cambies tu ruta. Ellos no van a cambiar.

Te llaman exagerada cuando lo cuentas, así que dejas de hacerlo. O puede que te hayas sentido intimidada. Quizás nunca lo has contado. Puede que hasta hayas vivido con fingida normalidad tu experiencia. Pero poco a poco te vas dando cuenta:

Son, sin duda, las pequeñas cosas.

Las preguntas sobre TU proyecto que le hicieron a quien te acompaña. El dependiente que le explicó a tu amigo el funcionamiento de la tele. La cerveza que pediste y que le sirvieron a él.

Las primeras veces, ni le diste importancia. Eran personas individuales. Luego viste la tendencia. Pero el problema no eres tú. Son ellos. Tú solo eres la que no sabe arreglarlo.

Empiezas a alzar la voz en las reuniones. Tomas tú la iniciativa. Contestas a correos que, aunque no van dirigidos a ti, forman parte de tu responsabilidad en la empresa. Poco tiempo después, tus compañeros te llaman mandona por primera vez.

Son las pequeñas cosas.

Levantarte del sofá para preparar la cena. Fregar los platos en silencio. Acostarte cuarenta minutos más tarde que tu pareja porque tienes que recoger la mesa, preparar tu ropa (y quizás también la suya) para mañana, desmaquillarte y echarte una crema antiarrugas, un contorno de ojos y crema en las manos.

Meterte en cama agotada. Sin haber tenido tiempo para leer, hacer ejercicio, escribir. Sin cuidarte como te gusta.

A veces crees que todo el mundo pasa por lo mismo: hombres y mujeres demasiado ocupados para vivir, para hablar, para sentir. Tus amigas te dicen que es lo normal, pero a ti no te lo parece.

Tú ya sabes que son las pequeñas cosas.

Te duermes decidida a hacerlas cada vez más pequeñas. No todas a la vez, no: una a una. Mañana no te pondrás rímel. Mañana le responderás a tu vecino. Mañana dirás en alto que la cerveza era para ti. Mañana no prepararás la cena, no fregarás los platos, no te pondrás la crema de noche.

Mañana las pequeñas cosas serán tu campo de batalla.

Mañana, ganarás.

Y contigo, ganaremos todas.

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