¿Qué significa ser madre?

¿Qué significa ser madre?

Nota: Este artículo se enmarca en la sección de libre publicación de Pikara, cuyo objetivo, como su nombre indica, es promover la participación de las lectoras y lectores. El colectivo editor de Pikara Magazine no se hace responsable ni del contenido ni de la forma de los artículos publicados en esta sección, que no son editados. Puedes mandar el tuyo a participa@pikaramagazine.com. Rogamos claridad, concisión y buena ortografía.

03/06/2015

Diana Eguía

¿Qué significa ser madre en un mundo donde los cuidados parecen no existir? Y, ¿qué significa ser madre cuando la maternidad se asocia a una pérdida fundamental de la personalidad anterior? Seas quien fueras antes, ahora eres “mamá”. Este es el mensaje que con más o menos matices prevalece en el imaginario, lo que provoca que, por un lado, algunas mujeres atrasen su deseo reproductivo por miedo al supuesto cambio drástico de estilo de vida y, por otro lado, que algunas madres sientan que deben vivir una maternidad acomplejada, en la que se renuncia a la vida anterior. La maternidad aún no ha salido a la vida pública como una práctica social y política de importancia, por lo que se espera que lxs cuidadorxs se mantenga en la esfera oculta de lo doméstico, un mecanismo muy eficaz para desempoderarnos.

Ser madre te encasilla en un rol social generalmente sentido como conservador, a pesar de que tener hijos puede ser llevado como un desafío al capitalismo. Convertirse en cuidadora te vuelve improductiva para la lógica neoliberal, poco apetecible para el mercado de trabajo, nada apetecible para el mercado social. Pese a la enorme contribución humana que criar niños significa, la madre hoy es una especie de malformación social, un ser que se desea apolítico y asexual, no del todo productivo y ajeno a los valores de consumo que los grandes medios inoculan. Entonces, ¿cuál es la imagen de la madre? No existen representaciones benignas del cuidado del otro. En cambio es muy habitual ver escenas de mujeres aparentando ser torturadas en el parto, bebés que vomitan encima de la blusa cara o pañales donde en lugar de un infante parece haber defecado un caballo. También son muy comunes las imágenes de la madre mefistofélica que enseña la infelicidad o hace cuanto puede por inculcarla (todas las madres Disney son brujas, excepto la de Tarzán, la madre gorila bondadosa).

suscribete al periodismo feminista

Cuidar del otro obviamente no es tan simple, ni tan complicado. Pero la experiencia real la tendrás que dejar escondida en el felpudo antes de salir de casa, porque en el espacio público no está bien visto traer las cosas del privado. ¿Será esto lo que se quiere decir con aquello de “los trapos sucios se lavan en casa”?

Recordarle a la gente que todos fuimos niños y que todos seremos mayores, que la vida es vulnerable, y que cuidar y ser cuidado es mucho más real que los post del Facebook generará incomodidad. Carpe diem. Sigamos comprando experiencias al margen del sostenimiento diario de la vida. En las fotos, nos retrataremos bebiendo gin tonics, viajando por África, superando nuestra marca personal o brindando con amigos. Raro es que alguien comparta orgulloso el haber fregado el suelo, doblado la ropa o colocado la compra por más que estas actividades sean necesarias para todo lo demás, por más que estas actividades sean la base que permite llevar a cabo todo lo demás.

Cuando una se pregunta qué espera la sociedad de una mujer con hijos que no será del todo productiva ni del todo consumidora, la respuesta es nada. A la madre se le pide que no se entrometa en las instituciones básicas que van a marcar la vida de sus hijos y el curso de su maternidad. Madres obedientes al obstetra, al ginecólogo, al pediatra, al farmacéutico, al profesor… Madres que nunca hablan de su maternidad en el trabajo si lo tienen o madres que solo socializan con otras madres si cuidan en casa. Madres todopoderosas a la vista de sus hijos pequeños, pero madres impotentes en cuanto a la toma de decisiones políticas y sociales se refiere, algo que pronto notarán sus propios niños, naturalizándolo.

Cada año, en mayo llega el día de la madre y el salón se inunda de flores y bombones, se recuerda a la abuela que nos daba de comer a todos y de la que nunca supimos sus pasiones, pero no se abren los debates sobre las bajas por puerperio o enfermedad de niños pequeños, nadie dirá nada de la crianza solitaria en apartamentos unifamiliares en mitad de urbes superpobladas, nadie levantará la voz para hablar de los cuidados en foros públicos. Se dirá que las madres cuentan con el cariño y el respeto de toda la sociedad, un respeto que no se reconoce económica ni políticamente, un respeto que inmoviliza. Los bombones y las flores quedarán en casa.

Las madres estamos tan invisibilizadas que ni siquiera existe en el imaginario diferentes tipos de maternidad. Se da por hecho que todas somos mujeres, casadas, heterosexuales, blancas, clase media y abnegadas; los niños, ídem. En el momento de quedar embarazada, no serás solo la madre de tu hijo, recibirás una especie de letra escarlata social que por arte de magia substituirá tu identidad anterior por la de un molusco social llamado “madre”, que en la práctica social simplemente no existirá. Y mientras los cuidados sigan siendo invisibilizados, muchos cuidadorxs seguirán llevando su tarea de forma casi acomplejada y a veces marginal, a pesar de que su trabajo sea fundamental para la reproducción y el sostenimiento de la vida que hace posible todo lo demás.

Download PDF
master violencia de género universidad de valencia

Artículos relacionados

Últimas publicaciones

ayuda a Gaza
Download PDF

Título

Ir a Arriba