¿De dónde salen las doulas?

¿De dónde salen las doulas?

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17/02/2015

María Juárez. Psicóloga especialista en Salud y Género. Doula.

El ataque que en este momento estamos viviendo las doulas en España pone en evidencia el estado de la cuestión en torno a la libre autonomía y gestión de los procesos de salud de las mujeres, en concreto de los procesos que tienen que ver con nuestra salud sexual y reproductiva.

Las doulas no somos las fundadoras de una secta caníbal habitantes de un planeta lejano que hemos llegado a la tierra a saciar nuestra hambre de placenta. Las doulas como figura profesional tenemos nuestro origen en la misma sociedad que ahora nos ataca. Nos ataca precisamente por las mismas razones que justifican nuestro aparecer en escena: El control que el patriarcado ejerce sobre los cuerpos de las mujeres y la capacidad de las mujeres para tejer relaciones que nos permitan vivir más allá de ese control.

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Bien es sabido en los circuitos feministas y no creo que sea necesario que profundice ahora en la historia de la obstetricia, que la salud sexual y reproductiva de las mujeres es un ámbito históricamente femenino. Es de sobra conocido que antes de que el conocimiento se recluyese en las universidades, el saber acerca de anticoncepción, aborto, embarazo y parto era un saber acumulado por las mujeres. Cuando se regularon los estudios de obstetricia, este saber genuino nacido de la experiencia y del propio cuerpo fue usurpado por los varones, que en el nombre de una ciencia impregnada hasta la médula de ideología patriarcal, ofrecía su visión parcial y patológica sobre un proceso de salud que pretendían controlar. A partir de ese momento, muy resumidamente, la visión del cuerpo femenino como un cuerpo con capacidad de engendrar y parir si ese es su deseo se sustituyo por un cuerpo defectuoso y débil a pesar del cual y gracias al personal sanitario, las criaturas ven la luz del mundo. Y esta es una gran diferencia. Una gran diferencia con un impacto real en las vidas cotidianas de las mujeres embarazadas y de las parturientas con consecuencias graves y profundas en su salud mental, física, emocional así como su vivencia íntima de la maternidad.

La capacidad de engendrar cuerpos y parirlos, escueza a quien le escueza, es capacidad única y exclusiva de las mujeres. Es bastante probable que haya a quien este hecho no le deje descansar y en su inconsciente este origen femenino de la humanidad le produzca urticaria y puede ser que esta molestia solo se vea parcialmente mitigada con la usurpación simbólica y en algunos dolorosos casos, prácticamente real del proceso naturalmente femenino por el que contamos con un cuerpo. De este modo, es bastante habitual que cuando una mujer gestante entra en el circuito médico se inicie una progresiva desvinculación del proceso que la mujer encarna de la propia mujer que lo hace posible, para poco a poco ir vinculando ese proceso de generar cuerpo con lxs profesionales de la salud que lo controlan. Es en estos casos cuando las mujeres embarazadas son reducidas a un mero contenedor.

Los mecanismos a través de los cuales se lleva a cabo son muchos y el abanico incluye desde prácticas violentas como hacerte un tacto vaginal sin pedir consentimiento o sin informar de la finalidad, o más sutiles como pasar una revisión rutinaria sin ser mirada a los ojos ni una sola vez. Después de todas las pruebas y medidas la embarazada contará con una carpeta de papeles conocida como “historia del embarazo” con la que tendrá que acudir el día de su parto al hospital para que el personal que asista el nacimiento, conozca como ha sido la “historia de su embarazo”. El desorden simbólico fruto de la despersonalización es enorme ya que esa historia del embarazo nada tiene que ver con la historia real y encarnada, tejida de esperanzas, miedos, llantos, dudas, etc. que ha vivido y que no ha sido escuchada ni contemplada como relevante en ninguna de esas decenas de visitas rutinarias a las que sin embargo, se la ha sometido.

