Yes, we laugh!

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14/04/2015

Blanca Llopis-Casagemas y Flor Martínez 

ywf

El pasado sábado 11 de abril se presentó en el Museo Centro de Arte Reina Sofía el esperadísimo documental de Antonio Centeno y Raúl de la Morena ‘Yes, we fuck’. Y allí estábamos todas, diversas y normativas funcionales, sentadas en nuestras butacas vestidas de ilusión por ver cómo se iban destapando en pantalla los tabúes sobre la sexualidad de las personas con diversidad funcional. Es un trabajo maravilloso, muy recomendable y que (atreviéndonos a generalizar) a todxs nos encantó, mojó y dejó con ganas de más. Pero mientras disfrutábamos del documental, por desgracia y llamadnos “exageradas” (bendita palabra para la reducción y ridiculización del discurso ajeno), en el lado de las butacas una decepción se colaba disimuladamente por nuestros oídos al escuchar las risas del público.

Risas. Independientemente de que quien estaba en pantalla intentase ser graciosx o no. Había risas. Otra vez. Las mismas risas normativas de cuando aparece alguien “diferente” en un contexto en el que todxs somos muy homogénexs y estamos muy tranquilitxs y cómodxs en nuestra zona de confort.

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Las mismas risas de cuando habla una persona con acento andaluz en un aula madrileña. Las mismas risas de cuando habla una marica con pluma. Las mismas risas de cuando las marimachos. Quizá es más fácil verlo así, en un ejemplo con el que empezamos a estar más sensibilizadas: ¿Por qué la pluma te tiene que hacer gracia? La pluma no es graciosa cuando esa gracia no es elegida ni buscada. La pluma no es graciosa cuando es la “condición de bufón” la que prima siempre sobre la identidad de una persona homosexual. Ser una persona con diversidad funcional y tener gracia es una cuestión individual, del carácter de cada unx. Ser una persona con diversidad funcional y que eso, automáticamente y sin reflexión mediante, haga gracia es discriminación. Reírse es una forma de condenar socialmente a una persona, identidad o conducta de manera sutil. La broma, la risa, se utilizan para marcar distancias entre tú y el otrx, levantar una barrera desde la jerarquización y deslegitimándole, pero añadiendo una connotación “positiva” (porque el humor siempre es guay, ¿no, Charlie Hebdo?) para que no se te juzgue por haber juzgado.

La risa es una herramienta para la comunicación social y hemos de aprender a utilizarla de forma coherente con nuestros posicionamientos políticos. Decía nuestra compa Sara Sánchez hace poquito en un grupo de trabajo que ella, ante los constantes comentarios homófobos de personas cercanas, recurría a hacer bromas del tipo “¡Hala, ya ha llegado el comentario homófobo de las cinco menos cuarto!”, de manera que pudiera interpelar de una forma poco agresiva el discurso discriminador de la otra persona. Hemos de concebir el humor como una estrategia y hacer uso de ella de manera útil y coherente. La risa es un arma muy potente. Y de nosotrxs depende que la utilicemos para agredir (aunque sea inconscientemente) o en legítima defensa.

La risa no puede ser el único puente que construyamos para comunicarnos con un otrx desconocidx que nos genera incomodidad. No podemos lanzar al otrx la responsabilidad sobre un sentimiento negativo que está en nosotrxs. Porque ellxs ya llevan toda una vida aceptándose, queriéndose y procurando ser reconocidxs como iguales y diversxs mientras la mayor parte de la sociedad les sigue leyendo como los “especiales”. No queremos que la risa sea la vía fácil que tenga la gente de relacionarse en lugar de esforzarse por empatizar, conocerse y aceptarnos.

Es crucial que hagamos un examen sobre cómo estamos leyendo a esos cuerpos socialmente abyectos que se han enfrentado a una cámara reclamando una legítima resignificación de sus prácticas. Es necesario que nos “tomemos en serio” un discurso diferente al hegemónico y de asumir con humildad que ‘Yes, we fuck!’ nos ha curado algunos prejuicios que no sabíamos que teníamos. En palabras de Marta Allué (2012) en el artículo ‘Inválidos, feos y freaks’: “… Hay que aprender a mirar cuando lo que tenemos ante nuestros ojos nos atrae o nos fascina. Casi nadie se resiste, pero el embelesamiento es eludible, mientras que suprimir la rareza no resulta fácil y, a veces, es imposible. La mirada en sí no es discriminatoria, pero es un indicio favorecedor de la desigualdad. Educar la mirada es, por tanto, un primer paso para integrar la diferencia. Una vez eliminada la fascinación, la puerta al diálogo debería abrirse para que la interacción comience a fluir. Para ello será necesario liberar los miedos y actuar olvidando la excepcionalidad del otro.” Es hora de reapropiarnos de nuestras miradas, de nuestro humor y de reeducarnos para que la próxima vez que nos riamos, lo hagamxs todxs sin excepción porque sea una broma consciente y compartida.

Igual que deconstruimos la sexualidad y la reconstruimos fuera de la normatividad, ¿no deberíamos hacer esa misma deconstrucción con otras acciones cotidianas como la risa? Venga, pruébalo, prueba a no reírte y ponerte en el lugar de alguna de esas personas con diversidad funcional que está viniendo a la presentación del documental para mostrarse, desnudarse y romper tus estereotipos, y que paradójicamente se encuentra, en un espacio de empoderamiento, con las mismas risas que aparecen cada vez que hablan en contextos mainstream no sensibilizados.

¡Otras formas de reír son posibles!

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