Federici: feminismo entre fuegos y fogones

Federici: feminismo entre fuegos y fogones

Es la Madonna de las feministas. La editorial 'Traficantes de Sueños' le trajo al Estado español el pasado mes de mayo para presentar su último libro, 'Revolución en punto cero', sobre trabajo doméstico, crisis de los cuidados y bienes comunes.

10/07/2014
Silvia Federici durante su entrevista con Pikara Magazine.- Fotógrafa: Emi Arias

Silvia Federici durante su entrevista con Pikara Magazine./ Emilia Arias

Visitó Barcelona, Iruña, Zugarramurdi, Madrid, Málaga y Sevilla; el partido político Alternatiba quiso que repitiese su show también en Bilbao donde cientos de personas hicieron cola para poder escuchar sus palabras. Hubo quien se quedó sin sitio dentro. Durante su viaje por España se reunió con colectivos de mujeres para hablar con ellas de trabajo doméstico.

Silvia Federici (1942, Parma) habla y sonríe con calma. Tiene las manos arrugadas y la lengua afilada. A uno de los actos en los que participó en Madrid llevó el bolso de Pikara. Es también autora de ‘Calibán y la bruja. mujeres, cuerpo y acumulación primitiva’, libro en el que incorpora la caza de brujas al análisis marxista sobre el paso de la sociedad feudal al sistema capitalista. Joana García Grenzner la entrevistó cuando presentó esa publicación en Barcelona. ¿Más información? En todas las entrevistas que le hicieron entonces y durante su nueva gira. Federici está de moda.

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¿Cómo ha sido la visita a Zugarramurdi?

Visitar la zona me ha emocionado mucho. Es el único lugar del País Vasco, según mis investigaciones, en el que los hombres estaban organizados contra las brujas.

“La ONU ha creado un feminismo muy conciliador con la agenda neoliberal”

En 1609 empezaron a encarcelar, torturar y asesinar a muchas mujeres. Las echaban con los instrumentos que utilizaban los marineros para cazar ballenas. Me ha molestado muchísimo ver cómo están haciendo negocio allí vendiendo una imagen de las brujas que no corresponde a la realidad. Están propagando una visión falsa, que degrada y las ridiculiza: mujeres gordas, feas, con nariz grande y mayores. Mantienen la imagen que crearon de ellas sus cazadores.

¿Qué propones?

Me gustaría ver una movilización de mujeres en la que se dijera: “Basta de ganar dinero a costa de nuestra piel”. En los puestos que hay por la zona tendríamos que estar con pancartas explicando qué pasó realmente. Es hora de desvelar la historia de sangre, tortura, violencia y persecución.

¿Está desmovilizado el feminismo?

El feminismo es, hoy en día, un fenómeno muy complejo. Por un lado, hay un nuevo movimiento que está surgiendo de las más jóvenes porque siguen teniendo la vida más difícil que los hombres. Todas las expectativas que tenían: una carrera, trabajo fuera de casa, reparto de tareas… no se han hecho realidad o de manera muy limitada. Las reivindicaciones del feminismo siguen hoy vigentes. Por otro lado, hay una gran degradación del feminismo, que comenzó en los años 70 con las Naciones Unidades. La ONU ha invadido el territorio feminista, se ha apropiado de él y lo ha distorsionado; ha redefinido su agenda y ha destruido todo su potencial subversivo al mantener sólo su perspectiva neoliberal.

¿Qué perspectiva es esa?

Aquella que dice que la liberación de las mujeres pasa por su carrera profesional, la igualdad de oportunidades. Son reivindicaciones capitalistas y neoliberales. La ONU ha creado un feminismo global de Estado donde las mujeres forman parte de conferencias internacionales o de oenegés. Atacan el trabajo no pagado desvalorizando la reproducción y evitando criticar cómo el capitalismo ha usado el cuerpo de las mujeres. Han creado un feminismo muy conciliador con la agenda neoliberalista. Tenemos que reapropiarnos de las políticas feministas.

¿Está muerto el movimiento feminista?

Creo que hoy no existe un feminismo como movimiento social de masas. Existe un feminismo cultural, pero no como fuerza política y social. Hay una política feminista que va en cada movimiento social porque todos han tenido que hablar con el feminismo. No estamos en la misma situación que hace treinta años. Hay mucha más paridad y las mujeres tenemos más autonomía respecto a los hombres, no así respecto al capital. No hay una fuerza capaz de contrarrestar el capitalismo. Algunas mujeres jóvenes han vuelto a tomar formas de comportamiento que nosotras habíamos rechazado y creo que eso demuestra que se está dando una regresión-

En tus obras has hablado del feminismo como la ‘revolución inacabada’. ¿El feminismo ha creado conciencia, pero no ha logrado la incidencia?