Las mujeres que viven este proceso sin ser reconocidas como el centro de la experiencia por parte de quien las acompaña, van interiorizando progresivamente un sentimiento de incapacidad que las infantiliza y anula mientras la figura de la o del profesional sanitario se va revistiendo del poder que le confiere el otorgarse la capacidad de engendrar y parir seres. No hace falta decir cómo es la vivencia del parto de una mujer que se siente incapaz y que tiene que afrontar una experiencia física, psíquica y emocionalmente muy intensa y exigente. Es fácil también suponer las consecuencias que para las mujeres a nivel físico, psíquico y emocional durante el postparto tendrá la vivencia de un parto dónde se han experimentado incapaces y atemorizadas.

Este es el contexto en el que las doulas resurgimos, porque doulas como aquellas mujeres que te sostienen y te recuerdan que eres capaz y válida, han existido siempre en realidad. El número de doulas y el número de mujeres que desean ser acompañadas por una de ellas es directamente proporcional al grado de violencia obstétrica y de falta de redes de apoyo a la maternidad de una sociedad. Ni más, ni menos. Visibiliza también la capacidad de las mujeres para dar respuesta y solución allá dónde es necesario.

Las doulas no somos profesionales sanitarias ni atendemos partos. No es nuestra competencia. Es necesario en este momento repetir hasta la saciedad este mantra para amortiguar el impacto de la mentira que se ha difundido en los medios de comunicación. Las doulas acompañamos a las mujeres a nivel emocional. Facilitamos un espacio donde las mujeres pueden ser escuchadas, miradas, abrazadas si así lo desean, las permitimos llorar y gritar una pena o una culpa o reír a carcajadas un triunfo.

Las doulas no sugerimos prácticas ni indicamos a las mujeres el modo en que han de vivir su experiencia. También es necesario dejar claro esto porque si así fuera, dejaríamos de ser doulas. Las doulas acompañan y sostienen el camino libremente elegido por las mujeres, el suyo, sea el que sea, sin juicios y sin consejos posibilitando de este modo la asunción de responsabilidad y la capacidad de decisión de las mujeres.

Las doulas somos mujeres que acompañamos emocionalmente a otras mujeres en el proceso de devenir madres. Ofrecemos acompañamiento exclusivo e individual para transitar por una experiencia intensa en el que el modo de vida actual y la ideología patriarcal que lo atraviesa, nos lo hacen complicado, lleno de exigencias, juicios y expectativas. Las doulas ofrecemos un espacio donde ser, donde poder expresar lo que no pueden gritar en sus casas o en la sala de espera de la consulta ginecológica. Las doulas recordamos a las mujeres que somos capaces de engendrar y parir, que nuestro cuerpo es perfecto para ello, y que nuestra mente y emociones son también capaces de abrazar la experiencia intensa del parto, sabiendo que tenemos la fortuna de contar con un sistema sanitario y unxs profesionales sanitarixs que velan por garantizar nuestra salud.

Pero la maternidad no es solo un fenómeno fisiológico, lo es también psíquico, emocional y social. Creo que la energía que se está colocando en criticar a las doulas podría emplearse en reflexionar sobre las carencias que el sistema posee en la atención en el embarazo y el parto. El tiempo que se dedica en espiar las webs de las doulas podría dedicarse a preguntar a las mujeres que han vivido embarazos y partos, cuál ha sido su experiencia, cómo se han sentido tratadas tanto en las visitas rutinarias, como en las diferentes pruebas o en el parto.

También creo que las horas que se están gastando en encontrar praxis fuera de la legalidad en el modo de hacer de las doulas podrían dedicarse a verificar que las prácticas rutinarias en la atención del embarazo y del parto en el sistema nacional de sanidad se ajustan a las recomendaciones en esta materia de la OMS y denunciar los casos en lo que no es así.

Es necesario hacer una revisión profunda del fenómeno doula más allá de la suspicacia o el miedo, que permita entender los factores que explican su existencia y para lo cual no queda otra camino de nuevo, que dar la palabra a las mujeres.

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