Andrea Garcés Galarreta

Hoy no sé cómo decirte, a 35 minutos de un dos de febrero, cómo me siento, me vacío en los adentros, llena que no repleta, de tus sonrisas de metro ochenta, de tus cielos color verde, hoy algo tormentosos para deleite de alguna que no soy yo. Hoy tal vez, la lluvia que es grillete, tus rayos que me ahogan, mañana tornará en mar calmado, en reguero de prosa, en sueño, morbo y vicio añil.

Una camisa a cuadros, un par de guiños a lo eternamente joven, a un escritor de poca monta, quien sabe si el anhelo de ser uno, conmigo, de necesidad copulativa, obsesión existencial de morderme por fruto prohibido; 18 son mis espinas y decimoctava mi piel tersa, el morbo de la inexperiencia, ataviada hoy con el escote más bonito, más largo que el día y tan cortito por la noche, tan pequeño que inexistente, mano en el corazón cantando milicianas a mi libertad de elección: hoy mis senos ven luz.

Libertad, como manzana prohibida, juventud divino tesoro, la lucha diaria por conquistar mi autonomía, por escabullirme de sus jaulas, de sus 90-60-90, de sus masculinas etiquetas, estereotipos banales y la imposición de ser madre, de dar vida, a costa de anclar la mía: a una fregona, al paternalismo de una mirada patriarcal… Hoy soy hija de la Safo más rebelde y contestataria de Lesbos, nieta de Olympe de Gouges o valentía de mujer kurda.

Gloria y honor a todas nuestras amigas, vecinas, madres, hermanas, y demás compañeras de lucha. Sororidad camaradas, porque la esencia de la griega Hypathia y su sonrisa lapidada, nunca decaigan.