La dolorosa extracción del vello

La dolorosa extracción del vello

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13/01/2015

Izaskun A.

Soy una mujer occidental de 31 años, lo cual quiere decir que me he pasado la mitad de mi vida depilándome las piernas. Sin embargo,hasta la semana pasada, nunca me había dolido tanto.

Tras quince años de crueles epiladys, cremas malolientes y afiladas cuchillas una podría pensar que ya dominaba el tema. Y así era,me había graduado,lo había hecho mío. Lo tenia todo perfectamente esquematizado: pinzas para las cejas,maquinilla para las piernas pero solo hasta la rodilla y las axilas con cuchilla,por supuesto rosa (nada que ver con las masculinas cuchillas azules), pero siempre con un poco de jabón. Luego me pasaba los ratos libres examinándome los pliegues de carne en busca de los rebeldes pelillos que se dan la media vuelta antes de salir a la superficie (será porque saben lo que les espera),y se enchorizan bajo una capa de piel formando puntos negros,minas de oro de pus solidificado. A mí se me iluminaba la cara cada vez que encontraba uno,y algo me decía que no era la única. Vamos, que todo este gasto de tiempo y energía invertido en mi disfrute hedonista capilar era lo normal.

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Y yo era feliz.

Pero luego llegó el feminismo,y empecé a sentir que por fin era dueña de mi propio cuerpo. Hice todo tipo de experimentos: me lo dejo corto,me lo dejo largo,me lo depilo pero solo un poco,o solo para ocasiones especiales. Conocí a mujeres que lucían sobacos ampliamente poblados con tirabuzones orgullosos y las admiraba. Suspiraba de placer cada vez que encontraba nuevos modelos de mujer en los que inspirarme. ¡Si! ¡Eso quiero yo! ¡Así quiero ser! Aunque tengo que puntualizar que hay que moverse por entornos hair friendly para que las mujeres saquen a relucir sus tesoros. Porque para mí,mi bello vello largo y suave era un tesoro. Era una batalla que estuve librando día a día, contra mí misma o mi anterior identidad,contra mi madre y sus constantes presiones (me ofrecía dinero a cambio de una depilación),contra los conocidos y desconocidos…¿Me mirarán a las piernas? Y si se fijan en el pelo ¿que pensarán? Porque toda esa gente desconocida no te lo dice,no es un tema cómodo del que se pueda hablar en el ascensor. ¿Y si esa mujer que tengo delante no se depila? No lo sé,lleva pantalones,como yo,que no me depilo. Parece un poco hippie,pero no le veo los sobacos. Yo llevo manga corta, pero es muy corta. Se me ve un mechoncillo. Voy a hacer como que no me importa. Voy a hacer como que no me entero de que se me ve un mechoncillo rebelde de pelo de axila que es tan largo que se sale de la camiseta. ¡¡Que fuerte!! ¡Soy la mas guay! Soy la mejor y no me avergüenzo de mi vello. Pero igual me pongo una rebequita que no me siento en un entorno seguro.

Yo iba a la piscina y me ponía el gorro delante de otras mujeres debatiéndome en una lucha interna: levanto los brazos sin ningún complejo para servir de inspiración a las que me vean a como un día lo fueron otras mujeres para mí o lo hago rapidito sin subir mucho los codos para que no piensen que soy una guarra. ¡Pero vamos a ver! Si no te depilas,no te depilas y es por principios,no tienes por qué esconderte,al contrario,es importante visibilizarlo,ya pero no es tan fácil, ya hemos dicho que era una lucha constante. Después, nadando, muchas veces, en lugar de concentrarme en las respiraciones, pensaba cada dos brazadas si me estaban viendo las axilas peludas. Es agotador. Si nadar es agotador lo es mucho mas nadar contracorriente.
Después llegó mi embarazo y mi hijo ¡¡Y eso ya fue la repanocha!! Tener un hijo, para mi, ha sido la experiencia mas empoderadora que existe. Ahora me siento mucho más en armonía conmigo misma y tengo una motivación muy importante para ser mas yo cada día, para ser fiel a mis principios y ser cada día mejor y mas activa por construir un mundo mas justo. Todo esto es porque yo soy el ejemplo de mi hijo. El construirá su concepto de normalidad a partir de lo que vea en casa y quiero que lo que vea en casa sea autentico.

En  fin,todo muy bonito. Con lo que yo no contaba es con que ahora tengo mucho menos tiempo para mí,y para relacionarme con entornos de mujeres peludas que me ayuden a reforzar mis murallas contra los constantes comentarios de mi madre que ¡Oh! ¡Sorpresa! Ahora que tengo un hijo veo prácticamente todos los días. Y empiezas a construir relaciones con otras mujeres que vienen de otros mundos pero que tienen hijos de la edad del tuyo y quieres que el tuyo se relacione y juegue con otros niños y te vas a la piscina con esas madres no peludas y sus hijos y tú quieres caerles bien y que no piensen que eres una guarra y te descubres a ti misma arrancándote la poca dignidad que tenías con una epilady de los noventa que tenias guardada (y casi olvidada) porque solo la usabas en las bodas.

Y si no se me cayeron las lágrimas fue de puro churro. Cada pasada de la maquinilla fue como una bofetada. Me sentí como esos militares de las películas americanas que han deshonrado a la patria y les arrancan una a una todas las condecoraciones mientras ellos mantienen la vista al frente. Nunca en mi vida me había dolido tanto una depilación. De hecho lo escondo,mi familia y mis amigos no lo saben. No me enorgullece lo que he hecho. Pero resulta que para colmo,va mi madre y me pilla. Creo que ahora esta bailando una muñeira.

Sé que habrá altibajos, nadie dijo que fuera fácil, pero yo no me rindo,estoy dispuesta a llegar hasta el final para ser la madre peluda que me he propuesto ser,aunque de vez en cuando haya alguna batalla perdida.

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