Sí. El movimiento feminista no ha sido capaz de oponerse al proceso de globalización, que ha estado lleno de continuos ataques al trabajo reproductivo en todos los niveles. No ha sido capaz de oponerse a los recortes sociales, no ha podido cambiar la organización del trabajo. ¡Hoy las horas de trabajo son más que en el pasado! Diez horas. La conciliación familiar es imposible. Asistimos a una gran crisis en el terrero de los cuidados y las mujeres no tienen tiempo para descansar, ni para leer, ni para asistir a una reunión política o a una manifestación. No tienen tiempo para ellas mismas. Vivimos en una continua ansia por la supervivencia. Las mujeres, en Estados Unidos, consumen una gran cantidad de antidepresivos. Son vidas de ansiedad, preocupaciones y trabajo, trabajo, trabajo.

¿En qué se está equivocando el feminismo?

En los años 70, cuando hubo que tomar decisiones estratégicas, tanto en Estados Unidos como en Europa, el movimiento feminista abandonó por completo el terreno de la reproducción y se empeñó, casi exclusivamente, en el trabajo fuera de casa. El objetivo era conquistar la igualdad a través del terreno laboral. Pero los hombres estaban fastidiados en ese ámbito y lograr la igualdad para estar igual de fastidiadas y oprimidas que ellos no es una estrategia. Entramos en el trabajo asalariado que hasta entonces estaba dominado por hombres, bien; pero no vieron que era el momento de atacar ese trabajo asalariado. Hubo una falta de visión del contexto social y económico en el que se estaba luchando. Hemos luchado con armas que no funcionaban.

Silvia Federici durante su última visita a Bilbao .- Fotógrafa: Emi Arias

Silvia Federici durante su última visita a Bilbao./ Emilia Arias

Entonces trabajaba en una organización que se llamaba ‘Campaña Internacional por el Salario para el Trabajo Doméstico’. Creíamos que sin luchar por el trabajo reproductivo, no íbamos a conseguir nada. Para poder cambiar la situación de las mujeres hay que cambiar tres relaciones: mujeres-Estado, mujeres-hombres y mujeres-capital. El trabajo reproductivo es prioritario aquí. Es el problema central, porque los roles que el capitalismo ha diseñado para las mujeres parten precisamente de ahí: el capitalismo ha generado la división internacional sexual del trabajo. Debemos partir de ahí. El movimiento feminista no ha tomado ese camino y es una de las razones por las que no ha podido provocar grandes cambios.

¿Nace de ahí tu idea de la ‘Revolución cero’?

Sí, la ‘Revolución cero’ es la que aún no se ha hecho porque no se ha tomado en consideración el problema de desvalorización del trabajo reproductivo.

¿Vivimos una guerra contra las mujeres?

Sí, sí, sí, sí. El capitalismo y la globalización atacan a los medios de reproducción: expropiación de tierras, recortes en el Estado de Bienestar, precarizan el trabajo y la vida. Es una estrategia común, tradicional del capitalismo, que Marx llamaba ‘acumulación originaria’: si quieres aumentar tus beneficios e imponer una cierta disciplina tienes que separar a hombres y mujeres de los medios reproductivos. Si no tienen cómo reproducirse, dependen de ti. Aceptan cualquier condición. ¿Y quiénes son los sujetos sociales empeñados en primera persona en la reproducción? Las mujeres.

No puedes atacar la reproducción de la fuerza de trabajo sin atacar a las mujeres. La violencia contra las mujeres es parte del proceso. En América Latina y África, por ejemplo, donde las mujeres se dedicaban a la agricultura de subsistencia. ¿qué están haciendo las instituciones internacionales? Arrebatarles esas tierras, privatizarlas.

¿No crees peligroso centrar toda su crítica sobre el capitalismo? Las mujeres no están libres de violencia en otros sistemas.

No hay otros sistemas aparte del capitalismo, ni Cuba, ni Venezuela. ¿Bromeas? La idea de que el capitalismo es sólo un sistema económico es un prejuicio capitalista. Es un sistema cultural y social. No hay economía sin relaciones sociales, culturales o políticas. Hoy en día, todos y todas vivimos en el sistema capitalista. Hay países que distribuyen mejor la riqueza que otros, pero no existen países fuera de la economía del mercado.

