No compres, adopta

No compres, adopta

Soy madre primeriza de una bolita de pelo negra. Estoy monógamamente enamorada de ella, Anais, así que os cuento los fascinantes descubrimientos que una puede llegar a hacer gracias a la maternidad perruna.

Imagen: Núria Frago

Ilustración: Núria Frago

“¡Se sienten, coño!” A dónde vas, manzanas traigo, una cosa lleva a la otra, por debajo de la puerta te mando un ladrillo, y de golpe y porrazo, sin nueve meses de preparación ni cursillos intensivos, aunque he hecho mis pinitos con Otto y Lola, soy madre primeriza de una bolita de pelo negra. No sé explicar muy bien cómo, ya que el proceso tuvo lugar como quien no quiere la cosa. Mi vida ha pasado a girar alrededor de este pequeño gran ser que mea y caga en mi moqueta a demanda y muerde todo, absolutamente todo lo que pilla. En este preciso instante acaba de meterme el colmillo en el agujero del expiercing que tenía en la nariz y sangro un poquito. Eso me pasa por madre intrusiva pesada que todo el rato pide besos. Si sé que todavía no controla los lamidos y mordiscos, utilizándolos indistintamente uno detrás de otro como si fueran lo mismo, no sé qué esperaba que pasara al meterle la cabeza en la boca cual domadora de león de circo putrefacto y asqueroso. Putrefacto y asqueroso el circo, se entiende. “¡Se sienten, coño!” Se llamaba Rita cuando la adopté, pero yo que soy una rata inmunda, le he cambiado el nombre. Ahora su nombre de pila es Anais. Y su nombre completo: Anais Rita Simone. Nació el 23F. Su madre, Annie, fue abandonada embarazada y la encontraron en la calle, con más parásitos que el Parlamento estatal. Debe tener un miedo tremebundo a la gente. No le faltan razones. Afortunadamente la llevaron a las instalaciones de la protectora APA.S.O.S Bilbao, y dio a luz a un puñado de cachorritxs potxolérrimos. Siendo el único deporte que practico con asiduidad el de surfear por la red, al ver las adorables fotos de la camada, no pude, ni quise resistirme, les contacté, y me traje a la pequeñuela a casa cuando ya estaba destetada. Me hubiera gustado hacerme con todxs, pero mi economía, mi limitado hogar y mi sentido común no me lo permitieron. Aunque es cierto que me gustaría adoptar a una de sus hermanitas. Veremos como progresa la cosa. Ser madre perruna es fascinante. No cabe duda, que lo primero que he de gritar a los diez mil vientos, es el eslogan NO COMPRES, ADOPTA. Lógicamente soy consciente de que yo no soy absolutamente nadie para decirte lo que debes hacer, pero precisamente por eso, te lo recuerdo. Si yo, sin ser jodidamente nadie, con un cociente intelectual normal, entiendo que los criaderos de animales no hacen más que fomentar el consumo de mascotas como si fueran zapatos que te gustan en un primer momento y después pasan de moda amontonados en tu armario, seguro que a ti, eruditx de todo un poco, te parece de cajón de madera de pino. ¿No? Así que huelga decir que adoptando animalejos, ganáis ambxs: tú tienes amor a raudales 24/7 por un módico precio (130 euros con vacunas y esterilización) y ellxs, lxs animales que ya existen y están plantados en el planeta Tierra a la espera de tus mimos, consiguen ese merecido hogar para toda la vida que a nadie le debería faltar. Yo no entiendo mucho de cómo va la cosa, y supongo que en realidad los animales estarían mejor a su bola en bosques, corriendo a sus anchas y comiendo carne cruda en vez de pienso acartonado. Pero como esa opción no creo que sea válida entre tanta superautopista y gigantes de hormigón, pues se me ocurre que la opción menos mala para un animal domesticado, entre vivir entre rejas o conmigo, es vivir conmigo. No por nada, simplemente porque soy maja y le voy a querer con todas mis fuerzas. Soy muy moñas. Qué le voy a hacer. Pero vale ya. Dejo de dar cátedra y os cuento los fascinantes descubrimientos que una puede llegar a hacer gracias a la maternidad perruna. No me preguntéis por qué, pero estoy monógamamente enamorada de Anais. La veo y me parece la más guapa, la más salada, la más divertida. Por supuesto, como buena madre que se precie, opino que su mierda siempre tiene las formas más originales y el mejor olor:


