69 Versos con las piernas cruzadas

69 Versos con las piernas cruzadas

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20/02/2016

 

Rebeca del Casal

 

No quiero ser

fémina–venado, me niego

suscribete al periodismo feminista

a enfocar la cuestión desde el punto de vista de la presa.

Tampoco mujer–ostra

a la que pedir permiso,

con pudorosos bombones y florales ofrendas. Muchos

—pase usted delante, señorita.

La traigo, la llevo y la voy a buscar

y, por supuesto, la invito.

 

Taxista–monedero, abridor

sistemático de puertas,

a la espera de que el molusco condescienda

a ceder su perlita;

y entreabra las valvas, oferente,

toda ella

entrega y triunfo…

(ajeno).

 

He de añadir

que el papel de hembra–depredadora

tampoco me atrae, pura

tensión magnética,

toda enroscadas curvas y tacones;

afilados los dientes,

arrodillada se relame. Devota mantis.

 

¡No! jamás seré trofeo

ni taxidermista.

 

Prefiero, si acaso, callar,

medir nuestros resortes ante

una taza de té; hablando, si acaso, del tiempo,

de alguna noticia del telediario

y de las últimas cien páginas

de uno de los Trópicos.

 

Toda conversación

será segundo plano de ríos subterráneos.

 

Prefiero

el silencio y la cascada.

O un animal en celo

(basta con que lo sea cualquiera de los dos).

Disfrutar

de la caza como de un caleidoscopio,

ser ojo, bala y desgarro; amasijo

de puntos de vista

a ambos lados de la escopeta.

 

Nunca otorgar la satisfacción de la conquista (tan

berlusconiana, ella, tan

implacentera).

No permitir

que me claven banderas en las nalgas

(por el mero hecho de mostrarlas).

 

Pero a veces se adivina al hombre–hombre,

que sabe que no hay mayor placer que gozar

mientras su compañera de cama

se retuerce de gusto. Que no se siente

alimaña ni niño,

jugando a ser Napoleón en las pastelerías.

 

Pero a veces

se adivina al animal y merece la pena

(aunque sea un rato)

activar el resorte que cruza las piernas,

afila los oídos

y enciende los ojos.

 

Mientras se habla de política

o del circo, disfrutando

de los torrentes subterráneos y el deshielo

de una taza de té.

—Te dejo que me invites

con una condición,

la próxima vez

invito yo.

Del poemario inédito Los hombres de mi vida

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