No sirve con decir que queremos una sociedad que no sea capitalista porque podríamos construir un sistema incluso peor. Yo lo quiero es crear una sociedad no jerarquizada, que no se base en aprovecharse del trabajo de otras personas.

“En una sociedad heterosexual, las relaciones lésbicas reproducen la lógica heteropatriarcal”

Pero, ¿no es el patriarcado un sistema autónomo?

Yo no lo creo. El patriarcado siempre ha formado parte de los sistemas que se apropiaban del trabajo humano. El cuerpo de la mujer es una fuente de riqueza, que presenta hijos e hijas, mano de obra. Estamos en la lógica de explotación laboral. El patriarcado no comienza con hombres que dominan a mujeres sino con un sistema de trabajo que oprime a los hombres y que se basa en controlar su principal fuente de riqueza. Pero, ¿te das cuenta de la riqueza que supone el cuerpo de las mujeres? ¿Imaginas que las mujeres deciden dejar de tener hijos? ¿Imaginas?

El lesbianismo podría ser una buena solución.

Las lesbianas hoy también tienen hijos.

¿No dejas fuera de tu análisis a las lesbianas?

He escrito mucho de capitalismo y sexualidad, sobre la disciplina de sexualidad que el capitalismo ha impuesto. En los años 70, hablábamos de una gran contradicción en el capitalismo. La división del trabajo era entonces una división homosexual: los hombres trabajan con hombres y las mujeres con mujeres. La heterosexualidad sólo existía en el ámbito del matrimonio. Era difícil entonces entenderse en el matrimonio. La familia nunca ha sido un lugar de serenidad.

Por otro lado, en los años 60 y 70, yo sí tenía claro que el lesbianismo tenía un gran valor de ruptura por muchas razones. El capitalismo cede el mando a los hombres, los convierte en emisarios del sistema en casa y en una relación lésbica eso no pasa. Además, el lesbianismo supone una gran valorización de las mujeres y un espacio de tranquilidad, de liberación de tantas presiones. Pero ahora he entendido que con esto no basta porque en una sociedad heterosexual, las relaciones lésbicas reproducen la lógica heteropatriarcal.

Creo, aunque no estoy segura, que esa capacidad de ruptura que tuvo una vez el lesbianismo es menos fuerte ahora. El propio capitalismo ha reestructurado su idea de familia para integrar a las parejas homosexuales.

De ahí la aprobación del matrimonio gay en tantos sitios

Por supuesto. El capitalismo necesita organizar las casas en torno al trabajo reproductivo.

En este contexto de crisis, en el que se han puesto de moda los cupcakes, ¿no se está glorificando demasiado el trabajo reproductivo?

Hay un gran debate sobre esto en Estados Unidos ahora. Es un tipo de valorazión del trabajo a nivel psicológico, pero no hay ninguna ruptura a nivel político. Todo lo contrario. Es una válvula de seguridad. No es una cuestión transformadora ni nada rupturista. Sólo significa que si tienes tiempo y dinero puedes hacer tus pasteles en casa [risas].

Pero sería peligroso que pase.

Nuestro discurso de revalorización del trabajo doméstico no tiene nada que ver con hacer cupcakes en casa. Hablamos de luchar contra la deforestación y tala de bosques; luchar para que no sigan contaminando ríos y mares; poner la riqueza producida al servicio de los mujeres. Se trata de cambiarla lógica del sistema. Producir para la vida y no para el mercado. Nada de cupcakes.

¿Y si los pasteles los hace otra?

El movimiento feminista ha cometido un gran error al no trabajar por el salario doméstico. ¿Qué pasa ahora? Que esa carga de trabajo la tiene que asumir otra mujer. Muchas, migrantes. La restructuración del trabajo doméstico se asienta sobre una gran injusticia: mujeres que dejan sus familias y se van lejos de sus casas a cuidar a las familias de otras mujeres. Pero es verdad que hay mujeres que pueden hacerse cargo de sus familias sin ayuda. No me gusta ser moralista en este aspecto porque, a veces, no hay otra elección, pero debemos tener una estratégica política que nos lleve a un cambio de modelo en el que hombres y mujeres decidan cómo reproducirse sin lógicas de poder.

“Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas” (Traficantes de Sueños, 2014)

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