¡Me vas a comparar! A mí me dijeron que era una perra, pero a menudo, no sabría distinguirla de una corderita negra. Además tiene ojitos de burrita adorable, que te miran y te meas de emoción al ver esas pestañitas negras salirle de la cara. ¡Qué bien hecha está mi perra, joder! Cuando adoptas un animal y tienes como objetivo domesticarlo para que tenga una vida similar a la tuya y os hagáis compañía mutua intentando que ambas partes salgan lo mejor paradas posibles, te asaltan miles de dudas. Pienso que lo voy a hacer fatal, se va a morir de muerte súbita mientras corre, le va a pillar un coche cuando al soltarla para mear sale saltando detrás de algún pajarillo, o mi mayor miedo secreto: que beberá detergente en un descuido mío. Bueno, estas comeduras de cabeza me pasan a mí. No voy a universalizar. Me consta que hay gente normal por el mundo que vive tranquila. Obviamente no soy la tía más segura de mí misma, así que agradecería apoyos… ¿alguien más tiene dudas de este tipo? ¿Soy la única mala madre de la galaxia? Quiero suponer que no. Así que corramos un estúpido velo. Anais tiene tres meses, una semana y algunos días, y después de exhaustivas investigaciones y complejos experimentos, sospecho que aún no conoce su nombre. Yo hago trucos de lo más variopintos para que responda como Anais segunda, pero ni premios, ni arrumacos, ni silbiditos, hacen que se entere de qué va la fiesta. When in Rome, do as the Romans do. Y es que al convivir con Otto y Lola, dos perrxs de diez años, la cachorrita bebe los vientos por que la muerdan jugando, le quiten las legañas a lametazos o le olisqueen el culo un ratillo. El proceso es lento, y aún no acaba de pasar con normalidad. Lxs perrxs mayores pasan de lxs pequeñxs en moto. Pero vamos, que Anais sólo viene cuando vienen los demás. Lo cual me hace tener teorías infundadas, sobre que quizás esta perrita piense que su nombre es Ottolola. Todojunto. Ah. Antes he mentido. Además de surfear por la red, ahora me pego unas caminatas de impresión por los parques de alrededor de casa. Tengo un morenocamionerx con marcas, que es la envidia de mis amigas. Por cierto, desde aquí mando un saludo a lxs camionerxs. Así en general. Sigamos. Según me despierto, bajo en medio camisón y con buen aliento a dar la perrivuelta a la manzana para pises y kakas urgentes. Digo con buen aliento, porque por mucho que vaya hecha un cuadro, yo de joven leía la Superpoo, y allí me enseñaron a que si quería tener un look impecable y a mi novio contento, antes de que se despertara el buen hombre, debía entrar en el baño a hurtadillas, lavarme los dientes, echarme rimmel, quitarme los rulos y lavarme los sobacos. Posteriormente aprendí a tumbarme en la cama como si nada y hacerme la dormida. Para que al despertar de nuevo, el maromo de turno, al ver mi belleza natural madrugadora, se enamorara de mi perdidamente y me quisiera para siempre. Lo cuento con todo burlón, pero lo tengo retorcidamente inculcado a fuego en la cabeza. Así que desde tiempos remotos, cada vez que me despierto a mear, aunque sean las tres de la mañana, y aunque esté durmiendo sola, me lavo los dientes. Sé que es muy heavy y totalmente loco. Pero no me rindo. No puedo estar sola también en esto: ¿¿¿Hay alguna otra paranoica de la Superpop en la sala??? Lo mismo al terminar de escribir esto, hago un grupo en Facebook a ver quién se apunta. Luego lo pienso. Ah. Y una cosa os digo. Paradojas de la vida, a lxs perrxs les gusta más lamerte cuando hueles a pocilga que cuando hueles a dentífrico. Esto es así. Ensayo, error. Total, que al volver de la perrivuelta, subo con la manada, me adecento un poco, y nos acercamos al gran parque que tengo cerquita de casa. Allí soy la envidia de las madres. No son conjeturas mías. Me lo aseguran previo juramento. Todo el mundo me dice lo preciosa y encantadora que se ve la perrita caminando bajo mis faldas y el gusto que da verla. No es porque sea mi cachorrita, pero la tía anda con estilo. Luego, también come mierda con estilo, y se zamblle en barro con estilo, tiene pus verde en el ojo con estilo y la veterinaria me dice que tiene conjuntivitis con estilo. Pero ese es otro cantar. Supongo que para marcar tendencia hay que nacer el 23F. Una cosa me tiene anonadada y levemente enfurecida: cada vez que me encuentro con gente, la primera pregunta que se me hace sobre la perra es: “¿Qué raza es?”. Al principio respondía con la retaila usual normativa de rigor: “Su madre es una pastora leonesa, pero del padre no sabemos nada porque nació en la perrera”. Pero después de mes y pico conmigo, ahora ya me empiezo a enervar un poco. ¿Qué tipo de pregunta es esa? ¿Qué leches importará? La respuesta por antonomasia a una pregunta tan boba, sólo puede ser “es un perro”. La gente insiste: “Sí, ¿pero qué razas es?”. “Es un perro”-digo sonriente. Y como soy tan maja, gorda y mona, la gente pensará que no puedo estar retándoles y me clasificarán como una personajucha incapaz de distinguir entre la clasificación raza y especie. Pues vale. Me gusta. Te lo compro. La siguiente asunción que todo el mundo hace al verla es que es “un perro”. Hablan de ella es masculino y hasta que no la llamo por su nombre, Anais, no se plantean que pueda ser perra o directamente queer. Por muy estética femme que gaste, no soy yo promotora cum laude del binarismo de género. Sea como fuere, por algún motivo, la presunción de masculinidad también como norma animal, me intriga. Y me intriga con un poco de tirantez. ¿Soy tocapelotas? ¿Estoy a la defensiva? No te digo yo que no. Pero a ver, no sé, si nos ponemos picajosxs con eso de que o falda o pantalón… ¿Me concedes el 50/50 por lo menos? ¿O tampoco? Los animales son perros y gatos con O hasta que se demuestre lo contrario. Regla inamovible. Ay, no sé. No me gusta. Así que ahora yo hablo en femenino a todxs lxs animlejxs que me encuentro. Por compensar. La gente en seguida te corrige: es perro. Y me señalan a su pene. No voy a entrar a explicar las limitaciones de relacionar pene con masculino, porque ¡ay, alma de cántaro si yo te contara! Qué simpleza y con qué tranquilidad viven tantas y tantas personas. Cambio de tercio radicalmente. La comida. ¿Qué me decís de la comida? ¿Comer ese pienso acartonado es bueno de verdad? ¿En serio? ¿Más que el apetecible pavo? ¿Más que el salivatoriamente chorreante pollo? Mientras escribo yo creo que Anais se entera y me mira fijamente. “Estás hablando de comida”- me reprocha, clavando su mirada pestañística en mi mirada azul. Bueno, yo no sé si lo del pienso es algún tipo de invento para que te dejes un pastizal en marcas o historias, pero si los animales carnívoros de toda la vida cazan… ¿Pienso? ¿En serio? ¿Alguien sabe algo al respecto? Yo sigo las normas porque quiero que Anais viva una vida larga y feliz a mi lado. Y le doy pienso de bebés. Cuando no sea bebé le daré de adultx. Y si dicen que la marca X  es mejor que la Y, también me apunto. Lo de no tener ni puñetera idea de muchos temas te limita a la hora de actuar. ¿Y la frase esa de: “Al tenerla desde cachorra podrás educarla bien”? ¿Qué quiere decir? Quitando el tema morder, que no es plato de buen gusto… ¿Qué otra cosa puedo enseñarle yo a mi cachorrita? Me he inventado una filigrana para que se siente antes de que le dé la comida. Y me gustaría aprender a dejarla solita en casa como una perra hecha, derecha e independiente por si hubiera emergencias de diferente índole y tuviera que dejarla en algunas situaciones insalvables. Pero… en realidad… ¿para qué he adoptado una perra? ¡Para estar con ella, pasear con ella, jugar con ella y cuidar de ella! ¿Me mea en la moqueta? Lógico. Hasta que aprenda a controlar su esfínter, es lo que toca. Pongo empapadores, pongo periódicos, y limpio lo sucio. ¿Broncas? ¿Por qué? Sería como gritarle a un bebé por cagarse en el pañal. ¡¡Maldito bebé de mierda…ponte las pilas que ya tienes dos meses!! ¿¡Qué te piensas que es la vida!?” ¿Hola? Por supuesto, me mordisquea las patas de las sillas y los zapatos. Le digo “No”, como hace la gente lista de la tele, y a ratos lo entiende, pero a ratos no. ¿Qué hago? ¿¡¡Grito!!? ¿¡Por qué!? El otro día mi amiga Izaskun (que está embarazada con los tobillos flojos y se hizo un esguince: un abrazo gigantesco desde aquí, ¡hermosa!) me dijo que pretender tener una casa como si no hubiera animales con animales, es cuanto menos frustrante. Aplicable también para todo tipo de criaturas que aún no tienen interiorizado que el plan central casero es ver la televisión. Así que he decidido quitar todas las alfombras y objetos potencialmente polémicos. Y ahora, mi churrigueresco hogar rococó lleno de cositas, es un lugar animal-friendly. ¿Por qué castigar a mi cachorrita cada vez que muerde algo que no debería haber mordido? Tiene dientes de leche y un tejemaneje en las mandíbulas de aúpa…¡¿ Y además yo le grito?! “¡Se sienten, coño!” No lo veo. Seguro que hay diferentes corrientes de maternidad perruna, pero yo por ahora me decanto por esta. La de los premios y el amor. Llámame loca. Acepto sugerencias, críticas y comentarios. En fin. Otro día compartiré con vosotrxs el fascinante mundo de las correas y los arneses, y no precisamente para sesiones BDSM. Sé que hablar de Anais no es un tema candente de actualidad transfeminista. Pero digo yo que a estas alturas habréis llegado a la conclusión de que más o menos, en mi columna de ladrillos sin párrafos, escribo lo que me sale del Toto. ¡Por cierto! El otro día flipé en la playa cuando descubrí que lxs perrxs parece que saben nadar “de serie”. ¡¡Mi perrita nada!! Bueno. Esto es todo. Un fuerte aplauso para todas las personas que adoptan, se preocupan y cuidan animales. Y mi más profundo respeto a quienes ni se visten con ellxs, ni se los comen.

PD: Por cierto, si por algún casual, alguien quiere imaginarme contando esto que escribo de manera oral, últimamente bastante gente me dice que Ada Colau y yo nos parecemos mucho en la forma de hablar y gesticular. El tono de voz debe ser igual. La única diferencia es que ella cuenta cosas oficialmente serias. Físicamente también nos tenemos un aire. Qué honor, joder, qué honor.

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